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Análisis
La mujer demócrata que le inyectó un nuevo aire a las elecciones de EE. UU.
La vicepresidenta tiene varias fortalezas y puntos a favor en su pulso con el republicano Trump.
Kamala Harris, vicepresidente y posible candidata Foto: Instagram Kamala Harris
En la historia política estadounidense se van a escribir libros sobre lo acontecido en el último mes en ese país. En un lapso de apenas cuatro semanas, la carrera por la presidencia de Estados Unidos se ha torcido, transformado, trastocado y reiniciado. Ahora, a menos de 100 días de la elección (se celebra el 5 de noviembre), los estadounidenses empiezan a transitar la recta final de la carrera presidencial.
Desde el inicio de la campaña, la principal preocupación de los votantes alrededor del presidente Joe Biden era su edad. Biden, que ya es el presidente estadounidense de más edad de la historia, cumpliría 86 años al final de un hipotético segundo mandato de cuatro años. Tanto en las encuestas nacionales como de los estados oscilantes, los votantes expresaron serias dudas sobre su capacidad para mantener la agudeza mental necesaria para dirigir el país a una edad tan avanzada.
La actuación desastrosa de Biden en el debate presidencial del 27 de junio pareció justificar las preocupaciones de los votantes. Su respaldo cayó significativamente, pero no catastróficamente, solo por la profunda impopularidad de su oponente, Donald Trump. Si Trump hubiese sido un candidato mínimamente más “normal”, pudo haber sacado mucha más ventaja.
En las semanas posteriores al debate, mientras Biden, su familia y su círculo íntimo lidiaban con el interrogante de si debía o no bajarse de la carrera electoral, Trump se recluyó y pasó más tiempo en la cancha de golf que ante la mirada pública. Cuando apareció para un mitin de campaña en Pensilvania el 13 de julio, la saga electoral de Estados Unidos se volvió más dramática. Mientras pronunciaba su discurso, se escucharon disparos y una bala de un francotirador le rozó la oreja.
La campaña electoral de 2024 tiene una nueva imagen icónica. Foto:Reuters
Inclusive después del atentado –que Trump convirtió en una serie de imágenes astuta, con un puño en alto ante la multitud y la mejilla manchada de sangre–, el respaldo al expresidente y candidato no aumentó en números. Tampoco ganó mucha tracción después de la Convención Nacional Republicana en Milwaukee (del 15 al 18 de julio), donde oficialmente aceptó su nominación como candidato presidencial del Partido Republicano con un discurso laberíntico, calificado de incoherente y divisivo que contravino los llamados a la “unidad” de su campaña frente a la violencia política.
¿Cómo podía todo este drama no influir en los votantes independientes e indecisos o en los republicanos anti-Trump? En pocas palabras, a la mayoría de los estadounidenses no les seducía ninguna de las dos opciones. Sí, Biden es viejo, pero Trump, con 78 años, no es mucho más joven que él. El candidato republicano, además, es caótico, señalado por corrupto e irracional y probablemente implemente políticas que gozan de poco respaldo fuera de su base acotada y extremista.
Las torpezas de los demócratas
Los demócratas también cometieron torpezas estratégicas importantes. Mientras Biden se debatía sobre si seguir o no en la carrera, su campaña y todo el aparato político demócrata debieron haberse dedicado a atacar a Trump y a su flamante compañero de fórmula avalado por el Kremlin, J. D. Vance. Pero, por el contrario, el partido quedó suspendido en una suerte de modo de espera –y no es la primera vez que esto pasa–.
De hecho, en mis casi cinco años de trabajar junto con el aparato del Partido Demócrata, he visto de primera mano cómo la falta de voluntad o de capacidad para actuar de manera acelerada y decisiva ha hecho que el partido se vuelva excesivamente dependiente de factores externos para fortalecer su posición.
Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization –la decisión de la Corte Suprema de 2022 que derogó Roe vs. Wade, el caso de 1973 que estableció un derecho constitucional al aborto– es un buen ejemplo. Los demócratas pudieron haber cimentado Roe por estatuto federal en 2009, cuando controlaban la Casa Blanca y ambas cámaras del Congreso. Pero el entonces presidente Barack Obama decidió que el derecho al aborto no era una máxima prioridad en su momento.
De manera que no debería sorprendernos que no hayan sucedido tantas cosas del lado de los demócratas entre la debacle del debate de junio y el anuncio de la campaña de Biden, casi un mes después, de que el presidente desistía como candidato del partido y respaldaba a la vicepresidenta, Kamala Harris. Lo que antes era una revancha entre dos candidatos impopulares de edad avanzada se ha convertido en una contienda cautivante por el futuro de Estados Unidos.
La política del siglo XXI
Joe Biden da un discurso a la nación para explicar su retiro de la contienda presidencial. Foto:AFP
El siglo XXI ha generado muchas primeras veces en la política estadounidense: el primer presidente afronorteamericano, seguido por el primer presidente autoritario en potencia, la primera elección realizada en medio de una pandemia global y ahora un candidato de partido que abandona la carrera después de ganar la primaria de su organización política.
En noviembre tal vez haya otra primera vez: si Harris gana, será la primera presidenta mujer de Estados Unidos. Esa perspectiva ha demostrado ser estimulante. En poco más de 24 horas de presentarse como candidata, los donantes desembolsaron la suma sin precedentes de 81 millones de dólares para su campaña y sus primeras apariciones han mostrado muchedumbres estruendosas. El Partido Demócrata –desde sus líderes hasta sus donantes– ha hecho lo que había que hacer: expresar un respaldo sin reservas por su nueva candidata.
La respuesta del equipo de Trump ha sido absolutamente predecible. Trump alegó que deberían devolverle los millones de dólares que gastó en hacer campaña contra Biden, y sostuvo que respaldar a Harris representó un “golpe”. Varios republicanos del Congreso se han referido a la vicepresidenta como una candidata “DEI” (diversidad, equidad e inclusión), lo cual sugiere que fue elegida por su identidad, no por sus antecedentes. El Partido Republicano le tira con munición pesada a Harris, pero, hasta el momento, nada ha surtido efecto.
En los próximos días, el contraste entre los dos candidatos seguirá agudizándose. Al lado de la joven y energética Harris, Trump, con sus casi 80 años, se verá aún más anticuado. Mientras que Harris tiene el viento de cola, la falta de un amplio atractivo de Trump seguirá debilitándolo. Y en tanto Harris (es de esperar) abogue de manera clara, contundente y entusiasta para ingresar a una nueva era política pos-baby boom, el retrógrado de Trump seguirá apoyándose en una retórica desagradable y una táctica de intimidación.
Como sugirió el difunto presidente George H. W. Bush, en política se debería apostar por el equipo con “gran impulso”. Y, en este momento, ese es el equipo de Harris. Si logra crecer respaldada por ese impulso –y llevar el entusiasmo por su campaña hasta un punto culminante–, bien puede tener la oportunidad de infligirle una derrota aplastante a Trump y al Partido Republicano.
(*) Autor de ‘The Home Front on Substack’, presidente de TheUnion.us, una coalición prodemocrática dedicada a defender la democracia estadounidense y derrotar a los candidatos autoritarios.