Fue una improvisación para empezar. En 1996 estaba programada una sesión de grabación en La Habana entre músicos cubanos y malienses, pero los africanos tuvieron problemas de visa y no llegaron. En lugar de ello, una cofradía de músicos cubanos veteranos grabó una colección de canciones cubanas clásicas. Este fue el “Buena Vista Social Club”, que se convirtió en el álbum cubano más vendido en la historia y un artefacto definitorio de la cultura cubana.
Siguieron más álbumes: tomas descartadas, ramificaciones, grabaciones en vivo de presentaciones como una en el Carnegie Hall. Wim Wenders hizo un documental. Y ahora, casi 30 años después, hay un musical en escena: “Buena Vista Social Club”, en preestreno en la Off Broadway Atlantic Theatre Company.
Este nuevo proyecto comenzó hace unos años, cuando un productor con los derechos teatrales del álbum se acercó al dramaturgo cubanoestadounidense Marco Ramírez (“The Royale”).
“La primera pregunta”, dijo Ramírez, “fue: ‘¿Conoces este disco?’. Y para un niño cubano que creció justo en la época en que salió el disco, la respuesta fue: ‘Por supuesto’. La siguiente pregunta fue: ‘¿Crees que hay una obra de teatro aquí?’”.
La búsqueda de una respuesta envió a Ramírez a Cuba, donde entrevistó a algunos de los participantes supervivientes.
A través de flashbacks, “Buena Vista”, recrea la Cuba anterior a la revolución, la Edad de Oro de la década de 1950, de la juventud de los músicos, llena de nostalgia y arrepentimiento. El diálogo está en inglés, pero las canciones, extraídas del catálogo más amplio de “Buena Vista”, permanecen en español.
El espectáculo, que se presentará hasta el 7 de enero, es dirigido por Saheem Ali y coreografiado por el equipo casado de Patricia Delgado y Justin Peck. El casting fue un reto, doblemente porque la estructura del flashback requirió encontrar dos personas (una mayor y otra más joven) para interpretar a cada una de las distintivas personalidades de Buena Vista en la vida real.
El común denominador, dijo Ramírez, es que todos tienen un vínculo con el álbum “Buena Vista”. El suyo viene a través de sus abuelos cubanos, que tocaban las canciones en su casa de Miami, de modo que cuando salió el disco ya las conocía.
Mel Semé interpreta al Ibrahim Ferrer mayor, que boleaba zapatos por dinero cuando fue reclutado para proporcionar su voz dorada a los boleros para las grabaciones de Buena Vista. Era un adolescente en Cuba en el momento del lanzamiento del álbum.
“Primero se hizo popular fuera de Cuba”, dijo. “Pero luego nos enamoramos nuevamente de esta música y se convirtió en la música que muchos de nosotros aspirábamos a tocar”.
Renesito Avich interpreta a Eliades Ochoa, el músico con sombrero vaquero que aportó un sonido más rural al grupo original de Buena Vista. La música, “ha sido el telón de fondo de toda mi vida”, dijo.
Entre los del elenco que no son cubanos, Natalie Venetia Belcon es una actriz de Broadway que no habla español. Pero cuando se estaba preparando para una audición para el papel de Omara Portuondo, la diva de Buena Vista, las canciones generaron una avalancha de recuerdos de sus padres músicos de Trinidad y Tobago. Kenya Browne, la cantante nacida en México que interpreta a la joven Omara, conocía la música como algo que su abuela solía tocar. Su madre le dijo que “Dos Gardenias”, un bolero que ella canta en el musical, es uno que su bisabuela cantaba a menudo.
Peck recordó caminar por La Habana, escuchar música y ver a la gente moverse al ritmo de ella. “Y luego, tan pronto como ese sonido comienza a desvanecerse, hay otro sonido en la distancia rozándolo”, dijo. “Esa energía es algo que queremos transmitir”.
Ali dijo que el objetivo era “dejar que la música guiara y permitir que las canciones dictaran cómo debería evolucionar la historia”.
Ramírez comparó el proceso con el de Juan de Marcos González, el músico detrás de la grabación original de “Buena Vista”: “Él era quien arreglaba todo, el tipo que conocía a todos los involucrados, que sabía dónde encontrar a Omara y al bajista adecuado”. Como muchos jóvenes cubanos en ese periodo de colapso económico, “no iba a dejar escapar una oportunidad. Para mí, él es el héroe”.
“No soy músico de jazz”, añadió Ramírez, “pero siento que hemos estado improvisando, inventando esto sobre la marcha, construyéndolo sobre la marcha. No se me ocurre nada más cubano qué haber hecho”.
Por: BRIAN SEIBERT
The New York Times
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