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Análisis
La estabilidad de Medio Oriente tambalea aún más tras la salida de Al Asad
La rápida caída del régimen en Siria ha transformado el panorama geopolítico de la región.
El repentino colapso de la dinastía siria de los Al Asad, tras más de 50 años en el poder (Háfez al Asad, papá, fue sucedido por su hijo Bashar), transformó el panorama geopolítico de Medio Oriente. La ofensiva relámpago de la milicia islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) tomó por sorpresa a todos los vecinos de Siria y al resto del mundo. La noticia de que el presidente Bashar al Asad huyó a Rusia confirmó la única verdad segura sobre las guerras: que las consecuencias imprevistas pueden extenderse mucho más allá del teatro de batalla.
El ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 contra comunidades civiles israelíes cerca de la frontera con Gaza generó terremotos en todo Medio Oriente. La despiadada ofensiva de Israel en Gaza para destruir a Hamás, y en el Líbano contra Hezbolá, llevó a una casi total eliminación del “eje de resistencia” iraní, a la par que Estados Unidos y el Reino Unido les asestaron un duro golpe a los hutíes, respaldados por Irán en Yemen, en respuesta a sus ataques contra el transporte marítimo internacional.
La guerra civil siria comenzó en 2011 cuando el régimen de Al Asad reprimió las protestas pacíficas de la Primavera Árabe. Pero desde 2015 los combates habían menguado como resultado de la intervención de Rusia, que sumada a la ayuda de Irán y Hezbolá cambió el rumbo de la guerra a favor de Al Asad. Con los aliados de Irán de la región destruidos y Rusia con sus capacidades de combate agotadas por el atascadero en Ucrania, los rebeldes vieron su oportunidad.
Con el apoyo de Turquía (y, al parecer, también de Catar), los rebeldes superaron con facilidad las defensas del régimen (sorprendentemente débiles), y el ejército de Al Asad capituló sin dar batalla. Después de que los aliados iraníes y rusos de Al Asad evacuaron a toda prisa y lo abandonaron a su suerte, su régimen construido sobre una base de torturas y masacres dejó de inspirar miedo.
Rebeldes arranca un retrato del presidente sirio Bashar al-Asad en Alepo. Foto:AFP
El fin de la alianza entre Irán y Siria (su principal bastión en el mundo árabe) transformará el equilibrio de poder regional. Como dijo el exvicepresidente iraní Mohamed Alí Abtahi dos días antes de la huida de Asad, la caída del gobierno sirio “sería uno de los acontecimientos más significativos en la historia de Medio Oriente... La resistencia en la región se quedaría sin apoyo, e Israel se convertiría en la fuerza dominante”.
El nombre Hayat Tahrir al-Sham (HTS, la principal fuerza opositora que está liderando en el poder tras la salida de Al Asad) hace referencia a la “liberación del Levante”, que en el vocabulario político del primer califato comprende Siria, Líbano, Jordania y Palestina. Pero Abú Mohamed al-Jolani, el líder de HTS, ha procurado dar la imagen de un nuevo tipo de islamista. Al parecer, ha aprendido las debidas enseñanzas de los fracasos de Al Qaeda y Estado Islámico (Isis), y ahora se ve como un pragmático que solo aspira a lograr la “liberación de Siria de su régimen opresivo”.
Una señal de este nuevo pragmatismo son las instrucciones que ha dado a sus hombres para que permitan que el ex primer ministro sirio Mohamed Gazi al-Jalali acompañe la transición de las instituciones públicas hasta que haya una entrega formal, en marzo de 2025 (el líder de la transición, elegido por Al-Jolani y Al-Jalali es Mohamad al Bashir). En su lugar, Isis habría ejecutado en masa a soldados y funcionarios.
El nuevo premier de transición de Siria, Mohammad al-Bashir, prometió cumplir un Estado de derecho Foto:AFP
Aun así, Al-Jolani lidera una organización islamista radical (ha sido considerada una organización terrorista). Y quienes esperan que Turquía atempere el extremismo de HTS suponen que Al-Jolani será un soldado obediente de Turquía.
En cualquier caso, Al-Jolani enfrenta fuertes restricciones políticas. Debe tratar con un sinfín de milicias rivales que solo se unieron para derrocar a Al Asad, además de las fuerzas kurdas que se apresuraron a extender su control sobre el este de Siria, mientras están bajo ataque de fuerzas turcas en el norte.
El juego de Turquía
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, considera que las ambiciones de los kurdos de Siria amenazan con alentar la subversión nacionalista dentro de las comunidades kurdas de Turquía. En 2019 envió al ejército turco a establecer una “zona de seguridad” de 30 kilómetros de ancho en el norte de Siria para alejar a los combatientes kurdos de la frontera con Turquía, en una región donde los kurdos, aprovechándose de la guerra civil, habían consolidado un enclave autónomo.
Erdogan también fue un actor importante en el apoyo a los rebeldes. Foto:Efe
Ahora Al-Jolani debe esforzarse en encontrar un término medio entre el deseo kurdo de autonomía y el deseo turco de mantenerlos alejados de la zona fronteriza. ¿Tolerará Erdogan ganancias territoriales kurdas que ve como una amenaza a la seguridad nacional de Turquía? ¿Permitirá Al-Jolani (que aspira a que todos en Siria lo apoyen) que Turquía combata a los kurdos, mientras él intenta formar una coalición gobernante que los incluya y defender la soberanía territorial de Siria?
A pesar de su conflicto crónico con los kurdos sirios, para Erdogan la caída de Al Asad es un importante logro. Siguió extasiado el avance de las fuerzas rebeldes, y después de las plegarias del 6 de diciembre en Estambul, declaró: “Idlib, Hama, Homs y el objetivo, por supuesto, es Damasco… Nuestro deseo es que esta marcha en Siria continúe sin incidentes” (a los dos días, los rebeldes se tomaron la capital).
Erdogan y sus aliados cataríes llevan años apoyando a grupos islamistas en todo Medio Oriente, en lo que el presidente turco considera una competencia con los iraníes por el modelo de democracia islámica que debería prevalecer en tierras musulmanas: la variante fundamentalista chiita o la forma turca más moderada. Ahora cree tener ante sí una oportunidad de forjar un modelo de esa naturaleza al lado de Turquía.
Erdogan y sus aliados cataríes llevan años apoyando a grupos islamistas en todo Medio Oriente, en lo que el presidente turco considera una competencia con los iraníes por el modelo de democracia islámica que debería prevalecer en tierras musulmanas
¿Qué esperar de Israel?
Por otro lado, los rebeldes sirios tienen mucho que agradecerle a Israel por haber creado las condiciones para su triunfo, pero Israel no se hace ilusiones con relación a sus nuevos vecinos. Al-Jolani nació en los Altos del Golán sirios (de allí el nombre ‘Jolani’), que Israel capturó en la guerra de 1967, y cuya anexión y soberanía recibieron en 2019, por reconocimiento del entonces presidente estadounidense Donald Trump.
Ante la marcha de los rebeldes sobre Damasco, Israel se apresuró en desplegar unidades de combate a lo largo de la frontera siria, preocupado por posibles movimientos de grupos armados islamistas hacia los Altos del Golán, e intentos de ataques a aldeas drusas en el lado sirio de la frontera, cuyos residentes tienen parientes en aldeas del lado israelí. Con el recuerdo del 7 de octubre todavía vivo en todo Israel, nadie se toma a la ligera la caída de arsenales en manos de islamistas en la frontera.
Pero no hay que subestimar la soberbia del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Si cayó la tiranía siria, ¿por qué no tratar de derrocar también la de Irán? Ya mismo, Netanyahu no pudo resistir la tentación de trascender las meras medidas defensivas, con el argumento de que el acuerdo de 1974 que regulaba la separación entre las fuerzas israelíes y sirias ya no es válido, ordenó a las tropas israelíes tomar el control de la parte siria del monte Hermón (en frontera con el Líbano), así como la zona de separación en territorio soberano sirio y las posiciones dominantes adyacentes.
Buques dañados en el puerto de Latakia (Siria) tras un ataque aéreo israelí. Foto:EFE
Los principales aliados de Estados Unidos en la región albergan preocupaciones similares: ellos también hubieran preferido la permanencia de Al Asad en el poder, por temor a que una Siria controlada por islamistas se convierta en refugio de terroristas. En su opinión, Al Asad era una variable conocida, mejor que un gobierno dirigido por rebeldes islamistas, por muy moderado que diga ser.
Pero Al Asad ya no está más en el poder. Y Medio Oriente ha vuelto a caer en una vorágine en la que todos, ganadores y perdedores, deberán recalibrar sus políticas.
(*) Exministro israelí de Asuntos Exteriores, vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz y autor de ‘Profetas sin honor’ (Oxford University Press, 2022).