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India: Inquietantes elecciones en la ‘mayor democracia del mundo’

Con astutas tácticas y falsas narrativas, el primer ministro Narendra Modi y su partido parecen encaminarse hacia una victoria en las actuales elecciones parlamentarias. Y eso aceleraría la erosión de la democracia india. Análisis.

Primer ministro de India, Narendra Modi.

Primer ministro de India, Narendra Modi. Foto: Money SHARMA / AFP

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Las elecciones parlamentarias que se están celebrando en la India, en las que casi mil millones de personas pueden depositar su voto a lo largo de seis semanas, deberían representar un extraordinario ejercicio de democracia. La sombría realidad, sin embargo, es que las elecciones parecen destinadas a consolidar un proceso de decadencia democrática que dura ya una década y que ha incluido un debilitamiento de las instituciones y prácticas liberales, así como de la competencia política.

Después de todo, el líder que ha presidido este proceso, el primer ministro Narendra Modi, del Partido Bharatiya Janata (BJP), sigue siendo tremendamente popular. Aparte del trabajo de base, dedicado y disciplinado, de masas de voluntarios de la Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), la punta de lanza del BJP, esta popularidad refleja factores a veces similares, pero también muy diferentes, a los que alimentan el apoyo a los demagogos de derecha en otros lugares.
Como señalé en mi libro de 2022, Un mundo de inseguridad: el desencanto democrático en los países ricos y pobres, tales fuerzas tienden a encontrar apoyo principalmente entre las poblaciones menos educadas, rurales y de mayor edad. Sin embargo, Modi cuenta con el respaldo de la juventud educada, urbana y con aspiraciones. Mientras que el expresidente estadounidense, Donald Trump; el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, han tenido dificultades para imponerse en las grandes ciudades en las elecciones, Modi se ha asegurado victorias aplastantes en Delhi, Bombay y Bangalore.
El primer ministro indio, Narendra Modi, en la cumbre de los Brics.

El primer ministro indio, Narendra Modi, en la cumbre de los Brics. Foto:AFP

Por el ‘líder fuerte’

Una de las principales razones es que el liberalismo político –incluida la fe en las instituciones democráticas, el control del poder gubernamental y la libertad de expresión– nunca se ha arraigado realmente en la India, fuera de una pequeña élite occidentalizada. Una encuesta realizada en 2023 por el Pew Research Center mostró que el 67 por ciento de los indios tienen una opinión positiva del gobierno de un “líder fuerte” que pueda tomar decisiones sin interferencias de tribunales o parlamentos: la tasa más alta de todos los países encuestados.

Los demagogos populistas siempre hacen hincapié en los aspectos participativos de la democracia; pero en la India, los aspectos procedimentales son especialmente débiles, lo que permite formas viciosas de mayoritarismo y persecución estatal de los disidentes y, en particular, de las minorías religiosas. Y la ideología supremacista hindú del RSS –que ha tenido influencia entre las castas y clases altas, sobre todo en el norte de la India– no se presta ciertamente al liberalismo.

El iliberalismo prospera también entre la izquierda radical india, para la que las instituciones liberales apestan a “democracia burguesa”, y entre los tradicionalistas, incluidos los gandhianos, ya que incluso Mahatma Gandhi, a pesar de toda su tolerancia y empatía, suscribía los valores patriarcales y jerárquicos de la sociedad india tradicional.
Simpatizantes del Bharatiya Janata Party (BJP) lucen máscaras del líder del partido Modi mientras celebran en Bangalore (India) la victoria electoral.

Simpatizantes del Bharatiya Janata Party (BJP) lucen máscaras del líder del partido Modi mientras celebran en Bangalore (India) la victoria electoral. Foto:Jagadeesh Nv / Efe

Los indios más pobres, que tradicionalmente han favorecido a los partidos nacionales o regionales de centroizquierda, se han sentido atraídos por el BJP gracias a la estrategia de consolidación hindú del partido, que incluye la inclusión de líderes históricos (e incluso deidades) de grupos marginales en la amplia carpa del nacionalismo religioso. Las prestaciones sociales, a menudo presentadas como ‘regalos’ de Modi (con su fotografía en un lugar destacado), han ayudado, al igual que la cooptación por el BJP de líderes de subcastas con promesas de privilegios oficiales.

Dos argumentos clave refuerzan el apoyo al BJP, aunque ninguno de ellos resiste el escrutinio. La primera es que el gobierno de Modi es el único capaz de acabar con la corrupción. Pero hay pocas pruebas de que su istración haya avanzado en este frente. Al contrario, según el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, India ocupaba el puesto 93 en corrupción en 2023 (de 180 países), habiendo caído ocho puestos desde que Modi llegó al poder en 2014. Una encuesta reciente realizada en India por Lokniti muestra también que el 55 por ciento de los encuestados cree que la corrupción ha aumentado en los últimos cinco años.

La pequeña corrupción sigue campando a sus anchas en India. Las exigencias de sobornos por parte de policías, inspectores o contratistas no parecen haber disminuido en los últimos años. Además, la desastrosa desmonetización supervisada por Modi en 2016, que perjudicó especialmente a las pequeñas empresas y a los pobres, apenas desenterró el ‘dinero negro’ que se suponía que debía expulsar.
Los votantes muestran sus tarjetas de votación mientras hacen cola para emitir sus votos en un centro de votación durante la séptima y última fase de las elecciones parlamentarias.

Elecciones en India. Foto:Efe

Tampoco hay muchas razones para creer que haya disminuido la corrupción a gran escala. Abundan las historias sobre funcionarios que cobran cuantiosas ‘comisiones’ a los contratistas de grandes proyectos públicos, y la persecución cada vez más agresiva de los políticos “corruptos” de la oposición por parte de los organismos gubernamentales apesta a ‘arma política’.

De hecho, conseguir que se retiren o archiven las acusaciones de corrupción puede ser tan fácil como unirse al partido gobernante, incluso para los líderes de la oposición que llevan tiempo enfrentándose a acusaciones de corrupción del BJP. Estas deserciones contribuyen a que disminuya la corrupción política denunciada, pero el alcance real del problema es otra historia.

Mientras tanto, el BJP –que ejerce un control casi total sobre los medios de comunicación indios– se ha asegurado de que el nexo entre política y negocios siga siendo opaco. Como sabemos, el poder absoluto puede corromper absolutamente. Al bloquear las investigaciones sobre negocios dudosos en los que están implicados dirigentes del BJP, el Gobierno concede a quienes favorece una especie de ‘garantía soberana’ de impunidad. A menudo se trata de las mismas empresas amigas para las que suelen reservarse exenciones normativas y otros favores.

Desde hace tiempo se sospecha que grandes sumas de dinero de empresas favorecidas fluyen hacia las arcas del BJP. Este proceso se vio facilitado por los ‘bonos electorales’ –un mecanismo opaco, introducido por el gobierno de Modi en 2017, que permitía a empresas, particulares y organizaciones donar de forma anónima cantidades ilimitadas a los partidos políticos– hasta que el Tribunal Supremo los declaró inconstitucionales.

Las revelaciones posteriores han mostrado que estas donaciones procedían en gran medida de sectores que tienden a tener altos niveles de rentas extractivas, debido a la dependencia de los vínculos con el Estado, siendo el BJP, con mucho, el mayor beneficiario. Según The Economist, los multimillonarios indios obtuvieron casi la mitad (43 % ) de su riqueza de tales sectores en 2021, frente al 29 por ciento en 2015. Al fin y al cabo, el capitalismo de amiguetes es una forma corrupta de capitalismo.

Para empeorar las cosas, puede que las donaciones políticas no siempre sean totalmente voluntarias, ya que a veces se producen tras redadas o acusaciones de organismos de investigación. En cualquier caso, está claro que los bonos electorales no eran más que la punta del iceberg en lo que respecta al dinero negro de la política en la India.

El rol de Occidente

La segunda narrativa del BJP que más resuena entre los votantes puede resumirse como Miga (Make India Great Again). Con el BJP al mando, proclama la propaganda, India pronto será una superpotencia mundial, con toda la influencia, ventajas y prosperidad que ello implica.

Esta narrativa –de la que Occidente, en busca de un mercado alternativo y un contrapeso geopolítico a China, a menudo se ha hecho eco y ha reforzado– ha cautivado la imaginación del enorme número de jóvenes de la India, incluso de los que están desempleados y subempleados. Pero es poco probable que se convierta pronto en realidad: no obstante algunos logros en infraestructuras digitales y de otro tipo, y la abundante acumulación de riqueza por el decil más rico de la población, los resultados económicos de la India han sido mediocres, en el mejor de los casos, durante la última década.

Y lo más delicado: al dar crédito a la propaganda del BJP, los empresarios, políticos y medios de comunicación occidentales se han convertido en cómplices del vaciamiento de la democracia india
(*) Profesor emérito de la Universidad de California, Berkeley.

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