Hay una empresa que le ha cambiado la vida a los habitantes de Mapiripán (Meta), uno de los municipios de la Altillanura, que ha visto renacer las esperanzas gracias a nuevas fuentes de empleo y el desarrollo de un gran proyecto agroindustrial.
Se trata de Poligrow Colombia, de inversionistas italianos, que llegó a la Orinoquia en 2008 y se dedica al cultivo de la palma de aceite de manera sostenible, rentable y en beneficio a la comunidad. Es tal su impacto, que una gran parte de los puestos de trabajo del municipio dependen de la empresa, así́ como el 80 por ciento de su economía. Hoy genera 700 empleos directos y más de 2.000 indirectos.
¿Cómo llega un italiano a una de las regiones más olvidadas y que se recuerda por la tragedia de finales de la década de los 90 por la incursión de paramilitares que acabó con la vida de decenas de personas? Carlo Vigna Taglianti, director general de Poligrow, no tenía conocimiento del país ni del cultivo de palma y llegó por invitación de Proexport que buscaba empresas que hicieran inversiones con impacto económico y social.
“Llegué al país más bonito del mundo. Vimos en la Orinoquia un gran potencial para hacer un desarrollo productivo que permitiera romper con los cultivos ilícitos y reemplazarlos por economías lícitas. Diseñamos un proyecto agroindustrial de palma de aceite, de tardío rendimiento”, dice Vigna. Actualmente el 70 por ciento de la producción se exporta a Estados Unidos, El Caribe y Europa. Hoy tienen sembradas 7.000 hectáreas, pero aspiran llegar a 15.000 con cero talas de bosque.
Lo que más lo llena de orgullo es haber logrado una transformación positiva de Mapiripán, que en su peor época de violencia llegó a quedar casi despoblado. Era tal la inseguridad que el alcalde del municipio despachaba desde Villavicencio. “He liderado varios proyectos en el mundo, pero nada tan apasionante como este. A pesar de todos los obstáculos, de llegar a un pueblo prácticamente destruido, de no tener internet ni energía, el apoyo de la comunidad fue la batería, el impulso para salir adelante”, asegura.
La empresa ha retribuido ese apoyo con la Fundación Poligrow que ayudó en la construcción de un puesto de salud, un colegio, vías y el suministro de energía al casco urbano, participando en la creación de la empresa Electrimapiri.
“La primera vez que vine de Bogotá a Mapiripán me demoré tres días en llegar porque no había vías y pensé́ cómo íbamos a sacar una tractomula con 50 toneladas de peso. Pero comenzamos a construir vías y el tiempo se redujo a siete horas hasta Villavicencio”, afirma Vigna. Esta ha sido una asociación público- privada en la que han participado la gobernación, la alcaldía, entidades locales y la comunidad.
Para tener un mejor relacionamiento con las comunidades indígenas que habitan la zona, Sikuani y Guayabero, la Fundación contrató al departamento de Antropología de la Universidad de los Andes para elaborar un protocolo. De ahí nació la construcción de una infraestructura educativa para la comunidad indígena, que cuenta con 1.200 integrantes de los cuales 500 son niños. El colegio tiene energía solar y las clases van hasta noveno grado.
En materia ambiental, la empresa definió áreas de preservación de ecosistemas, hace monitoreo de especies del territorio, de la calidad del agua de los ríos, mide el crecimiento de la biodiversidad, de árboles, de aves. El proyecto se presentó en la COP 16 y el Ministerio del Medio Ambiente le otorgó una certificación por ser el primer Banco del Hábitat, de iniciativa privada, en un proyecto agroindustrial. Además, el 100 por ciento de la operación de la empresa se realiza con energía renovable, usa biogás y biofertilizantes líquidos y sólidos.