HIALEAH, Florida — No tiene que ir a la carnicería para hallar el lomo de cerdo asado y los jamones españoles que Alberto Ruiz y su padre, Minervo, venden cada semana. Sólo busque la cajuela abierta del sedán de ellos.
Los hombres ofrecen carnes, aguacates, mandarinas y mamey desde un cajón de estacionamiento frente a una panadería cubana.
Comerciantes como los Ruiz pueden ser hallados en estacionamientos y sobre vías transitadas por todo el Condado de Miami-Dade, en el sur de Florida. Ofrecen productos agrícolas, tamales, mariscos y carnes desde la cajuela de sus autos.
Para algunos, es una actividad secundaria, para otros, un empleo de tiempo completo. “Me gusta vender”, dijo Minervo Ruiz, de 77 años.
Los Ruiz, igual que otros vendedores, provienen de la zona rural de Cuba; están familiarizados con cultivar, mantener y vender productos agrícolas. Otros comerciantes preparan comidas como tamales en casa y los ofrecen en la calle.
Muchos de estos vendedores carecen de licencia. En Hialeah, un barrio cubano-estadounidense, los vendedores callejeros pueden obtener una licencia anual por 50 dólares para ofrecer artículos como agua embotellada, flores y fruta entera.
Pero por razones de salud pública, no se les permite vender comidas preparadas o partir fruta, señaló Jesus Tundidor, un miembro del Ayuntamiento de Hialeah.
Tundidor dijo que el número de personas que venden desde sus autos había caído en los últimos cinco años en Hialeah, que desde hace mucho tiene una norma que regula las ventas callejeras.
La ley es aplicada por la Ciudad. Los vendedores enfrentan multas de hasta 250 dólares, pero en su mayoría reciben amonestaciones.
Otro comerciante, Juan Carlos Moreno Peña, de 52 años, acampó frente a una tienda de ropa de descuento. Ofrecía lomo de cerdo asado al horno, junto con mortadela y chorizo, a cubanos que compraban ropa para llevar de vuelta a la Isla.
Desearía poder tener su propia tienda. “El sueño de todo cubano es tener éxito y tener un negocio formal”, expresó.
Muchos comercios operan solos, pero otros, como Sabor de Mi Cuba, tienen una flotilla de autos que reparten tamales a clientes todo el año.
También venden en estacionamientos o en negocios que les dan la bienvenida, como peluquerías y salones de manicure.
Damaris Amador, de 55 años, puede sacar unos 200 dólares diarios vendiendo fruta desde la cajuela de su auto en un estacionamiento de Walmart en Miami.
Inició hace una década cuando vio a un comerciante ofreciendo aguacates a 50 centavos de dólar la pieza. Amador los compró todos, los puso en su cajuela y los vendió más caro.
“Trabajas para ti mismo, no tienes jefe ni horario fijo”, comentó. “Pero esto es un sacrificio. Quienes quieren, pueden hacerlo. Yo vivo de esto”.
Por: CHRISTINA MORALES
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