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Editorial
Orinoquia, un gigante que despierta
Es una cuarta parte de Colombia. Esta región es más grande que Portugal, Suiza y Bélgica juntas.
En zona limítrofe entre Meta y Vichada está el corregimiento de El Viento, municipio de
Cumaribo. Uno de los nuevos polos de desarrollo. Foto: Leandro Mahecha.
Sí. La Orinoquia está despertando. Después de que estuviera olvidada durante décadas por los gobiernos, el sector privado tomó la batuta y se lanzó a su conquista para aprovechar el potencial de la que es considerada una de las últimas fronteras agrícolas del mundo.
La región, que comprende los departamentos de Arauca, Casanare, Meta y Vichada, ocupa la cuarta parte del territorio nacional, con 251.000 kilómetros cuadrados, y tiene un área superior a Uruguay o Portugal, Bélgica y Suiza juntas.
A pesar de sus inmensas oportunidades agroindustriales, hasta hace relativamente poco tiempo unos empresarios pioneros se lanzaron en solitario para producir en estas áridas tierras. Con millonarias inversiones y mucho esfuerzo lograron hacer realidad lo que muchos creían un imposible: sembrar soya, maíz, caña de azúcar, cacao, palma de aceite, arroz, entre muchos otros cultivos, y comenzaron a desarrollar un sector agroindustrial que puede convertirse en uno de los principales motores económicos de Colombia y una despensa para el mundo.
Uno de los primeros visionarios fue Jaime Liévano, que creó Agropecuaria Aliar, conocida por su marca de carnes La Fazenda. En el año 2002 se estableció en Puerto Gaitán (Meta) y comenzó a desarrollar una gran cadena productiva y de economía circular con la siembra de soya y maíz, insumos para alimentar a sus miles de cerdos que cría con los más altos estándares internacionales.
Posteriormente, en 2008, Ecopetrol decide incursionar con una gran planta de biocombustibles, Bioenergy. Aunque tuvo muchos tropiezos y fue intervenida para su liquidación, logró despegar, cambió de dueños y hoy produce miles de litros de etanol, un biocombustible a partir de la caña de azúcar.
Estas primeras hazañas motivaron a nuevos inversionistas. En 2014 el banquero Gabriel Jaramillo decide darle un giro a su vida al incursionar en la ganadería con la Hacienda San José, una de las más innovadoras y que se ha convertido en un referente mundial y en un laboratorio vivo no solo por la cría de ganado cebú de raza Nelore de Ciclo Corto, sino por la manera como protegen el medio ambiente y hacen captura de gases de efecto invernadero.
Dos años después, en 2016, llegaron los menonitas, una comunidad de agricultores protestantes provenientes de México y Canadá y se establecieron en Puerto Gaitán. Hoy son ejemplo de productividad y laboriosidad. Producen alrededor de una quinta parte del maíz amarillo del país, más de 200.000 toneladas, y más de 100.000 toneladas de soya, reemplazando una parte importante de los cereales que importa Colombia. Son familias pacíficas, trabajadoras, reservadas, comprometidas con el cuidado del medio ambiente, conocedoras de los procesos agroindustriales y celosos de sus costumbres y cultura.
En 2019 arribaron inversionistas brasileños, a través de Scheffer Colombia, que tiene actualmente 7.000 hectáreas sembradas con soya y maíz. Estas y muchas empresas, que presentamos en esta edición de Llano 7 Días, han visto una oportunidad de oro en la región. Actualmente, 26 empresas hacen parte de la Asociación Empresarial en Pro del Desarrollo de la Orinoquia, Prorinoquia; varias están dedicadas al cultivo de palma o caña de azúcar, son reforestadoras, concesionarias viales, ganaderas, y están demostrando que sí se puede hacer un desarrollo agroindustrial exitoso.
Jaime Liévano, de la Fazenda, dice que el trabajo en la Altillanura nunca se va a terminar porque hay que adecuar los terrenos para que produzcan de una manera adecuada, sin agotarlos. “Hoy tenemos suelos maduros que son tan productivos como en cualquier parte del mundo y van a ser siempre mejores”, asegura.
Por su parte, Gabriel Jaramillo, fundador de la Hacienda San José, afirma que la Orinoquia es la palanca de crecimiento que necesita Colombia, tiene grandes ventajas por su proximidad a los centros de consumo, contrario a lo que ocurre en Mato Grosso donde las distancias son enormes, más de 2.500 kilómetros (ver entrevista), mientras que Felipe Henao, empresario del Eje Cafetero, reconoce que las oportunidades son inmensas porque con cerca del 10% del área disponible se podrían dejar de importar ocho millones de toneladas de cereales y asegurar la soberanía alimentaria. “Gran parte de la proteína que consumimos, pollo y cerdo, son alimentados con maíz y soya importados especialmente de los Estados Unidos”.
Otros ven nuevas opciones agroindustriales. Ese es el caso del ex ministro de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde, el salvador de Bioenergy, que trabaja en una propuesta para que se puedan sembrar por lo menos cinco millones de hectáreas con caña de azúcar y palma de aceite para producir etanol, biodiésel y SAF, el combustible sostenible para la aviación. “Hay que cambiar gramos de coca por litros de SAF. Así sustituiremos las 300.000 hectáreas de coca, se generarán ocho millones de empleos formales y 300.000 campesinos propietarios de cultivos de caña y palma. Lo hizo Malasia, lo hará Colombia”, asegura Lizarralde.
Hacienda San José. Foto:Leandro Mahecha.
El plan de Fedesarrollo
Pero falta mucho por desarrollar y hasta ahora estamos empezando a darnos cuenta del inmenso potencial. De los 25 millones de hectáreas que tiene la Orinoquia, 15 millones es su frontera agrícola, es decir, el 60 por ciento de su territorio. Y se han aprovechado 995.000 hectáreas, solo 6,6 por ciento. Las mejores perspectivas de desarrollo están en la Altillanura que cuenta con 13,5 millones de hectáreas y la conforman los municipios de Mapiripán, Puerto López y Puerto Gaitán, en el Meta, y Puerto Carreño, Santa Rosalía, Cumaribo y La Primavera, en Vichada.
En el sector pecuario, la Orinoquia también es una de las regiones líderes con el 21% del inventario bovino del país, el 14% del inventario equino y el 10,5% del porcino.
Para aprovechar esta frontera, Fedesarrollo presentó “La Propuesta para el Desarrollo de la Orinoquía colombiana”, un documento que detalla el potencial, las oportunidades y desafíos de la región. Dice que, si se logran sembrar por lo menos dos millones de hectáreas adicionales, Colombia sería autosuficiente en la producción de granos y dejaría de importar más de ocho millones de toneladas anuales de cereales, entre ellos maíz y soya (ver gráfico), siguiendo el modelo de Mato Grosso, la extensa región de Brasil que es ejemplo para América Latina y el mundo (ver nota El Espejo brasileño).
Mato Grosso sufrió una gran transformación en los últimos 40 años y pasó de sembrar un millón de hectáreas, en 1980, a más de 20 millones actualmente. La Orinoquia podría convertirse en el nuevo Mato Grosso y en el milagro económico de Colombia. Si se cultivan esos dos millones de hectáreas, el Meta crecería alrededor de 7 por ciento anual en los próximos 20 años y Vichada cerca del 10 por ciento, en promedio, en ese periodo. El Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario del país pasaría del 2,5 por ciento al 3,4 por ciento al 2045 y se generarían hasta 54.000 empleos anuales.
Una ley de tierras para la Orinoquia
Lucen optimistas estas cifras, pero no son imposibles porque en la Orinoquia hay todo por hacer. Sin embargo, se deben superar los problemas que por décadas ha afrontado la región. El primero de ellos es la inseguridad jurídica sobre la tenencia de la tierra, los derechos de la propiedad y las normas sobre terrenos baldíos. Pocos empresarios se atreven a invertir por miedo a que tengan que devolver las tierras o se las expropien.
En la Orinoquia el número de solicitudes de restitución de tierras es 35 por ciento superior al resto del país y, según Fedesarrollo, existe una presunción generalizada de que los terrenos son baldíos porque la mayoría no cuenta con registros de propiedad. Por ejemplo, en Mapiripan la informalidad en la tenencia de la tierra es del 83,6 por ciento y en Cumaribo y Santa Rosalía del 77 por ciento.
Además, está la Ley 160 de 1994 que frena el desarrollo de la agricultura a gran escala en terrenos que se suponen fueron baldíos. Se aplica la figura de la Unidad Agrícola Familiar (UAF), que determina el tamaño de un terreno que se puede adquirir y poner a producir y que, en el caso del Vichada es de solo 1.200 hectáreas, insuficientes para desarrollar cultivos a gran escala, como ocurre en las naciones que son potencias agrícolas.
La Ley 1448 de 2011 creó obstáculos adicionales para el desarrollo de proyectos agroindustriales. En su objetivo de reparar a las víctimas del conflicto permite que propietarios o explotadores de baldíos despojados desde 1991 soliciten su restitución. Quien adquirió un terreno de buena fe puede ver truncado su proyecto si aparecen, años después, personas que reclaman la propiedad de la tierra. Ya les ha pasado a varios inversionistas.
Para solucionar este cuello de botella, Fedesarrollo propone una Ley especial para la Orinoquia que modernice el régimen de tierras, que aplique a terrenos baldíos, facilite la consolidación de proyectos agroindustriales, ponga en marcha el catastro multipropósito, elimine el condicionamiento de la UAF como área máxima y establezca un sistema de compensación, daño emergente o lucro cesante para pequeños propietarios cuyos predios son restituidos a terceros.
Hay que crear un gran centro educativo en la Altillanura para que las empresas no recluten mano de obra en otros departamentos.
Charles Robin Arosarector de Unillanos.
Más vías y mejor conectividad
El segundo problema es la deficiente infraestructura de transporte y servicios públicos, la baja conectividad aérea y terrestre y el difícil a servicios como internet. Las vías principales son casi inexistentes – no hay una carretera adecuada que comunique a Puerto Gaitán, en Meta, con Puerto Carreño, en Vichada- y las vías terciarias y secundarias están en pésimas condiciones lo que implica sobrecostos del 85% en el transporte de carga, mientras que los ríos no son navegables en buena parte del año, lo que dificulta movilizar la producción agrícola y pecuaria hacia los grandes centros de consumo y los puertos.
La Altillanura, por ejemplo, solo cuenta con 352 kilómetros de vías primarias y sus principales municipios reportan casi dos veces un costo mayor de transporte terrestre frente al promedio nacional.
En materia fluvial, aunque cuenta con importantes ríos – Meta, Tomo, Guaviare, Orinoco y Vichada- sus problemas de navegabilidad no permiten movilizar carga dentro y fuera de la región y los embarcaderos no se encuentran en buen estado. En este tema, Fedesarrollo propone un Plan Maestro de Transporte que priorice las vías secundarias y la rehabilitación de la vía Puerto López–Puerto Carreño con inversiones por 1,5 billones de pesos, mejorar corredores estratégicos y crear un fondo para financiar proyectos viales y fluviales.
Adicionalmente, dice que se deben hacer esfuerzos mayores para mejorar la prestación de servicios públicos. Mientras a nivel nacional la cobertura de acueducto es del 86 por ciento, en la Altillanura solo es del 51 por ciento; en alcantarillado la diferencia es mayor, 77 por ciento en el país frente al 21 por ciento en la región.
Capital humano, retos y oportunidades
Otro de los aspectos en los que la Orinoquia se diferencia de las demás regiones es su bajísima densidad poblacional; está habitada por cuatro millones de personas, es decir el 4 por ciento de la población de Colombia. Los siete municipios de la Altillanura tienen solo 0,4 por ciento de la población total del país. Este es un gran desafío para el desarrollo de proyectos agroindustriales y el crecimiento económico porque no hay una fuerza laboral potente, a lo que se suma una elevada población indígena y una baja cobertura en materia educativa.
Pero también hay oportunidades. Una de las instituciones que está haciendo esfuerzos para cambiar esta realidad y preparar mejores profesionales es la Universidad del Llano, Unillanos. Charles Robin Arosa, rector de Unillanos, destacó lo que se ha hecho en esta institución, que se fundó hace 50 años, y que hoy tiene la mayoría de sus programas y pensum académicos adaptados a las necesidades de la región, entre los que se destacan las ingenierías agroindustriales, forestales y de procesos, que recoge los temas relacionados con la petroquímica, y las energías alternativas.
“Tenemos el doctorado en ciencias agrarias y estamos impulsando el doctorado en estudios ambientales que permite que nuestros estudiantes aporten a las soluciones de los grandes problemas”, dice Arosa, quien destaca la apuesta de la universidad en informática, tecnología y desarrollo de sofware con énfasis en agromática, es decir, la aplicación de la informática para mejorar los procesos productivos en el campo, así como ingeniería de procesos alimenticios, y recreación y turismo, temas donde hay grandes posibilidades de crecimiento.
Actualmente, Unillanos cuenta con 7.800 estudiantes en pregrado y 450 en posgrados y espera que sigan creciendo y que en tres años logren vincular 9.000 estudiantes en pregado, no solo en la sede de Villavicencio sino en otras posibles sedes como Granada, Acacias, Villanueva y San José del Guaviare. La universidad está mirando en qué municipios puede tener nuevas sedes, dependiendo del número de estudiantes.
Uno de los temas es cómo atraer a la gente joven para que se quede trabajando en la región. Sin embargo, en la medida en que haya nuevos desarrollos productivos, más proyectos agroindustriales como los que mencionamos en esta edición, los jóvenes se sentirán motivados para trabajar en empresas grandes, con proyección exportadora y de talla mundial, en lugar de migrar a las ciudades.
Arosa reconoce que en la capacitación de los jóvenes el Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena, juega un papel muy importante porque se van a necesitar muchos técnicos y tecnólogos. Dice, que las instalaciones del Sena en Puerto Gaitán son envidiables, pero están subutilizadas y hay que atraer más estudiantes. “Con el desarrollo de la Altillanura se debería crear un gran centro educativo porque si no está el talento humano disponible las empresas reclutan su mano de obra en otros departamentos”.
La Orinoquia y su subregión, la Altillanura, ofrecen oportunidades infinitas de crecimiento y desarrollo para sus habitantes y para Colombia. Ojalá esta vez las aprovechemos y sigamos el ejemplo de los pioneros que están abriendo el camino para nuevos inversionistas. La Orinoquia ya despertó, no la dejemos dormir.
Vienen zonas de desarrollo empresarial en la Altillanura: ANT
Juan Felipe Harman, director de la Agencia Nacional de Tierras, ANT, habló con Llano 7 Días sobre los temas que más les preocupan a los inversionistas, el avance de la reforma agraria, la entrega de tierras, entre otros. Dijo que a partir de la expedición del decreto 1322 del 2024 le asignaron a la ANT facultades productivas y el reto para este año es avanzar en la adquisición de tierras -llevan cerca de 80.000 hectáreas- y poner a producir la tierra que van comprando mediante convocatorias públicas.
En cuanto a la Orinoquia, la entidad tiene una convocatoria pública por cerca de 200.000 millones de pesos para proyectos productivos y para las tierras que se han adquirido en el Plan Nacional de Reforma Agraria. Y se han hecho apuestas en recuperación de baldíos en la Altillanura.
Sobre el tema de la seguridad jurídica afirmó que es parte del debate de la Jurisdicción Agraria. “Hoy algunos trámites están en el limbo por la falta de la Jurisdicción Agraria, que puede dar las garantías al Estado y a los posibles propietarios que tengan dudas sobre la propiedad de la tierra” y señaló que, así como se ha avanzado en zonas de reserva campesina, se ha dispuesto con la ministra de Agricultura que se constituyan en la Altillanura Zonas de Desarrollo Empresarial, que requieren altos niveles de inversión inicial para hacer productiva la tierra, y que permitan alquilar baldíos de la nación a largo plazo.
“Ese esquema lo estamos trabajando y va por buen camino. Esperamos que sea una de las alternativas que permita una seguridad jurídica y el desarrollo empresarial de la región. En lugar de esperar que un gran agroindustrial venga y compre de forma irregular tierra, perdiendo su plata, lo que hará el Estado es organizar el sistema de baldíos y arrendarlo a 20 años para darle seguridad jurídica a los ingresos de los inversionistas”, aseguró Harman, quien precisó que sería una asociación entre el pequeño cultivador y el gran empresario.
El gobierno considera que hay cerca de cuatro millones de hectáreas en la región que pueden ser epicentro de un desarrollo agropecuario sin precedentes, siempre y cuando se logren conjugar altos rendimientos, inversión y el trabajo de campesinos que quieran hacer parte del plan de desarrollo integral de esa zona. De esta manera, se facilitaría la sustitución de importaciones, como en el caso del maíz.