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En esta foto de archivo, peatones al frente del río del Este, en Nueva York, miran cómo arden en llamas las Torres Gemelas.

‘Apocalipsis en Estados Unidos’: así registró EL TIEMPO el 11S

‘Apocalipsis en Estados Unidos’: así registró EL TIEMPO el 11S

Esta es una reproducción de la crónica sobre los atentados publicada por este diario el 12 de septiembre del 2001.

SERGIO GÓMEZ MASERI

Corresponsal de EL TIEMPO

WASHINGTON

En Twitter: @sergom68

Tres aviones con 266 pasajeros a bordo fueron estrellados contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Gobierno declaró ‘código rojo’. Víctimas sobrepasarían las 10.000. Un quinto avión, que se creía desaparecido, aterrizó sin problemas. 150 embajadas en Washington cerraron sus puertas.

Escuche aquí la crónica:

“Esto es un segundo Pearl Harbor”, dijo en medio del dolor y la indignación el senador republicano Chuck Hagel. El senador, sin embargo, tal vez se quedó corto. De hecho nadie, ni el más atrevido de los guionistas de Hollywood, habría siquiera podido imaginar el impresionante ataque terrorista que sufrió ayer Estados Unidos.

En menos de una hora, kamikazes que habían secuestrado cuatro aviones comerciales en diferentes aeropuertos del país destruyeron por completo las Torres Gemelas de Nueva York, el corazón financiero del mundo, y sacudieron los cimientos del Pentágono (en Washington), emblema de de poder y seguridad de la superpotencia mundial, dejando miles de víctimas, heridos y un país en pánico.

El drama comenzó a las 8:45 de la mañana. A esa hora, mientras las Torres Gemelas comenzaban a llenarse con los más de 50 mil empleados que podían albergar diariamente, un avión de American Airlines (un Boeing 757) con 92 personas a bordo se estrelló de frente contra la parte superior de la Torre Norte. El avión cubría la ruta Boston-Los Ángeles. Solo 18 minutos después (a las 9:03 a.m.), cuando el país entero apenas se enteraba de esta tragedia inicial, un segundo avión, esta vez de la empresa United (Boeing 767) y que cubría la ruta Boston-Los Ángeles con 65 personas a bordo, se precipitó contra la torre sur.

No sé había disipado aún del humo que emanaba de los simbólicos edificios, cuando las cámaras de televisión apuntaron a Washington, la capital estadounidense, donde un tercer avión, esta vez de la compañía American Airlines (Boeing 757) y que había salido del aeropuerto local de Dulles rumbo a Los Ángeles, con 64 ocupantes, sacudía los cimientos del Pentágono. Además se anunciaba que el Mall, eje de monumentos nacionales y museos, ardía y corrió el rumor de que un carro bomba había explotado en el Departamento de Estado.

Hace dos décadas, EL TIEMPO registró los ataques contra las Torres Gemelas en Nueva York. Ese martes 11 de septiembre de 2001 fue publicada una edición extra. Al día siguiente, las páginas del diario impreso registraron lo sucedido con análisis, relatos de sobrevivientes y cronología de los hechos. El portal ELTIEMPO.COM sirvió de plataforma para que familiares de colombianos en esa ciudad se aran con ellos. El canal Citytv, de esta casa editorial, mostró las imágenes y los testimonios que dejaron los atentados. Desde ese momento, cada año, periodistas de este diario han documentado el desarrollo noticioso de este acontecimiento. Reviva aquí cómo fue el cubrimiento.

Hace dos décadas, EL TIEMPO registró los ataques contra las Torres Gemelas en Nueva York. Ese martes 11 de septiembre de 2001 fue publicada una edición extra. Al día siguiente, las páginas del diario impreso registraron lo sucedido con análisis, relatos de sobrevivientes y cronología de los hechos. El portal ELTIEMPO.COM sirvió de plataforma para que familiares de colombianos en esa ciudad se aran con ellos. El canal Citytv, de esta casa editorial, mostró las imágenes y los testimonios que dejaron los atentados. Desde ese momento, cada año, periodistas de este diario han documentado el desarrollo noticioso de este acontecimiento. Reviva aquí cómo fue el cubrimiento.

Humo, vidrio y metal

Pero la tragedia estaba lejos de terminar. En un abrir y cerrar de ojos las dos torres, que hasta el momento se mantenían en pie, se precipitaron por completo ante la estupefacción del mundo. Nueva York se cubría de humo, polvo, vidrio y metal. “Fue horrible. Vi cómo las personas que se encontraban dentro del edificio se lanzaron por las ventanas cuando los edificios comenzaron a derrumbarse. Era una muerte segura pero igual se lanzaron”, afirmaba una mujer que entre sollozos relataba los sucesos.

Mike Smith, jefe de bomberos que tuvo que ser evacuado por las múltiples heridas que recibió tratando de rescatar a cientos de personas que se encuentran atrapadas en los escombros, dio también un aterrador testimonio: “Era un escenario de pesadilla, gente envuelta en llamas, todo el mundo gritaba, lloraba, corría, policías, bomberos, todo el mundo”.

En medio de las imágenes dantescas, crecía la incertidumbre por el paradero de los otros dos aviones que American y United Airlines declararon perdidos. Uno, se supo después, se precipitó en las inmediaciones de Pittsburgh con 45 personas a bordo. El avión pertenecía a la empresa United (Boeing 757) y había salido del aeropuerto de Newark (Nueva Jersey) con rumbo a San Francisco, pero según los expertos, había modificado la ruta y se dirigía hacia Washington cuando se estrelló en el Condado de Somerset, en las proximidades de Pittsburgh, Pennsylvania. El otro aterrizó, sin problemas.

Alerta máxima

A partir de ese momento EE.UU. parecía un campo de batalla. En Washington la confusión era total. El alcalde de la ciudad, Anthony Williams, decretó el “estado de emergencia” por un periodo indeterminado. El ruido de las ambulancias, las sirenas de los carros de bomberos y el aleteo de los helicópteros se escuchaban por la ciudad entera. Todas las dependencias federales, la Casa Blanca, el Departamento del Tesoro, la CIA, el FBI, el Capitolio fueron evacuados.

Congresistas de altos funcionarios de la istración fueron llevados a búnkeres para su protección. El mismo presidente George W. Bush, que se suponía viajaría de Florida a Washington para ponerse al frente de la situación, desvió su vuelo hacia Luisiana desde donde dio sus primeras declaraciones. “Perseguiremos y castigaremos a los autores de este cobarde atentado”, afirmó Bush, quien después se dirigió a Nebraska.

Mike Smith
jefe de
bomberos.

“Era un escenario de pesadilla, gente envuelta en llamas, todo el mundo gritaba, lloraba, corría, policías, bomberos, todo el mundo".

Mike Smith
jefe de
bomberos.

Las más de 150 embajadas de todos los países del mundo, incluida la de Colombia, la OEA, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, universidades y colegios cerraron sus puertas. Locales comerciales, restaurantes y empresas hicieron lo mismo.

Las calles eran un caos. Las principales vías de la ciudad fueron cerradas para permitir el flujo de los organismos de seguridad y socorro que estaban asistiendo a los heridos. Y las pocas que permanecieron abiertas estaban paralizadas por el flujo de miles de personas que huían en estampida hacia sus casas.

En Nueva York, el alcalde Rudolph Giulliani ordenó desalojar todo el down town, la zona donde está ubicado Wall Street. Los hospitales no daban abasto para los heridos que llegaban y se pedía con urgencia la donación de sangre.

“Esta ha sido una situación horrible y aunque no tendremos cifras oficiales de las víctimas hasta el miércoles (hoy) el número puede superar los muertos en Pearl Harbor, más de 2.400”, dijo Giulliani.
Naciones Unidas, donde comenzó el lunes la Asamblea General anual que reúne a todos los presidentes del mundo, también canceló actividades. El país entero, en general, entró en alerta máxima. Todos los aeropuertos del país dejaron de operar, los vuelos internacionales fueron desviados a Canadá y se dio la orden de disparar contra cualquier artefacto que ingresará al espacio aéreo de EE. UU.

A las costas este y oeste del país fueron enviados barcos destructores y portaaviones y todas las tropas alrededor del mundo fueron puestas bajo “código rojo''. Hasta Disneylandia cerró sus parques.

La magnitud de la tragedia de ayer está apenas en sus albores. Siete horas después del primer ataque, un edificio aledaño a las Torres Gemelas conocido como Seven, de 47 pisos, se desplomó como consecuencia de la destrucción de sus vecinas. Las autoridades todavía no se aventuran a dar una cifra de las víctimas, pero se hablan de 10.000. Tampoco se atreven a decir quiénes fueron sus autores pero se sospecha de los terroristas islámicos, especialmente del saudí Ossama Ben Laden, responsable de un ataque anterior a las Torres Gemelas, en 1993.

En la noche una serie de explosiones con cohetes estremecieron las cercanías del aeropuerto de Kabul, en Afganistán, país que protege a Ben Laden. Y aunque Washington desmintió inmediatamente toda participación en el acto, no se descarta una posible retaliación.

La reconstrucción del centro de Manhattan tomará años y todavía está por verse de qué tipo y nivel se dará será la retaliación que E.U con seguridad dirigirá contra los responsables. Pero lo peor, quizás, es el efecto que este mortal atentado tendrá en la psiquis de los estadounidenses. Efecto consignado en esta carta que escribió a sus amigos Dana Isaacson, investigador del centro para la Política Internacional: “Desde mi apartamento, donde sigo viendo la gran nube de humo en la dirección del Pentágono, no sé qué decir. Es posible que el número de personas que perecieron hoy sea mayor que todos los que han muerto por la violencia política en Colombia en los últimos diez años. Desde hoy, nuestro país cambiará radicalmente”.