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Volver a los ‘días oscuros’, la amenaza a las mujeres en Afganistán
Las imposiciones de la ley islámica ponen en riesgo los derechos ganados en los últimos veinte años.
Mujeres vestidas con burka completo desplazadas por los enfrentamientos entre fuerzas talibanes y afganas. Foto: Hedayatulag Amid / EFE
La imagen le dio la vuelta al mundo. El cuerpo de la mujer estaba tirado en la calle, rodeado por sus familiares que se lamentaban. Mientras en redes sociales se compartían videos de afganas manifestándose en contra de los talibanes, a ella la mataron. Decidieron quitarle la vida por negarse a llevar el burka y salir con ropa colorida. Semanas antes, también habían asesinado a golpes a una señora por no cocinarles a 15 combatientes talibanes. Los derechos están en jaque.
***
Un día después de la toma de Kabul, la ciudad amaneció sin mujeres. La rutina de millones de trabajadoras y estudiantes se vio alterada por el miedo a las prohibiciones y severidades del régimen contra su género.
Las ciudadanas afganas y la comunidad internacional temen que la imposición de la 'sharía' —ley islámica— ponga en jaque el terreno ganado en materia de derechos humanos, en las últimas dos décadas. En especial, los de las mujeres y minorías, principales excluidos.
De forma literal, 'sharía' significa "el camino claro y bien transitado hacia el agua". Es una ley teocrática que rige las sociedades musulmanas, a partir de diferentes interpretaciones. En el caso de los talibanes, completamente radicalizadas.
Los talibanes tratan a las mujeres peor que a los animales
Crear un "ambiente seguro donde la castidad y la dignidad de las mujeres puedan ser sacrosantas una vez más" es uno de sus propósitos. Y el camino para lograrlo es mediante el ocultamiento de la vida femenina en público. Así lo consignan las creencias pastunes sobre las cuales se rigen.
Pintarse las uñas —una actividad común y frecuente para la mujer occidental— podría costarle la amputación de los dedos a las mujeres sometidas a esta ley. Usar maquillaje, vestirse de color y hasta hablar en voz alta es censurado. Además, es obligatorio el uso omnipresente del burka, un velo que las cubre de cabeza a pies.
No pueden hacer negocios con hombres, ser tratadas por doctores masculinos, dirigirle la palabra a otro varón diferente a su marido, ni practicar deportes.
Pero lo peor, sin duda, es que les niegan el derecho a estudiar, trabajar y dependen de la autorización de su 'tutor' para realizar cualquier tipo de actividad. Es la absoluta anulación de la autonomía, la invisibilización y el sometimiento del género.
"Los talibanes tratan a las mujeres peor que a los animales", aseguraron desde la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán, quienes informaron sobre estas y otras “normas” que deberían acatar tras el cambio de poder.
Su incumplimiento podría repercutir en castigos que van desde los azotes y palizas, hasta la lapidación pública, una práctica en la que la mujer es metida en un hoyo en la tierra y hombres que la rodean la apedrean hasta la muerte.
Los días oscuros
A finales de los 90, cuando la guerra fría terminaba y tras la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, surgieron los talibanes, un grupo radical islámico conformado principalmente por muyahidines, excombatientes de la resistencia afgana financiados por Estados Unidos para sacar el ejército ruso del territorio.
Como grupo armado, lucharon durante la guerra civil y cinco años más tarde tomaron el poder del país. Tras los atentados del 11 de septiembre y la negativa de entregar a Osama Bin Laden, jefe máximo de Al Qaeda, Estados Unidos decidió invadir Afganistán. Las tropas norteamericanas lograron sacar a los talibanes de Kabul, su capital, quedando relegados en las provincias.
Este año, tras el anuncio de la istración de Joe Biden de retirar los soldados estadounidenses de ese país, el régimen tomó fuerza y avanzó hasta instalarse nuevamente en el poder.
El miedo del “regreso de los días oscuros”, como han mencionado los locales, tiene abarrotadas a miles de personas en las fronteras del país.
Según la Agencia de Refugiados de Naciones Unidas (Acnur), el 80 por ciento de los desplazados son mujeres y niños, lo que demuestra la complejidad de las consecuencias del régimen en esta población.
"Prefiero que mis hijas mueran de una manera digna antes de que caigan en sus manos", le contó una mujer desde Bamiyán —una ciudad en el centro del país— al medio español El Diario.
"Se ha prohibido el de las niñas a la educación, y muchas de ellas son casadas a la fuerza a partir de los 15 años. Se reparten a las mujeres como botín de guerra, las violan y las azotan en público por sorprenderlas sin burka", narró otra mujer desde Herat, la tercera ciudad de Afganistán.
Los talibanes, en su primera rueda de prensa desde el cambio del poder, aseguraron una "amnistía general" en donde las mujeres podrán trabajar y estudiar “en el marco del Islam”. Sin embargo, su mensaje fue recibido con escepticismo.
Ya se tiene un precedente. Entre 1996 y 2001, cuando dirigían la nación afgana, aplicaron todo tipo de sometimientos. Se cuentan, con nombre propio, casos de torturas y ejecuciones de mujeres que incumplían alguna de las imposiciones de la sharía.
Una mujer camina en la frontera entre Pakistán y Afganistán, en medio de la avanzada de talibanes a Kabul. Foto:Akhter Gulfam / EFE
En ese tiempo, las mujeres prácticamente vivían recluidas. En las calles habían turbas de talibanes en cada esquina, señalando si alguna vestía inapropiadamente, se comportaba de forma inadecuada para la ley, o no llevaba el permiso de su “tutor” para poder estar fuera de casa. John Simpson, periodista de la BBC, describió que los castigos públicos por estos motivos eran el pan de cada día.
Con la llegada de las tropas estadounidenses al territorio afgano y la imposición de un gobierno democrático, las condiciones de vida de las mujeres mejoraron drásticamente. Carlos Patiño, internacionalista de la Universidad Nacional, dice que no solo se le otorgaron los derechos básicos como la educación, sino que tenían participación directa en el poder político. Incluso, lograron ocupar posiciones en ministerios públicos.
"Se les reconoció como sujetos y sus necesidades eran visibles públicamente. Por ejemplo, había publicidad dirigida hacia ellas. También lograron ir a la universidad, ser profesionales y ejercer libremente su carrera", detalla el experto.
Y eso lo respaldan las cifras: según Amnistía Internacional, más de tres millones de niñas estaban inscritas en escuelas. En cuanto a la educación superior, en 2017, la cifra ascendía a 44.000.
El Banco Mundial también reportó que al menos 38.000 mujeres afganas estaban vinculadas al ámbito comercial y legal, es decir, con negocios propios que les garantizaban independencia económica.
Pero este 'avance', puede perderse con la llegada de los talibanes al poder. Aunque aún se enfrentan serios desafíos en cuanto a paridad, se teme perder lo avanzado bajo el régimen que comienza de nuevo.
El burka y las mujeres
—Podrán seguir con su vida pero con el hiyab islam— dijo el comandante talibán, Massoud Khistani.
—¿Así como lo llevo puesto?— le replicó Clarissa Ward, periodista de CNN y de las pocas mujeres reporteras que siguen en Kabul.
—No como usted, sino cubriéndose la cara— contestó.
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En los últimos días, los ojos del mundo se han centrado en Afganistán. Las redes sociales se inundaron de mensajes y videos virales, y los cuestionamientos se convirtieron en el pan de cada día. Entre los interrogantes que varios plantearon están los relacionados al burka.
Se trata de la ropa tradicional de las mujeres en varios países de Oriente —también conocidos como velos islámicos— y hay de diferentes tipos:
Shayla: pañuelo largo y rectangular que se enrolla en el cuello y tapa la cabeza.
Hiyab: pedazo de tela que cubre únicamente la cabeza, es el más generalizado en el mundo musulmán.
Al-Amira: cubre la cabeza y el cuello, y se ajusta al contorno de la cara.
Chador: tela que cubre todo el cuerpo, se enrolla en el cuello y envuelve la cabeza. Suele ser de color negro.
Niqab: el velo que cubre la cara, menos los ojos. Se ajusta con una cuerda detrás de la cabeza.
Burka: el más usado entre los pastunes de Afganistán; es azul y cubre todo el cuerpo y la cara. Algunas tienen una especie de malla en los ojos.
Cabe aclarar que, en muchas zonas, más allá de la imposición, el burka hace parte de una costumbre religiosa y que las mujeres han adoptado por decisión propia.
"Cuando uno les pregunta a las mujeres qué es lo que más las atormentaba del régimen talibán, la respuesta nunca es la burka. La principal preocupación eran las restricciones en cuanto a la educación", describió la colombiana Natalia Aguirre en su libro de crónicas 300 días en Afganistán.
Pero, para Carlos Patiño, esta era una costumbre que durante el gobierno democrático había quedado relegada a las poblaciones rurales o más conservadoras. "Hoy, muchas afganas se rehúsan a utilizar el burka. Quisieran mantener el hiyab tradicional e incluso otras quisieran no usar velo. Ahí radica el meollo del asunto, en la libertad", explica.
El mundo, en alerta
Hace algunas semanas, en la avanzada talibán, Rupert Colville, portavoz de la ONU, subrayó "escalofriantes informes de abusos de los derechos humanos, especialmente de las mujeres y las niñas, en algunas partes del país”.
“Vendieron menores como novias a sus hombres, asesinaron a una mujer por su atuendo e hirieron los ojos de otra” se lee en una carta que la ONG Democracy Today remitió a EL TIEMPO y en la que Saharaa Karimi, cineasta afgana, describió con horror los hechos de las últimas semanas, cuando el grupo logró instalarse en el palacio presidencial, en Kabul.
“Seremos empujadas a las sombras de nuestros hogares y nuestras voces, nuestra expresión será sofocada en silencio”, sentenció.
Manifestación por las mujeres y niñas de Afganistán en Barcelona (España). Foto:EFE
La premio Nobel de Paz, Malala Yousafzai, sobreviviente de un ataque que casi le cuesta la vida por parte de talibanes en Pakistán, alertó a los líderes mundiales a tomar acciones para proteger a sus pares femeninos, por quienes se mostró “profundamente preocupada”.
"No podemos ver a un país retrocediendo décadas o siglos. Debemos tomar posturas valientes para defender a las mujeres y niñas", dijo la activista pakistaní en una entrevista con la cadena británica BBC.
En respuesta, la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, le dijo a la joven que "atenderá su llamado" en el trabajo que realiza el Consejo de Seguridad de ese país. A la mandataria se unieron los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Europea, Colombia, Canadá y otros 18 países para exigir la seguridad y dignidad de las mujeres bajo el régimen.
Esa alerta se ha visto respaldada por la valentía de mujeres periodistas como Clarissa Ward, de CNN, y Beheshta Arghand, de Tolo News, quienes han increpado a líderes talibanes sobre temas políticos y sociales. Esto es relevante pues, según la sharía, ninguna mujer puede dirigirle la palabra a otro hombre que no sea su esposo, razón por la que su actuación ha sido considerada como un símbolo de protesta.
TOLOnews and the Taliban making history again: Abdul Haq Hammad, senior Taliban rep, speaking to our (female) presenter Beheshta earlier this morning. Unthinkable two decades ago when they were last in charge @TOLOnews pic.twitter.com/XzREQ6ZJ1a
Esa fortaleza también se ha visto en varios clips de video compartidos en redes sociales: miles de mujeres inundaron las calles de Kabul, Jalalabad y Taloqan, en ríos de velos negros, exigiendo ser reconocidas y respetadas. Las imágenes se volvieron virales pero la protesta fue reprimida. Ese mismo día, mientras el portavoz talibán aseguraba el respeto a las mujeres y a sus derechos ganados, la mujer que se negó a usar el burka fue asesinada.
El mundo sigue expectante y con las alertas encendidas. La ONU les pidió a los talibanes que cumplieran su promesa de no retroceder en lo avanzado, pero lo cierto es que los hechos están demostrando lo contrario: las situaciones descritas por quienes han vivido la transición del poder hacen pensar que la pesadilla de hace décadas está regresando.