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Olas de calor: causas y efectos de las altas temperaturas en el mundo

Las alarmas se encendieron, de nuevo, por las muertes, los incendios, las sequías y el impacto en la salud mental de las personas.

Por: David Alejandro López Bermúdez.
Periodista de Reportajes Multimedia.
En redes: @lopez03david

Lo describen como uno de los círculos del infierno de Dante: varias zonas del mundo ardiendo en medio de temperaturas sin precedentes y con víctimas humanas y ecosistemas arrasados. La impotencia es total, pues mientras el número de muertes aumenta, los bosques se queman y los ríos se secan.

Europa, Asia, África y el norte de América se están quemando. La istración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (Nasa) reveló un mapa del 13 de julio en el que se ven las olas de calor en estas partes del planeta. Se registran hasta el momento más de 1.700 muertes por el evento sostenido, según informó la Organización Mundial de la Salud (OMS), puntualmente en España y Portugal. En este último país, las temperaturas alcanzaron los 45 °C; en Reino Unido, 40,3 °C; en Túnez se han reportado 48° C; en Shanghái, 40,9 °C, y en Irán el registro a finales de junio se ubicó en 52 °C.

(Lea: Cuando la temperatura sube en Europa, en Colombia llueve)

Un hombre de 77 años fue el primer fallecido en Mallorca (España) esta semana por golpe de calor —la forma más grave de lesión por estar expuesto a altas temperaturas—. El sujeto estaba caminando y se alcanzó a quitar la camisa a las 4:45 p. m. del domingo pasado. Otro hombre que estaba haciendo ejercicio vio al señor desplomado y dio aviso a emergencias. Pero no pudieron hacer mucho porque había muerto.

Desde el 12 de junio, los titulares de prensa en el mundo han reportado muertes por el calor extremo. En Madrid (España) otra historia conmocionó las redes sociales: un barrendero de 60 años, llamado José Antonio González, falleció en el Hospital Gregorio Marañón tras sufrir un golpe de calor mientras trabajaba en Puente de Vallecas. Un testigo llamó a las autoridades, que aseguraron que el hombre tenía una temperatura corporal de 41,6 grados. “Su horario no era el que tenía este día. Un compañero le pidió cambiar el turno y él aceptó”, relató su hijo al medio El Español.

Al otro lado del mundo, en Dallas (Texas, Estados Unidos), el departamento de salud del condado reportó que una mujer de 66 años fue la primera persona fallecida por problemas relacionados a las altas temperaturas. En Sinaloa (México), al menos cuatro personas han muerto por golpe de calor, según las autoridades. La Cancillería de Colombia aún no reporta fallecimientos de connacionales por esta causa en el mundo.

(Además: Periodista colombiana relata cómo es vivir en medio de la ola de calor en Europa)
Incendio registrada del Oak Fire cerca de Mariposa, California (EE. UU.), el 24 de julio de 2022.
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¿Qué está pasando?

Si se sigue por la línea religiosa, muchos dirían que lo que pasa en el mundo se parece a una escena del octavo capítulo del Apocalipsis. No en vano, la ola de calor ha sido denominada Apocalipsis4.800, haciendo referencia a las altas temperaturas registradas incluso en los Alpes italianos, donde se han reportado 0 grados, algo inusual para montañas de casi 5.000 metros sobre el nivel del mar en esta época del año. En promedio, la temperatura para esta época oscila entre -10 y -20 grados.

Pero esto no es un evento novedoso, solo es más intenso. Desde hace décadas se ha hablado de los efectos del cambio climático y del avance acelerado en el calentamiento del planeta. Y aunque en las cumbres globales de ambiente se han pactado acciones para mitigar los problemas, lo cierto es que las consecuencias son cada vez más notorias.
Científicos del mundo alertaron sobre lo que se ha vivido en India y Pakistán, y lo consideraron como un “presagio” de lo que vendría —y vendrá— después. En el primer país, los registros de las temperaturas en marzo —que ascendieron hasta 50 °C— fueron las más altas en 122 años, mientras que en el segundo, para ese momento, se registró una de las temporadas más secas: un 62 por ciento menos de lluvias de lo normal.

Un estudio global, retomado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) concluyó que la ola de calor en el sur de Asia fue 30 veces más probable por el cambio climático. En Pakistán se reportó casi un centenar de muertes durante esas semanas. Ahora, el país sufre los estragos de las lluvias monzónicas e inundaciones que ya dejan más de 300 muertos.

El año pasado, el norte de América fue testigo del calor extremo en el mundo. El pico máximo fue de 49,6 °C en Lytton (Columbia Británica), la temperatura más alta en la historia de Canadá. En ese lugar, reportes indican que 9 de cada 10 casas fueron destruidas por incendios por la ola de calor del momento. En ese país y en el occidente de Estados Unidos se registraron 798 muertes confirmadas, aunque la prensa local estima que la cifra se duplicó.

En la costa oriental del Mediterráneo, en Europa, se registró para ese momento la peor ola de calor en tres décadas. En el norte de Grecia, las temperaturas subieron a 47,1 °C. El Peloponeso y Atenas sufrieron los embates de incendios. Este año, el panorama no ha sido diferente, el país ha registrado hasta 43 °C, según agencias, y se han reportado emergencias en el norte.

La temperatura más alta registrada en Europa fue de 48 °C, en Grecia en 1977, según la OMM; aunque se presume que en 2021, en Sicilia (Italia) se registraron 48,8 °C.
Hace una semana y media, las autoridades del aeropuerto de Luton en Londres (Reino Unido) tuvieron que suspender la operación aérea para “reparar la pista después de que las altas temperaturas de la superficie provocaron el desprendimiento de una sección”, le dijo un portavoz a BBC Mundo. El Reino Unido registró por primera vez más de 40 °C en al menos 33 lugares; la más alta fue en Coningsby, con 40,3 °C.

España y Portugal han sido dos de los países más afectados. La OMS ha reportado más de 1.700 muertes en esas naciones, que es la única cifra global de víctimas. La Agencia Estatal Meteorológica española ha informado que la ola de calor se mantendría hasta otoño —que arranca el 23 de septiembre, en promedio— y que en al menos 25 provincias se han superado máximos históricos. En Llanes, en Asturias ​​por ejemplo— se superaron los 35 °C, unos 2,8 °C más que el récord de agosto de 2003. En Toledo y Cáceres se reportaron 44,9 °C.

Francia e Italia son los otros países afectados. En 64 localidades sas se han reportado incendios forestales y los termómetros han señalado hasta los 42,6 °C. En Brest, al occidente del país, se registraron 39,3 °C, superando el récord del 2003, cuando marcaron 35,1 °C. “Más de cuatro grados en Brest es colosal”, dijo Matthieu Sorel, climatólogo en Météo , a AFP.
Por su parte, en 19 ciudades italianas —incluidas Florencia, Milán, Roma, Turín y Venecia— se declaró la alerta roja por picos de hasta 40 °C y mínimos de 25 °C en los próximos días, según el Gobierno.

Algo que también ha sorprendido es que entre el 24 y 25 de julio se alcanzó la isotermia de 0 °C registrada en Suiza, a 5.184 metros sobre el nivel del mar, según informó MeteoSuisse. Es un reporte que no se veía desde hace casi tres décadas, cuando se detectó la misma temperatura a 5.177 metros el 20 de julio de 1995. Otro punto que ha sido causante de alarma es que en la península escandinava se ha alcanzado hasta 32 °C, unos 10 grados más del promedio para esta época del año.

En China, según el Observatorio Shanghái Xujiahui, se registró el 13 de julio la temperatura más alta hasta el momento: 40,9 °C. En redes sociales se han compartido imágenes de tres olas de calor que han provocado daños en infraestructura vial y casas.

Las causas

Cuando se consulta a expertos sobre lo que provoca las intensas olas de calor, la respuesta es común: la acción del hombre para profundizar el cambio climático. Y advierten que la humanidad se debería acostumbrar a eventos más extremos, intensos y largos.

Todo apunta a que se trató de un encuentro de varios factores que agravaron la situación actual. Según la OMM, el foco inicial comenzó en el norte de África y ha ido ascendiendo. En diálogo con BBC, el meteorólogo Scott Duncan explicó que “el verano boreal en desierto del Sahara coincidió con un sistema atlántico de baja presión entre las islas Azores y Madeira, ocasionando un calentamiento sostenido”. Y agregó: “El eje de baja presión cerca de Portugal actúa como un motor para elevar el calor hacia el norte”.

Pero también han tenido que ver los cambios en corrientes en chorro —un término que la OMM definió para las corrientes de aire que se mueve de occidente a oriente del hemisferio norte, en la troposfera o estratosfera—. En la región de Europa y Asia ha habido cambios en la circulación atmosférica, según el análisis de un equipo internacional de científicos de los datos de los últimos 42 años.

Los investigadores descubrieron que los vientos a gran escala que están en circulación por esta zona “están cambiando y provocando que los periodos en los que esta corriente se divide en dos ramas —llamados ‘doble chorro’—, se vuelven más duraderos”, informa Efe. El investigador de la Universidad de Columbia le explicó a esa agencia que esto sucede porque las tormentas que proceden del Atlántico, que ayudan a generar una especie de enfriamiento, se han desviado hacia el norte durante los estados de doble chorro, aumentando el desarrollo de olas de calor.
Esto se suma a la huella de carbono y los gases de efecto invernadero, la contaminación y la falta de transformación de los sistemas económicos mundiales para cumplir con los objetivos trazados en las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) desde hace años.

América Latina y el Caribe no se quedan atrás en el cambio climático y corren el riesgo de sufrir cada vez más consecuencias por cambios extremos en la temperatura. En el último informe de la Organización Meteorológica Mundial sobre el estado del clima se concluye que en la región la tasa media de aumento de temperaturas fue de 0,2 °C por década, entre 1991 y 2021, en comparación de los 0,1 °C registrados entre 1961 y 1990.

Además, señala que los glaciares de los Andes tropicales han perdido al menos un 30 por ciento de su superficie desde 1980. El nivel del mar en la región continuó subiendo a un ritmo más rápido que en el mundo y la temporada de huracanes en el Atlántico del 2021 —con la que se afectó seriamente la isla de Providencia, en Colombia— fue la tercera más activa de la que se tiene registro.

Los efectos

Cabe aclarar que las olas de calor impactan en varios ámbitos sociales. Las organizaciones internacionales climáticas y de salud coinciden en consecuencias como afectaciones en transportes, que derivan en consecuencias económicas por daños en las cadenas de comercio y en los trabajos operativos.

Sobre ese punto —la economía— el mundo está inmerso en una situación de incertidumbre causada por la guerra de Rusia y Ucrania, y la eventual recesión global, así como la alta inflación en la mayoría de países, causando un impacto negativo en las finanzas personales. En la situación actual, eso ha representado barreras en la accesibilidad de recursos para protegerse del calor, como una alta demanda en servicios básicos de agua o energía eléctrica.

Esto último está ligado al aumento del uso de ventiladores y aire acondicionados, elementos que no tienen todas las personas. Un estudio de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) indica que menos de un tercio de los hogares del mundo tienen aire acondicionado. Si se desglosa la cifra, en países como Estados Unidos y Japón, 9 de cada 10 hogares cuentan con uno, algo que contrasta con el 8 % de las 2.800 millones de personas que viven en las zonas más cálidas del mundo y tienen uno en casa.

La falta de a estos elementos o a usar electricidad en casa trae otra consecuencia: un aumento en la mortalidad. No en vano, la OMS dijo que las muertes por golpe de calor se pudieron evitar. Los adultos mayores, niños y grupos vulnerables son los más afectados por la desigualdad en los países, y por ende en ser atendidos en los sistemas de salud que también están concentrados en atender una nueva ola de contagios de covid-19.

En esto coincide la profesora Kristie L. Ebi de la Universidad de Washington, en un reciente análisis publicado en Project Syndicate: “Los recursos no deberían ser una barrera. Ya existen sistemas de alerta temprana, también en lugares de bajos recursos como Ahmedabad (India). Más aún, organizaciones como la Red de Información Mundial de Salud sobre el Calor reúnen experiencias y mejores prácticas locales y nacionales. La demanda de orientación adicional está creciendo, a la par de la creciente frecuencia y gravedad de las olas de calor.”
Pero también los efectos se ven en el medioambiente. A diario, en los últimos dos meses, se han reportado voraces incendios forestales en varios países. Portugal, España, Francia, Eslovenia, Grecia y Estados Unidos han sido los más afectados. Millones de personas han sido evacuadas de sus casas y miles de hectáreas de bosques se han perdido.

La prensa en España informó que en los primeros siete meses del año se han destruido 197.000 hectáreas de vegetación, una cifra que supera a lo perdido en 2012 cuando los incendios forestales destruyeron 189.376 hectáreas. En Italia, en el último mes se ejecutaron al menos 32.900 operativos para mitigar incendios forestales. En Portugal se han quemado 52.436 hectáreas este año, según el Sistema de Información de Incendios Forestales de Europa (Effis). Los hábitats y demás seres vivos también terminan afectados.

A esto se le suma la alerta por las sequías. La Comisión Europea señaló que casi la mitad del territorio de la Unión Europea está “en riesgo” de sufrir por la falta de precipitaciones prolongadas, lo que, desde luego, impactará en la agricultura y en la alimentación de las personas.

“Francia, Rumania, España, Portugal e Italia probablemente tendrán que hacer frente a una caída de la productividad de los cultivos”, sobre todo de los cereales, generada por el “estrés hídrico y térmico”, explicó el Centro Común de Investigación (JRC, por sus siglas en inglés) en su informe de julio. Y alertan que en países como España los embalses están un 31 por ciento por debajo de la media de la última década. Lo anterior supone un alto riesgo en la seguridad alimentaria.
Otro punto, no menos importante, tiene que ver con la salud mental. Las investigadoras Laurence Wainwright, de la Universidad de Oxford, y Eileen Neumann, de la Universidad de Zurich, explicaron en el portal The Conversation que hay un aumento de al menos 10 por ciento de las visitas a las salas de urgencias de los hospitales cuando las temperaturas superan el cinco por ciento del promedio.

Además, citan estudios publicados en Nature y la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos que indican que las olas de calor se han relacionado con un aumento de los síntomas depresivos y en los síntomas de ansiedad en pacientes con este trastorno. También, una relación entre las altas temperaturas diarias y los picos de humedad relativa con el suicidio y los intentos de suicidios. “Por cada grado de aumento de la temperatura media mensual, las muertes relacionadas con la salud mental aumentan en un 2,2 por ciento”, señalan.

Las científicas indican que también se puede ver afectada la capacidad de razonar en personas que no padecen algún trastorno mental: “Las investigaciones demuestran que las áreas del cerebro responsables de enmarcar y resolver tareas cognitivas complejas se ven afectadas por el estrés térmico. Cuando las personas no piensan con claridad debido al calor, es más probable que se frustren, y esto, a su vez, puede llevar a la agresión”. Y agregan que “hay pruebas sólidas que relacionan el calor extremo con el aumento de los delitos violentos. Incluso, un simple aumento de uno o dos grados centígrados en la temperatura ambiente puede provocar un aumento del 3 al 5 por ciento en las agresiones”.

En últimas, cada efecto se convierte en un eslabón de una cadena que perjudica la vida en el mundo y que se agravaría si no se toman acciones concretas. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) ha señalado que las temperaturas subirán de forma más rápida en las áreas europeas que en otros sitios. En la zona del Mediterráneo se prevé que haya cambios más fuertes en los próximos años si el calentamiento global supera los 2 °C, lo que implicaría un aumento de las sequías e incendios forestales, disminución de las precipitaciones, las cubiertas de nieve y la velocidad del viento.

“En el futuro, este tipo de olas de calor van a ser normales. Veremos extremos más fuertes. Hemos bombeado tanto dióxido de carbono a la atmósfera que la tendencia negativa continuará durante décadas. No hemos podido reducir nuestras emisiones a nivel mundial”, dijo Bob Stefanski, jefe de Servicios Climáticos Aplicados de la OMM.

El complejo asunto del cambio climático, que se ha repetido en cientos de conferencias de todos los niveles en este siglo, es una situación que de una vez por todas debería tomarse en serio. La responsabilidad es transversal, no solo es una obligación gubernamental. Cada persona puede aportar desde su entorno para mitigar los causantes del daño al planeta. En nuestras manos está retrasar el verdadero apocalipsis.
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Créditos

Redacción: David Alejandro López Bermúdez, Edwin Caicedo Ucros y Ana González Combariza.
Edición del especial: José Alberto Mojica Patiño, editor de Reportajes Multimedia.
Diseño de apertura: Dany Esteban Valderra. 
Datos: Yaleni Solano Alarcón.
Videos: Julián Espinosa y Marco Cárdenas Soler.
Jefe de Diseño: Sandra Rojas.
Editor de Mesa Central: Jhon Torres.