LONDRES — “Amor decepcionado”, pintada en 1821 por el artista irlandés Francis Danby, es una escena de eterna melancolía adolescente. Una joven está sentada junto a un río, llorosa y desconsolada. En el agua, las páginas de una carta rota flotan entre los nenúfares. A su lado hay rios de femineidad: un sombrero de paja, un chal rojo brillante y un retrato en miniatura del hombre que le rompió el corazón.
La obra figura en la colección del Museo Victoria and Albert de Londres, en una galería de paredes rojas repleta de pinturas georgianas y victorianas. Desde hace poco, la belleza llorosa de Danby tiene un nuevo vecino: un vestido color crema con volantes del diseñador Zimmerman usado por Taylor Swift en el video musical de “Willow”, de su álbum “Evermore” del 2020.
El vestido es uno de más de una docena de artículos del archivo personal de Swift que aparecen en instalaciones en las galerías del V&A. La pintura de Danby es “su vibra”, dijo la curadora Kate Bailey sobre Swift, señalando a la chica enamorada y su variedad de rios —“el vestido, el chal”.
En un exhibidor, “Speak Now” de Swift sonaba a todo volumen de bocinas, y su vestido de gala de tul iridiscente, usado en la contraportada del álbum, estaba puesto en un maniquí encerrado en una vitrina de la sala, como una bailarina en una caja de música gigante.
En otro sitio, Bailey había colocado el vestido rojo Tadashi Shoji con mangas abullonadas que Swift usó en el video de “I Bet You Think About Me” junto a una colosal cama con dosel y cortinas de terciopelo, encargada por el Conde de Melville en 1700 para comunicar estatus. El vestuario de Swift de su Reputation Tour, incluyendo botas Gucci hasta las rodillas decoradas con serpientes, se encontraban en un lugar generalmente ocupado por “Las Tres Gracias”, la escultura de mármol blanco de Antonio Canova. (La exposición, “Taylor Swift: Songbook Trail”, estará abierta hasta el 8 de septiembre).
La idea de una muestra con tema de Swift se le ocurrió a Bailey a principios de abril, poco después de que comenzara la Eras Tour. La gira ya estaba impulsando las economías nacionales, al convertirse en la primera en ganar mil millones de dólares.
Al combinar artefactos swiftianos con tesoros históricos, la curaduría de Bailey hace explícitas las intenciones del proyecto: traer sangre nueva entre la vieja. El equipo curatorial del V&A espera que, mientras ira el suéter de “Folklore” —exhibido en una elegante galería dedicada a los paisajes— una nueva audiencia pueda echar una mirada a un Constable o Turner vecino y sentir cierto nivel de emoción.
La muestra de Taylor Swift marca un momento de abierta asociación con celebridades para el museo. Otras exposiciones actuales están dedicadas a la modelo Naomi Campbell y a la colección fotográfica de Elton John. El número de visitantes, aunque va en aumento, aún está muy por debajo de las cifras de asistencia prepandémicas.
No todo el mundo “entenderá” la exposición, reconoció Bailey. Algunas de sus yuxtaposiciones hacen referencia a las críticas que Swift ha enfrentado a lo largo de su trayectoria. Por ejemplo, la camisa de Versace, la peluca corta y el vello facial adhesivo que Swift usó en su video de “The Man” —en el que desafía los dobles estándares sexistas en los campos creativos— están posicionados frente a retratos de algunos de los grandes hombres del arte de las décadas de 1860 y 1870: Hans Holbein, Sir Joshua Reynolds, Sir Christopher Wren. Las figuras brillan, mirando imponentemente desde lo alto.
En términos generales, Swift puede ser el sueño de un curador, dada su fascinación por los objetos.
“Hay una manera realmente excelente en como se relaciona con las cosas, ya sean espejos, serpientes, suéteres u otros objetos”, dijo Bailey. Swift debe ser refrescante, reflexionó Bailey, para una audiencia tan a menudo ensimismada con lo digital. “Ella los lleva a un lugar que se siente real”, dijo.