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'Le dieron ketamina a una niña': los duros relatos de los israelíes liberados por Hamás

Karina y sus hijas Yuval y Mika fueron liberadas en la tregua. Padre de las menores fue asesinado.

Karina y sus hijas Mika y Yuval fueron secuestradas por Hamás el 7 de octubre y liberadas el pasado 27 de noviembre.

Karina y sus hijas Mika y Yuval fueron secuestradas por Hamás el 7 de octubre y liberadas el pasado 27 de noviembre. Foto: Cortesía familia Engelbert y Al-Qassam video

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“Mi hermana Karina es una mujer fuerte. Es una leona. Y verla destruida es para mí ver el mundo que se ha destruido. Karina es de las personas que maneja el mundo, el mundo no la maneja ella. Pero ahora no sabe si tiene que irse para la derecha o para la izquierda. No sabe lo que hace. Está perdida en el mundo y perdida en su propio país”.
El 7 de octubre, Karina Engelberg, de 51 años; Ronen Engel, de 54; Mika, de 18 años; y Yuval, de 11, estaban en su casa en el Kibutz Nir Oz, a solo 1,6 kilómetros de la Franja de Gaza. Ese sábado, como todo Israel, se despertaron con las alarmas que indicaban un ataque aéreo proveniente de Gaza.
Pero, esta vez no eran solo misiles. Miles de integrantes de Hamás cruzaron el muro fronterizo y protagonizaron escenas dignas de una película de horror en los kibutz del sur del país: asesinaron a 1.200 personas y se llevaron como rehenes a más de 240, incluida toda la familia Engel. A las casas les prendieron fuego y otras solamente las saquearon.
Karina, Mika y Yuval fueron liberadas por Hamás el pasado 27 de noviembre en el cuarto día de tregua humanitaria entre Israel y el grupo islamista. Ronen, al contrario, fue asesinado por Hamás y su cuerpo permanece dentro del enclave palestino.
Karina, Ronel, Yuval y Mika, secuestrados por Hamás el 7 de octubre.

Karina, Ronel, Yuval y Mika, secuestrados por Hamás el 7 de octubre. Foto:Cortesía familia Engelbert

La historia la cuenta Diego Engelbert, hermano de Karina, mientras la familia intenta recuperarse de los horrores del secuestro. Este cordobés de 60 años llega cada vez que puede hasta la Plaza de los Secuestrados, ubicada justo al frente de las instalaciones del Ministerio de Defensa israelí, donde hoy se concentra todo el recuerdo de quienes fueron asesinados o quienes aún no han vuelto junto a sus familias después del ‘sábado negro’.
Allí, una gran mesa ocupa lado a lado de la plaza: 240 puestos, uno por cada secuestrado hace dos meses. Y un gran cronómetro cuenta los días, las horas, minutos y segundos que los secuestrados por Hamás pasan lejos de su casa.
Diego divide su vida entre apoyar la recuperación de su hermana y sus sobrinas, y la difusión de su historia para que nadie se olvide de lo que pasó en el país hebreo. Cada tanto busca un periodista u otra persona a la que contarle el horror que vivió su familia en Gaza, pero sobre todo para presionar para que el cuerpo de su cuñado regrese a su familia para poder llorarlo y despedirlo como desean.
Diego Engelbert, hermano de Karina y tío de Yuval y Mika, secuestradas por Hamás el 7 de octubre en Nir Oz.

Diego Engelbert, hermano de Karina y tío de Yuval y Mika, secuestradas por Hamás el 7 de octubre en Nir Oz. Foto:Fuente Latina

Del kibutz a los horrores del secuestro

A las 6:30 a. m. del 7 de octubre, Karina, Yuval y Mika corrieron al refugio mientras Diego hacía lo mismo, pero en su casa en la ciudad de Kfar Saba. Ronen, por su parte, salió de la casa a ayudar, pues era paramédico voluntario. Como era costumbre cuando sonaban las alarmas, utilizaron el grupo de Whatsapp de la familia para confirmar que todos estaban bien. Y aunque al principio se reportaron en buen estado, unas horas después empezó el horror.
“A las 9:30 llamé a Karina y Karina me atendió, pero en silencio. Habló muy bajo, pero han pasado 84 días y todavía la escucho. Dijo que entraron a la casa de ellos. Una llamada de cinco segundos y después no tuve más información de mi hermana, de sus dos hijas y de Ronen. Hasta 51 días después”, narra Diego a EL TIEMPO.
Romina -otra de las hermanas de Karina- le dijo a la prensa internacional que la ubicación del teléfono de la mujer de origen argentino daba a la Franja de Gaza como último punto de localización de la familia. Aun así, se desconocía si estaban vivos, secuestrados o si estaban entre el grupo de cuerpos que, por el nivel de sevicia con el que fueron asesinados por Hamás, ni siquiera se han podido identificar.
Hasta que, el 27 de noviembre -en el cuarto día de tregua entre Israel y Hamás-, recibieron una llamada. “Nos llamaron del Ejército y nos dijeron que las chicas venían para Israel. Nos dijeron que Yuval estaba herida y que Mika tenía heridas, pero estaba bien. Después de unas cuantas horas llegaron al hospital y nos encontramos”.
Las fotos de su liberación le dieron la vuelta al mundo rápidamente. Yuval salió de Gaza de la mano de su madre Karina, aunque en una silla de ruedas y con un yeso en una de sus piernas. Mika, por su parte, llevaba en sus brazos a una de las mellizas de la vecina. Ronen no salió de Gaza y esa misma semana el Ejército les informó que el hombre había sido asesinado por Hamás.
“El cuerpo de él lo tiene Hamás. Si el corazón de nosotros estaba destruido, estaba roto, eso nos desarmó. Karina perdió a su esposo, Mika y Yuval y su otro hijo Tom, que ese fin de semana no estuvo en la casa (es reservista del Ejército) y por eso se salvó, perdieron a su padre. Es ver otra vez cómo les cierran la luz de la vida”, dice Diego con su voz entrecortada.
Pero, los horrores no llegaron a su fin tras salir de Gaza y los 110 liberados hoy buscan cómo reponerse ante las cicatrices físicas y emocionales que les dejaron los días de incertidumbre, hambre, dolor o maltrato que vivieron.
Tras su regreso a casa, por ejemplo, se supo que Karina fue llevada a Gaza tras ser golpeada y, una vez en el enclave, estuvo 23 días separada de sus hijas. Mika y Yuval fueron secuestradas en una camioneta que chocó y fue allí donde la menor de las Engel se rompió la pierna.
“Karina salió del refugio con un cuchillo. Salió sola para darle a las hijas una oportunidad de que estuvieran escondidas y que se pudieran salvar. A Karina la raptaron en una moto y ella hizo de todo para caerse. Les pegó, los mordió, les gritó. Pero al final pararon, la agarraron, le pegaron y siguieron el escape. Después agarraron a Mika y a Yuval. Las entraron a un jeep y empezaron a escapar con las dos. Chocaron y Yuval se rompió la pierna”, cuenta Diego.
Según el relato de las víctimas -que Diego reproduce entre lágrimas, parado en un costado de la Plaza de los Secuestrados-, los milicianos le dieron ketamina a Yuval para que no llorara o gritara, un sedante muy potente que puede llegar a ser peligroso, e incluso la operaron en un hospital dentro de la Franja de Gaza.
Ronen Engel, asesinado por Hamás, en compañía de sus hijas.

Ronen Engel, asesinado por Hamás, en compañía de sus hijas. Foto:Cortesía familia Engelbert

“Darle una droga a una niña que todavía no tiene 11 años para que se calle la boca. No sé en qué mundo se hace eso. Dos veces la operaron sola. La única persona grande que estaba era su hermana. Sin el idioma, sin nadie que la abrace, sin nadie que le dé un vaso de agua. ¿Qué monstruos le hacen eso a una nena de 11 años y a una nena de 18 años”.
Y mientras su hija era operada en compañía de su hermana mayor, Karina pasaba más de 20 días sola en un sótano de una casa en Gaza. La cordobesa, que llegó a Israel hace más de 30 años, venía de superar el cáncer de mama y estuvo todo el tiempo sin los medicamentos que necesitaba.
“Karina estaba sola debajo de un sótano de una casa común. Ella escuchó todo, escuchó cómo llamaban a los chicos que salían afuera a jugar, cuando era la hora de comer, cuando era la hora de irse a bañar. Estuvo 23 días en un sótano casi sin comer”.
Bajó 11 kilogramos porque había comida solo una vez al día. En esas jornadas, pita con queso, pita seca y luego pita con hongos fueron su único alimento. “Así como tiran un pedacito de pan para darle al perro, así la tuvieron 23 días en los que ella solo pensaba en dónde estaban sus hijas”, relata.
La Franja de Gaza vista desde el kibutz Nir Oz, en el sur de Israel. En esa comunidad, 100 personas fueron secuestradas o asesinadas por Hamás.

La Franja de Gaza vista desde el kibutz Nir Oz, en el sur de Israel. En esa comunidad, 100 personas fueron secuestradas o asesinadas por Hamás. Foto:Angie Ruiz. EL TIEMPO

Después de ese periodo, llegó el reencuentro con sus hijas. Dice que un hombre la sacó del sótano en el que estaba y la llevó a otro. Unos minutos después, Yuval y Mika también llegaron allí y pasaron 30 días hasta que se enteraron que volverían a casa.
Estuvieron 30 días en un sótano. 12 personas comiendo tres latitas de atún. Una vez les dieron para bañarse. Les trajeron botellas de agua y jabón. Estaban con hombres armados y siempre las amenazaban porque no podían llorar, no podían gritar, no podían hablar duro, no podían cantar. Y así pasaron los días hasta que les dijeron que las soltaban a casa. Y desde ese día están acá en el hospital”.
Diego dice que desde que llegaron al centro médico en Tel Aviv no solo han conocido los duros momentos que pasaron Karina y sus hijas -aunque después de varios días, pues en un principio las mujeres no querían contar lo que pasó-, sino también las historias de todos los liberados, pues el hospital organizó un área solo para los rehenes y sus familias.
Conocieron por ejemplo la historia de Eitan Yahalomi, un menor de 12 años que fue golpeado y obligado a ver los videos de la masacre cometida por Hamás en los kibutz. “A las mujeres y a las nenas no las tocaron. Pero a los chicos los trataron mal. A Eithan le pegaron con cables. A otros de los chicos que estuvieron allá y que eran más grandes también les pegaron”.
El tiempo juega en contra de los rehenes, no solo los que están enfermos o no reciben medicina. Contra todos
Chen Goldstein-Almog, otra de las liberadas, por su parte, le contó a The Times of Israel que varias jóvenes fueron violadas y que varios rehenes fueron lastimados en cautiverio. “Había chicas ahí que estuvieron solas, solas 50 días, jóvenes de 19 años, solas, que pasaron cosas difíciles, personalmente. Fueron violadas, lastimadas, algunas resultaron heridas”, le dijo al diario citado.
Justamente por esos relatos, los familiares de los 129 rehenes que siguen en Gaza hoy presionan con fuerza al gobierno y a la comunidad internacional, pues son conscientes de que a sus familiares se les acaba el tiempo dentro de la franja palestina y que, como ya ocurrió, pueden morir en un bombardeo israelí o ser asesinados por su propio ejército si los confunden con integrantes del grupo palestino.
“La única manera de que el tema siga vigente es que la gente no se olvide, porque el tiempo juega en contra de los rehenes, no solo los que están enfermos o no reciben medicina. Contra todos. Hay que sacarlos de ahí lo antes posible”, dice por ejemplo Itzik Horn, el padre de los argentinos Iair y Eitan, también secuestrados en Nir Oz.
Itzik Horn, el padre de los argentinos Iair y Eitan, también secuestrados en Nir Oz.

Itzik Horn, el padre de los argentinos Iair y Eitan, también secuestrados en Nir Oz. Foto:Fuente Latina

Hace una semana, Ismail Haniyeh, jefe del brazo político de Hamás, viajó a Egipto para reabrir las conversaciones con Israel para una nueva tregua que permitiera el intercambio de rehenes por prisioneros palestinos. Israel, según fuentes enteradas de las conversaciones, ofrecía hasta dos semanas de cese el fuego a cambio del retorno a casa de más de 40 secuestradas.
Pero Hamás exigió la retirada total de Israel de Gaza y un cese definitivo de los combates en el enclave palestino, por lo que las posibilidades de un pronto retorno de más secuestrados quedaron en el aire. Justo, además, cuando el Ejército israelí ya confirmó la muerte de 22 de ellos dentro de Gaza.
“Si tengo que negociar con el diablo para liberar a los rehenes después me ocuparé de ver qué hago con el diablo. Hoy no me pidan que razone. Yo hablo del estómago. Si hay que liberar a los 6.000 presos palestinos libérenlos. Tarde o temprano, igual van a volver a caer”, dice Horn.

Construir una vida tras el secuestro

Karina, Yuval y Mika ya completan un mes en libertad. Diego dice que aún les queda un tiempo en el hospital pues Yuval, por ejemplo, necesita más medicamentos y tratamientos para la infección que tiene en su pierna y le hacen falta algunas cirugías.
La principal ayuda que reciben hoy es psicológica. Según Diego, cuando suenan las sirenas que les indican que hay que ir a los refugios, sus sobrinas y su hermana sienten pánico y, una vez allí, sienten miedo de volver a salir. Pero, también él se ha visto afectado. Ya no siente pasión por ir a enseñar, aunque es maestro de niños en un jardín, y siente miedo de salir a la calle o de estar cinco minutos solo.
“Mi sobrina no tiene dónde ir a llorar. Mi hermana no tiene dónde ir otra vez a estar con su esposo. Karina es una de las mujeres más fuertes que conozco en mi vida. Meses atrás ganó el cáncer, el cáncer de mama. Y pasó todo lo que pasó. Ahora solo la vemos destruida”.
Plaza de los secuestrados en Tel Aviv, Israel.

Plaza de los secuestrados en Tel Aviv, Israel. Foto:Angie Ruiz. EL TIEMPO

Pero, el proceso de recuperación familiar se extiende más allá de las paredes del hospital. Las autoridades les están ayudando a sacar sus documentos de identificación e incluso a reabrir sus cuentas de banco para iniciar la vida casi desde cero. “Están trabajando para que puedan empezar a tener vida otra vez. Sacarle el DNI, sacarle teléfonos nuevos, carnet, empezar la vida otra vez, desde cero, sin casa, sin el esposo. Con lo que pasa con Yuval, lo que pasa con Mika. La vida misma de ella, de Karina, empezar todo de cero, todo de nada”.
Diego dice que este no es el tiempo de hablar de responsables o culpables o de esas cosas que fallaron para que el 7 de octubre cientos de milicianos entraran a sus comunidades sin que el Ejército llegara a ayudarlos, y menciona que la prioridad es tratar las heridas de quienes regresaron y presionar más fuerte para que vuelvan quienes aún están en Gaza.
“Después vamos a hablar de política. Ahora es el tiempo de abrazar y atender las heridas de los que están heridos. Ayudarles a que sean más fuertes espiritualmente. Pero no va a ser fácil. No es una historia de una, dos o tres semanas. Es de años y años de trabajo para poder seguir y que estas heridas les pasen. Una niña de 11 años que ya perdió el padre, que no tiene casa, que no está con sus amigos”, dice Diego.
A este argentino-israelí ya no le quedan tantas certezas sobre el futuro. Pero de lo único que está convencido es de que su hermana Karina y sus sobrinas van a salir adelante y que, poco a poco, reconstruirán la vida que les arrebataron el 7 de octubre.
“Ella va a hacer su casa y va a hacer su casa más fuerte y mejor. Y las hijas van a recibir todos lo mejor que van a recibir, porque así es mi hermana. Pero hace falta tiempo. Esto no será una carrera de 100 metros, será una maratón. Y no vamos a parar hasta que estemos acá”.
ANGIE NATALY RUIZ HURTADO
ENVIADA ESPECIAL EL TIEMPO
TEL AVIV

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