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Carteles del narcotráfico buscan reclutar en México a estudiantes de química

En su afán por construir imperios de fentanilo, grupos criminales están recurriendo a estudiantes de las universidades mexicanas.

Un estudiante de segundo año de química en la guarida de un cártel en Sinaloa, México. Le pagan 800 dólares al mes.

Un estudiante de segundo año de química en la guarida de un cártel en Sinaloa, México. Le pagan 800 dólares al mes. Foto: Meridith Kohut para The New York Times

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CULIACÁN, México — El reclutador ingresó al campus disfrazado de conserje y luego se centró en su objetivo: un estudiante de segundo año de química.  Explicó que el cártel estaba contratando personal para un proyecto y que había oído cosas buenas sobre el joven.
“’Eres bueno en lo que haces’”, recordó el estudiante que le dijo el reclutador. “’Tú decides si estás interesado’”.
En su afán por construir imperios de fentanilo, los grupos criminales mexicanos están recurriendo a estudiantes de las universidades mexicanas. Las personas que fabrican fentanilo en los laboratorios de los cárteles, conocidos como cocineros, dijeron a The New York Times que necesitaban trabajadores con conocimientos avanzados de química para ayudar a hacer más potente la droga y “enganchar a más gente”, como dijo un cocinero.
Los cárteles también tienen un objetivo más ambicioso: sintetizar los compuestos químicos, conocidos como precursores, que son esenciales para fabricar fentanilo, liberándolos de tener que importar esas materias primas de China.
“Nos convertiría en los reyes de México”, dijo un estudiante de química que lleva seis meses cocinando.
The Times entrevistó a siete cocineros de fentanilo, tres estudiantes de química, dos operadores de alto rango y un reclutador de alto nivel. Todos trabajan para el Cártel de Sinaloa, que el Gobierno de Estados Unidos afirma es responsable en gran medida del fentanilo que fluye por su frontera sur. Los afiliados al cártel se pusieron en peligro al hablar, y hablaron bajo condición de anonimato.
Los estudiantes dijeron tener diferentes trabajos dentro del grupo criminal. A veces, dijeron, realizan experimentos para incrementar la potencia de la droga o para crear precursores. Otras veces, dijeron, supervisan o trabajan junto a los cocineros y asistentes que producen fentanilo a granel.
No está claro qué tan generalizado se ha vuelto el reclutamiento de estudiantes, pero una evaluación en el 2020 de la inteligencia mexicana encontró que el Cártel de Sinaloa parecía estar reclutando profesores de química para desarrollar químicos precursores.
Ansiosa por preservar la cooperación en materia migratoria, la istración Biden evitó instar públicamente a México a hacer más por desmantelar los cárteles.
El Presidente electo Donald J. Trump ha prometido un enfoque más agresivo, amenazando con desplegar el Ejército estadounidense y prometiendo el mes pasado imponer un arancel del 25 por ciento a los productos mexicanos si el País no detiene el flujo de drogas y migrantes a través de la frontera. En respuesta, la nueva Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, dijo que se necesitaba “colaboración internacional” para impedir el envío de precursores a México desde “países asiáticos”.
Pero a medida que los cárteles obtienen un mayor control de la cadena de suministro del fentanilo, dijeron funcionarios estadounidenses, será más difícil para las autoridades de ambos países detener la producción industrializada de opioides sintéticos en México.
La producción masiva de fentanilo puede ser relativamente sencilla si los cárteles simplemente mezclan precursores importados. Pero tratar de sintetizar los precursores es un proceso mucho más difícil que requiere una gama más amplia de técnicas y habilidades químicas, dijo James Desco, profesor de ciencias forenses en la Universidad Loyola.
Cocineros y estudiantes dijeron que aunque usan máscaras antigás y trajes protectores, los riesgos que enfrentan son muchos: exposición tóxica a la droga, explosiones accidentales y errores que enfurecen a sus violentos jefes.
Pero la labor paga más que muchos trabajos legales en química. El estudiante de segundo año dijo que el reclutador que visitó el campus le había ofrecido 800 dólares por adelantado más un salario mensual de 800 dólares —el doble del salario promedio de los químicos empleados formalmente en México, de acuerdo con datos del Gobierno.
El joven de 19 años dijo que había elegido estudiar química porque su padre tenía cáncer y quería ayudar a encontrar una cura.
“Quiero ayudar a la gente, no matarla”, dijo. Sin embargo, la familia no podía costear el tratamiento que su padre necesitaba. Le dijo al reclutador que estaba interesado y cinco días después lo recogieron, le vendaron los ojos y lo llevaron a un laboratorio clandestino.
Si el reclutador encuentra a alguien prometedor, podría ofrecer cubrir su colegiatura. “Somos una empresa; lo que hace una empresa es invertir en su mejor gente”, afirmó.
Cuando el cártel comenzó a producir fentanilo en masa hace aproximadamente una década, dijo el reclutador, dependía de cocineros sin educación del campo. Pero las cosas se complicaron más cuando China tomó medidas para restringir la exportación de precursores, México tomó pasos enérgicos contra las importaciones de los químicos y la pandemia trastornó las cadenas de suministro.
El reclutador y los tres estudiantes entrevistados dijeron que todavía no habían producido precursores con éxito. “Estamos cerca, pero no es fácil”, dijo un ex alumno, un joven de 21 años que empezó a trabajar en un laboratorio este año y abandonó sus estudios.
Pero el reclutador dijo que los estudiantes habían ayudado a hacer que el fentanilo fuera más potente.
Hace aproximadamente un año, un familiar se acercó a una estudiante de primer año de química con una propuesta: ¿no le encantaría ganar mucho dinero cocinando fentanilo? La estudiante dijo que su familiar había trabajado para el Cártel de Sinaloa y sabía exactamente qué decir para atraer a la joven, la mayor de cinco hermanos. Su madre los mantenía sola, limpiando casas 12 horas al día. El cártel ofreció un bono de mil dólares por firmar, dijo la mujer. Ella estaba aterrorizada, pero dijo que sí.
Cuando llegó por primera vez, el estudiante de segundo año no tenía idea de lo que se suponía que debía estar haciendo. Después de tres días, uno de los hombres a cargo dijo que era el miembro más nuevo de un laboratorio de investigación y desarrollo que trabajaba para fabricar precursores. Comenzó a preocuparse por provocar una explosión sin querer. “No te dicen cómo hacerlo, te dicen: ‘Estos son los productos, los vas a hacer con esto, podría salir mal, pero por eso estás estudiando’”, dijo.
El estudiante de segundo año trabaja con tres estudiantes de su generación en la universidad y tres hombres mayores que no son químicos. El trabajo es mucho más riesgoso que lo que hace en la escuela.
“Aquí, si no les gusta lo que produces, te pueden desaparecer”, afirmó.

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