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El reto de los Brics ‘al mundo según Occidente’

Con China de líder, este grupo siempre ha propugnado una visión alternativa a la gobernanza global.

Los presidentes de Brasil, China y Sudáfrica, junto al primer ministro de la India, y el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, en la cumbre de los Brics.

Los presidentes de Brasil, China y Sudáfrica, junto al primer ministro de la India, y el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, en la cumbre de los Brics. Foto: EFE

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La cumbre de los Brics que ha concluido la semana pasada –reunión de los líderes de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– había sido pregonada como un evento decisivo que podría cambiar los contornos de las relaciones internacionales. Algunos la compararon con la Conferencia de Bandung de 1955, que sentó las bases para el Movimiento No Alineado, mientras que otros anticipaban progreso hacia un sistema alternativo de gobernanza global adecuado para un mundo multipolar. Pero lo que demostró la cumbre es que los agravios compartidos por los no se traducen en una visión compartida.
los Brics siempre han sido más de declaraciones que de sustancia, y cada socio utiliza el foro como una plataforma para avanzar sus propios intereses.
La decisión del bloque de itir a seis nuevos –Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos– parecería respaldar las predicciones de un orden mundial reformulado por los Brics. Después de todo, se rumorea que más de 40 países competían por pertenecer al bloque, aunque nunca se dio a conocer una lista formal.
Pero la ampliación del bloque –al igual que el empujón a favor de una desdolarización– no pasa de abordar las cuestiones de más fácil solución. La cumbre ofreció pocas soluciones a los enormes y espinosos desafíos globales que exigen una atención urgente. Y es probable que siga siendo así: los Brics siempre han sido más de declaraciones que de sustancia, y cada socio utiliza el foro como una plataforma para avanzar sus propios intereses. Una membresía más amplia, e inclusive más heterogénea, impedirá un consenso sobre las cuestiones importantes.

El caso sudafricano

Empecemos por Sudáfrica, el país anfitrión de la cumbre. El país no solo fue excluido de la cumbre del G7 a comienzos de este año; también ha enfrentado críticas por su supuesta postura neutral en la guerra de Ucrania, y Estados Unidos lo ha acusado de entregar armas y municiones a Rusia. En un discurso el día 20, el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, observó que “algunos de nuestros detractores prefieren un apoyo manifiesto a sus elecciones políticas e ideológicas”, y prometió no dejarse “arrastrar a un conflicto entre potencias globales”.
Mientras tanto, Ramaphosa se ha esforzado por destacar los vínculos de Sudáfrica con China: su relación bilateral, comentó recientemente, “es casi tan antigua como nuestra democracia”. Pero el “mayor socio comercial” de Sudáfrica no es China, como alega Ramaphosa, sino la Unión Europea, y Sudáfrica comercia más con la UE y Estados Unidos que con los otros Brics.
Para Sudáfrica, los Brics son una plataforma conveniente para impulsar su liderazgo en África y por el resto del mundo.

Su gran impulsor

Presidente chino, Xi Jinping, en la cumbre de los Brics.

Presidente chino, Xi Jinping, en la cumbre de los Brics. Foto:

China siempre ha tenido designios similares para los Brics: usarlo como una herramienta de influencia geopolítica, incluso para defender una visión alternativa de gobernanza global. En este sentido, el reciente encuentro tenía particular importancia. Después del acuerdo entre Japón, Corea del Sur y Estados Unidos para ampliar la cooperación económica y de seguridad, la cumbre ofreció una oportunidad para que China impulsara su visión de los Brics como una alternativa a gran escala para el G7, con el presidente chino, Xi Jinping, al mando.
Los de los Brics probablemente lleguen a abarcar algunas de las cuestiones prioritarias de China, como contrarrestar las “medidas unilaterales y proteccionistas” como las sanciones comerciales. Y, hasta en ámbitos donde no están de acuerdo, China podría usar su peso económico –el país representa el 70 % del PIB del bloque– para influenciar. Después de todo, fue el principal defensor de la ampliación del grupo; una medida que los demás, con la excepción de Rusia, rechazaban –hasta que dejaron de hacerlo–.
El Kremlin, por su parte, ve a los Brics como un medio fundamental para enfrentar el aislamiento internacional de Rusia. El presidente ruso, Vladimir Putin –que participó en la cumbre de manera virtual, para no ser detenido por una orden de la Corte Penal Internacional–, utilizó su tiempo en el “estrado” para intentar reunir apoyo para su narrativa sobre la guerra en Ucrania. En términos más amplios, Rusia –al igual que China– espera que los Brics puedan construir alternativas para las iniciativas y alianzas lideradas por Occidente.
No todos los Brics comparten esta visión. India, que está atrapada en un prolongado conflicto fronterizo con China, quiere representar al Sur Global en la escena mundial, sobre todo para fomentar el desarrollo económico. Pero también quiere mantener una política exterior independiente. Por ello, India rechazó la idea de que el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (el Quad) –con Australia, Japón y Estados Unidos– se asemejara a una alianza militar. Brasil, otra democracia viciada, también parece preferir un verdadero no alineamiento, y tiene ambiciones de actuar como un balanceador diplomático.
El primer ministro indio, Narendra Modi, en la cumbre de los Brics.

El primer ministro indio, Narendra Modi, en la cumbre de los Brics. Foto:AFP

Pocos resultados

El comunicado final ofrece mucha retórica aspiracional, pero no mucho más. Criticar el orden internacional es mucho más fácil que construir uno nuevo.
Visiones e intereses divergentes han perjudicado a los Brics desde su comienzo. Como escribió en 2021 Jim O’Neill –quien acuñó el término (por entonces, Bric) en 2001–, más allá de “crear el Banco del Brics, hoy conocido como el Nuevo Banco de Desarrollo” y reunirse anualmente, “es difícil ver qué ha conseguido el grupo”. Desde entonces, poco ha cambiado; una multitud de nuevos difícilmente contribuirá a la coherencia del grupo –y mucho menos a su efectividad–.
La última cumbre podría haber incluido importantes conversaciones sobre temas como la introducción de una moneda común de los Brics y el Acuerdo de Granos del Mar Negro, que Rusia frustró recientemente. Pero, como suele suceder en estas reuniones, el comunicado final ofrece mucha retórica aspiracional –como compromisos con un “multilateralismo inclusivo” y un “crecimiento mutuamente acelerado”–, pero no mucho más. Criticar el orden internacional es mucho más fácil que construir uno nuevo.
Pero aunque esta cumbre de los Brics no suponga el fin del orden actual, sí resalta hasta dónde han llegado los extendidos reclamos en su contra, y cuán dispuestos están muchos países a desafiar el statu quo. Occidente debe estar atento a las señales de advertencia.
ANA PALACIO*
© PROJECT SYNDICATE
MADRID
(*) Ex ministra de Asuntos Exteriores de España y ex vicepresidenta sénior y consejera general del Banco Mundial. Es profesora invitada en la Universidad de Georgetown.

Los nuevos socios

Argentina, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto y Etiopía se incorporarán en enero de 2024 al bloque de países emergentes Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), que busca expandir su influencia global. Una visión de conjunto de los seis nuevos :
Argentina: Tercera economía latinoamericana, se enfrenta a una inflación endémica, de dos dígitos desde hace más de doce años y actualmente se acerca al 115% interanual. En los primeros siete meses del año el aumento acumulado del costo de la vida alcanzó el 60,2 %, y pese a las ayudas sociales, cerca del 40% de los 46 millones de argentinos viven en la pobreza. Argentina también tiene dificultades para pagar una deuda de 44.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI). Su candidatura fue apoyada por el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que criticó los préstamos “asfixiantes” de los organismos internacionales.
Arabia Saudita: Primer exportador mundial de petróleo y la mayor economía árabe. Preocupado por ser menos dependiente de las energías fósiles, este país ultraconservador inició un gran programa de reformas económicas y societales estos últimos años. El reino registró un crecimiento anual del PIB de 8,5 % en 2022. La población actual se estima en 32,2 millones de habitantes, la mayoría menores de 30 años.
Emiratos Árabes Unidos: La federación de siete emiratos, peso pesado de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep), diversifica desde hace décadas su economía y depende cada vez menos de los hidrocarburos, que representan el 30 % del PIB de este país de unos 10 millones de habitantes. Los Emiratos, primer país árabe con una central nuclear, construyeron dos de los mayores parques solares del mundo en Abu Dabi, la capital, y Dubái, centro financiero, inmobiliario y turístico de la región. Aliados de Arabia Saudita y de Estados Unidos, y con buenas relaciones con Rusia o China, fueron el primer país del Golfo en normalizar la relación con Israel en 2020.
Irán: Con una economía muy afectada por duras sanciones internacionales, dispone de la segunda mayor reserva mundial de gas, después de Rusia, y las cuartas mayores reservas probadas de petróleo. Las sanciones de Estados Unidos (tras el fin del acuerdo nuclear en 2018), aislaron a este país de 88 millones de habitantes del sistema financiero internacional. El persistente desplome de la moneda nacional alimenta una inflación galopante. Desde principios de año, Irán se mostró muy activo en la escena diplomática, con la ambición de reducir su aislamiento estrechando lazos con China y Rusia, y reconciliándose con sus vecinos árabes.
Egipto: Sede de la Liga Árabe, es un actor importante en la escena diplomática árabe. La economía del país, uno de los principales importadores de cereales del mundo, se vio duramente golpeada por la invasión rusa de Ucrania a principios de 2022, que disparó los precios del trigo. La inflación alcanzó el 36,8% en junio, récord absoluto en este país de 105 millones de habitantes. Muy endeudado, Egipto tuvo que recurrir en los últimos años a rescates de los países del Golfo y del FMI.
Etiopía: Segundo país más poblado de África con 123 millones de habitantes, fue durante la década de 2010 una de las economías más dinámicas del mundo. Pero su crecimiento se vio frustrado por la pandemia de covid-19, las catástrofes climáticas, el conflicto en la región del Tigré (norte) y la guerra en Ucrania. El país sigue siendo uno de los menos desarrollados del mundo según el índice de desarrollo humano del Pnud. Tradicionalmente no alineado, tiene lazos estrechos con Rusia y China (su principal socio comercial), pero también con Estados Unidos.
AFP - París

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