ANCHORAGE, Alaska — En Puget Sound, a las afueras de Seattle, Washington, 73 queridas y amenazadas orcas están a la caza de su alimento preferido, el salmón real.
Pero recientemente, esta antigua cacería se estaba negociando en un tribunal federal en Seattle, donde un juez de un tribunal de distrito emitió una orden el 2 de mayo que efectivamente cerró la pesquería de salmón real más grande de Alaska, una de las más grandes restantes en el mundo.
Para el Wild Fish Conservancy, el grupo ambientalista con sede en el Estado de Washington que entabló la demanda, el destino de los dos animales está íntimamente ligado. Las orcas necesitan salmón para comer, y si dejamos de pescarlos, argumenta Conservancy, salvaremos a las ballenas.
Pero el Estado de Alaska, el Servicio Nacional de Pesquerías Marinas y la Asociación de Pescadores al Curricán de Alaska —los demandados— argumentaban que cerrar la pesquería tendría poco impacto en cualquiera de los dos y obtuvieron un indulto de último minuto que permitió a los pescadores de Alaska echar sus líneas al agua cuando comenzó la temporada el 1 de julio. El Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito en San Francisco decidirá qué sucederá a continuación.
Después de décadas de presiones ambientales como presas y contaminación, las poblaciones de salmón real se encuentran en mínimos históricos y los científicos luchan por comprender los efectos cada vez mayores del cambio climático. Los peces también son más pequeños que nunca.
Algunos argumentan que la única forma de salvar a la especie es dejar de atraparlos y comerlos —si es que eso fuera suficiente.
“Todos se están peleando el último salmón real”, dijo Mark Stopha, un biólogo pesquero jubilado del Departamento de Pesca y Caza de Alaska y vendedor de pescado desde hace mucho tiempo.
Si bien el salmón real representa menos del 1 por ciento de las capturas silvestres de Alaska, es el pez oficial del Estado debido a su importancia económica, un símbolo vívido de Alaska, con sus aguas frescas y su hábitat prístino. La pesca real deportiva, comercial y de subsistencia ha mantenido a generaciones de comunidades rurales. El pez es fundamental para la cultura nativa de Alaska.
Pero en los últimos años no ha habido suficientes salmones reales a lo largo de los 3 mil 200 kilómetros del río Yukón para mantener a los indígenas que los han pescado durante miles de temporadas.
Hay una aguda ansiedad entre los habitantes de Alaska. “Nunca había visto tanto interés e indignación de la gente en los muelles, la gente en el supermercado, hasta la delegación al Congreso en Washington”, dijo Laine Welch, una periodista que cubrió la pesca en Alaska durante 35 años.
Hay alrededor de 900 botes de pesca al curricán —con tripulaciones de dos o tres que pescan peces individuales— en el sureste de Alaska, con un impacto económico estimado de 85 millones de dólares. Pero el volumen de salmón real capturado en Alaska y vendido a los procesadores ha disminuido constantemente durante 40 años, reporta el McKinley Research Group. En 1985, los procesadores compraron 6 millones de kilos. En el 2021, compraron 1.2 millones.
“Los muchachos andan presurosos, tratando de encontrar otra forma de ganarse la vida”, dijo Ajax Eggleston, un pescador en Pelican, Alaska. “No me siento optimista sobre el futuro de la pesca al curricán. Estaremos comiendo insectos y pescado de granja de Nueva Zelanda”.
Tlingit & Haida es la tribu indígena más grande reconocida por el Gobierno federal en Alaska, y cientos de sus pescan, tanto en operaciones comerciales de pesca al curricán como para subsistencia. El Consejo Central de las Tribus Indígenas Tlingit y Haida de Alaska presentó un informe legal en apoyo a la pesca al curricán de Alaska. La comunidad tiene profundas preocupaciones sobre la salud del salmón real, pero la pesquería al curricán, que es blanco de la demanda de las orcas, es la menor de ellas.
Richard Chalyee Éesh Peterson, presidente del consejo, dijo que la gente debería preocuparse más por el cambio climático, la degradación del hábitat, las presas en el noroeste del Pacífico, la salud de los peces que comen los salmones y los barcos de arrastre de propiedad corporativa que arrojan de vuelta al mar de Bering los salmones reales muertos que llegan a bordo como captura incidental.
“Simplemente me parece que si estas personas estuvieran realmente preocupadas, estarían buscando las fuentes reales del problema”, dijo.
JULIA O'MALLEY. THE NEW YORK TIMES
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