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Editorial

Los trinos que mejor silban en la sabana

Festival o fiesta del Llano que no sea animada por José David Oropeza o ‘El Topo’ Solano, no suena.

De izquierda a derecha, José David Oropesa y Jairo 'El Topo' Solano.

Uno de los eventos más concurridos durante el Torneo es el joropódromo que se realiza en la Avenida 40 de Villavicencio. Foto: Óscar Medina

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La tarima está lista. Los músicos y cantantes afinan sus instrumentos y sus voces, los bailadores ensayan el valsiao, el zapatiao y el escobillao y los coleadores están en sus caballos a ‘puerta e’ coso’, esperando que abran la talanquera para salir a puro galope tras un novillo, que corre suelto por la manga, hasta agarrarlo por la cola y tumbarlo.
De repente, se oye una voz melodiosa y enardecida que retumba y prende el ambiente, dando la orden de iniciar la fiesta. Llega como un chorro de luz a iluminar el alma festiva del llanero y a animar cuanto festival, torneo o encuentro se realice en los Llanos Orientales.
Una de esas voces la encarna Jairo ‘El Topo’ Solano, locutor, animador, maestro de ceremonias y hombre de radio que huele a sabana y a mastranto. Con su garganta armó un historial pleno de vivencias y anécdotas que nutren la historia del joropo y que fácilmente lo ponen en el ‘Olimpo’ de los que más saben, de esos a los que llaman los ‘guachamarones’
Le hace contrapeso otra voz, nacida en Bocas del Pauto, mucho más joven que El Topo. Un criollo que lleva la cantata y la narrativa galopando en sus venas y que, gracias a su formación académica, se convirtió en todo un especialista de la narración. Se trata de José David Oropeza, digno representante de una nueva generación de comunicadores que dominan el verso y la animación, bien sea desde una tarima, un caballo, un árbol o un palco.
Llano Sietedías, revista especializada, tuvo el privilegio de reunirlos y tenerlos juntos para escuchar sus historias y anécdotas, y oírlos es todo un espectáculo. Este par de titanes se conocen la historia de los torneos, festivales y concursos de joropo porque la han narrado en distintas épocas, que hoy se cruzan para el gozo de miles de seguidores que vibran con sus dichos, sus refranes y con toda la tradición oral que brota en sus animaciones.
El Topo arranca contando el origen del Festival de la Canción Colombiana que, según él, trazó la ruta que le daría vida al joropo. <>.
Con alegría recuerda que la lección quedó muy clara y que fueron muchas las ganas de aprender las que quedaron. En Arauca encontraron a un joven de 14 años llamado David Parales Bello, que tocaba el arpa como los del vecino país, y con él se inició una etapa de formación y crecimiento que traería provecho para la música llanera. 
Ese mismo año lo llevaron a Villavicencio y montaron una academia para que enseñara a tocar arpa, y otra para aprender a bailar el joropo. La semilla del folclor llanero se acababa de sembrar y en 1965 germinó con el inicio del Torneo Internacional del Joropo, para darle paso a ese grupo de músicos, cantantes y bailadores de joropo colombiano, que ya pedía pista.
Dice El Topo Solano que los animadores tomaron partido y con él, se formó un cartel de hombres de radio expertos en el folclor, como Álvaro Coronel Mancipe, ‘Bayiyo’, Enrique ‘Kike’ Suárez y Julio Eduardo Santos, que estimularon la puesta en escena de las fiestas, la elevaron a otro nivel y resaltaron el fulgor y la picardía de la copla. Los programas de radio con música llanera como ‘Leyenda, copla y sabana’ y ‘Buenos días Llaneros’ florecieron en los dos países y sus animadores se hicieron célebres.
La Voz del Llano, Radio Cinco, Radio Villavicencio, se volvieron íconos de la radiodifusión y el mundo del arpa, el cuatro, la bandola y las maracas, se rindió a sus pies. El Topo se volvió el rey de los festivales. Para esa época, por Bocas del Pauto (Casanare), vibra la música y el joven José David Oropeza tararea las canciones que escucha con emoción por las emisoras, e imita a los animadores que retumban en la radio. Los caminos de la vida lo envían a Bogotá a terminar su bachillerato y allí, una academia de locución y la Universidad Externado de Colombia, lo convierten en locutor profesional y en Comunicador Social.
Aquí empieza otro capítulo de la historia contado por el mismo Oropeza, quien relata que, luego de andar animando con su potente voz festivales en Casanare y Vichada y siendo Gobernador del Meta Luis Carlos Torres Rueda (2001-2003), este lo oye por casualidad narrando un torneo de aficionados al coleo en Villavicencio. <>.
La reacción de Torres le cambió la vida a Oropeza. Lo felicitó y le pidió que trabajara con él, pero le avisó que la iba a tener difícil porque había un grupo de narradores de tradición, amigos de él, que le podrían hacer la guerra porque iba a entrar a esa selecta cuadrilla. <> Así nació otra leyenda.
El Topo y Oropeza, Oropeza y El Topo, como quiera que sea, forman la enciclopedia del Llano que guarda el pasado y el presente de una tradición, de una cultura que atrae, que cautiva, que vibra, que simboliza la vida con su paisaje natural, con su fauna y con su folclor. Por eso, no les cae mal compararlos con el pajarito azul que no hace mucho voló por las redes sociales, porque no paran de trinar por las llanuras del Meta, Casanare, Arauca y Vichada.
¡¡Que siga la fiesta porque aún hay cacho en la manga!!
En Venezuela ellos grabaron primero discos e hicieron escuela porque subió a la presidencia el dictador Juan Vicente Gómez, que impuso por obligación la música llanera como música nacional

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