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'Boric comete un error al inspirarse en Salvador Allende': exdirigente comunista

Sergio Muñoz reflexiona sobre los errores que se cometieron antes y después del golpe de 1973.

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PERIODISTA INTERNACIONALActualizado:

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Quien fuera uno de los principales dirigentes de las Juventudes Comunistas en Chile, en los años del gobierno del presidente Salvador Allende (1970–1973), hoy día es un crítico sobre el simbolismo del derrocado mandatario hace 50 años y sobre lo que fue la experiencia que encabezó.
Prisionero de la dictadura, Sergio Muñoz Riveros estuvo en la Villa Grimaldi, el mayor centro de torturas que funcionó en los años de gobierno del general Augusto Pinochet (1973-1990). Al conseguir la libertad, a fines de 1976, se exilió en Países Bajos.
El conocimiento de los crímenes del estalinismo y del tipo de régimen totalitario establecido por los comunistas en todos los países en los que se tomaron el poder, llevaron a que Muñoz repensara sus convicciones ideológicas.
El escritor y analista político, además de académico en la Universidad San Sebastián en Santiago de Chile, habló con EL TIEMPO sobre el pasado y presente de su país.
Sergio Muñoz Riveros, exdirigente comunista.

Sergio Muñoz Riveros, exdirigente comunista. Foto:Archivo particular

En el momento del golpe de Estado, usted era dirigente de las juventudes comunistas. ¿Qué impacto tuvo en su vida la llegada de Pinochet al poder?

Mi vida cambió radicalmente. Estaba casado, tenía un hijo de 6 años y la incertidumbre fue total. Aunque los años de Allende no habían sido de ningún modo placenteros, puesto que la crisis económico-social y la confrontación política no permitían ni dormir tranquilos, la llegada de la dictadura fue la entrada en otro país, en el que se derrumbó toda noción de derecho. 
Sobrevino entonces una represión inmisericorde contra los hombres y mujeres de izquierda. En rigor, se produjo un proceso de criminalización del Estado, cuyo costo humano fue devastador. ¿Cómo llegó Chile a esa situación? Es doloroso itirlo para quienes apoyamos a Allende, pero la dictadura de Pinochet no se entiende sin la experiencia del gobierno de la izquierda.

Usted fue prisionero en el macabro centro de torturas de Villa Grimaldi. ¿Cómo recuerda esa época?

Fui detenido por la Dirección Nacional de Inteligencia (Dina), la policía secreta de Pinochet, en julio de 1975, y estuve desaparecido más de un mes. Soy un sobreviviente y el sentimiento de serlo me acompañará hasta el final de mis días, asociado al recuerdo de los amigos y camaradas que fueron asesinados en aquel tiempo. 
Augusto Pinochet saluda a los chilenos durante el 11 de septiembre de 1973.

Augusto Pinochet saluda a los chilenos durante el 11 de septiembre de 1973. Foto:ARCHIVO EL TIEMPO

De la Villa Grimaldi partieron a la muerte muchos militantes del Partido Socialista, del Partido Comunista, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y de otras agrupaciones políticas. Tuve la suerte de que, en un momento en que fui trasladado a otro lugar de detención, Cuatro Álamos, la Cruz Roja Internacional registró mi presencia allí. Permanecí en prisión hasta noviembre de 1976. En aquellos días, aprendí cuán esencial es la protección de los derechos humanos en todo tiempo y lugar.

No obstante, usted ha sido crítico de lo que fue el gobierno de la Unidad Popular, aunque la figura de Allende sigue siendo un referente de la izquierda chilena. ¿Qué podría decir sobre él?

Salvador Allende merece respeto por la entereza mostrada en la hora final, pero ello no debe inhibir la crítica a su papel como líder político. En realidad, él no tuvo verdadera conciencia de lo que implicaba el proceso que desató desde la presidencia, el cual apuntaba, según sus palabras, al socialismo. 
Momento en el que Salvador Allende es condecorado como presidente de Chile.

Momento en el que Salvador Allende es condecorado como presidente de Chile. Foto:Archivo EL TIEMPO

No imaginó el efecto del plan estatizador de la economía que condujo a la inflación desatada, a la escasez, al mercado negro y, finalmente, a la desarticulación del aparato productivo. Por si fuera poco, Allende hipotecó sus poderes constitucionales ante una especie de gobierno de comité, integrado por los jefes partidarios. En los hechos, Allende no fue capaz de liderar ni a su propio partido, el Partido Socialista, en el que se expresaba la forma más insensata de un izquierdismo que no mide las consecuencias.

¿Cree que en su intento por sintonizar con quienes aupaban a Castro o al Che perdió el norte?

Allende no era un revolucionario, sino un socialdemócrata. Sin embargo, sucumbió al deseo de sintonizar con los tiempos guerrilleros y, de ese modo, ganar la adhesión de los jóvenes de izquierda hechizados por Fidel Castro y el Che Guevara. Intentó expresar una perspectiva radical creyendo, probablemente, que así obtendría el reconocimiento de los revolucionarios de pistola al cinto. 
Castro visitó Chile en noviembre de 1971. Su programa cubría diez días, lo que ya era excesivo, pero decidió quedarse 24 días contra la voluntad de Allende. Recorrió el país como agitador revolucionario y provocó un cuadro de enorme crispación política. En los hechos, Castro humilló al presidente de Chile en su propia casa.
Cuando, a fines de 1972, Allende se dio cuenta de que el país iba hacia el abismo, integró a los jefes militares al Gobierno, pero ya era tarde. La ceguera ideológica llevó a aquella izquierda a actuar de modo suicida.

¿Por qué finalmente decidió alejarse de este modelo y del Partido Comunista?

Influyeron muchas cosas de mi propia experiencia, pero, sobre todo, haber abierto los ojos ante el tipo de régimen impuesto por los comunistas en los países en que se tomaron el poder. Me ayudó a reflexionar el haber llegado a Holanda (Países Bajos) a comienzos de 1977, un país en que la democracia había echado sólidas raíces, era tolerante, abierto a todos los debates, y además próspero. Ingresé a la Universidad de Ámsterdam y me convertí en el estudiante dedicado que no había podido ser en Chile.
La princesa Amalia hizo la bandera de Países Bajos celebrando su graduación.

La princesa Amalia hizo la bandera de Países Bajos celebrando su graduación. Foto:Sem Van Der Wal. EFE

¿De dónde vinieron sus tormentas de conciencia?

Mis tormentas de conciencia están muy ligadas al conocimiento de los crímenes del estalinismo. Amanecí una noche leyendo Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitsyn, la más estremecedora denuncia de esos crímenes. Me sentí solidario de quienes luchaban contra el totalitarismo en Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Cuba... Regresé a Chile en 1984 y dejé de ser militante en 1986.

Actualmente, el Partico Comunista integra el gobierno del presidente Gabriel Boric. ¿Es muy distinto este del que usted conoció cuando militaba?

El Partido Comunista (PC) de los años 60, al que me incorporé, había recuperado la legalidad en 1958, y las propias persecuciones sufridas le habían enseñado a valorar la democracia en términos no puramente tácticos. Intentó alejarse de la noción de asalto al poder y asumir una posición reformista, con lo cual chocó con las corrientes de la izquierda latinoamericana que querían copiar el modelo cubano de al poder. 
Boric comete un inmenso error al considerar la experiencia del gobierno de Allende como fuente de inspiración
Aunque su discurso seguía apelando a la revolución, el PC reivindicaba los avances parciales. Condenaba el terrorismo y el vandalismo, y rechazaba todo nexo con los elementos del lumpen. En los años de Allende, fue el partido más realista. Es muy grande la diferencia con el partido de hoy, que se entusiasmó con la ola de violencia, destrucción y pillaje que buscó derrocar al gobierno constitucional del presidente (Sebastián) Piñera, en octubre de 2019.

La figura de Allende ha sido constantemente reivindicada por el gobierno del presidente Boric y parece ser una fuente de inspiración para él. ¿Qué puede decir al respecto?

El presidente de Chile, Gabriel Boric, durante la sesión de instalación del Consejo Constitucional en Chile.

El presidente de Chile, Gabriel Boric, durante la sesión de instalación del Consejo Constitucional en Chile. Foto:EFE

Gabriel Boric comete un inmenso error al considerar la experiencia del gobierno de Allende como fuente de inspiración. Allí, se sintetiza todo lo que no debe hacer.

¿Por qué el pasado dictatorial sigue siendo una herida abierta en Chile?

Mi amigo Iván Garzón Vallejo, politólogo colombiano y académico en una universidad chilena, publicó un ensayo brillante que se llama El pasado entrometido: La memoria histórica como campo de batalla. Allí, analiza la experiencia de varios países que han tenido que enfrentar las consecuencias de un pasado doloroso, entre ellos, Colombia naturalmente. 
Los traumas políticos y sociales dejan heridas que no son sencillos de curar, y plantean un complejo reto a la democracia. Es lo que hemos vivido en Chile. Aunque nuestro país avanzó en todos los terrenos en los últimos 30 años, el pasado sigue entrometiéndose. Lo que necesitamos es no repetir los errores catastróficos.

¿Qué reflexión hace a 50 años del golpe de Estado?

En primer lugar, que no podemos volver a perder la democracia, lo cual exige defensores consecuentes de los principios y normas que la hacen posible. Hay que rechazar sin ambigüedades la violencia como método político. El reto de la democracia es convivir en la diversidad, y ello solo puede materializarse en el marco del Estado de Derecho que protege las libertades. La incomprensión de ello es la génesis de nuestra tragedia.
ANDREA AGUILAR CÓRDOBA
Especial para EL TIEMPO
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