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El negociador de paz y maestro que asesinaron en la U. Nacional

El politólogo y economista Jesús Antonio Bejarano fue asesinado en 1999. Firmó la paz con el Epl.

El político Jesús Antonio Bejarano (24 de diciembre de 1946, Ibagué-15 de septiembre de 1999, Bogotá) participó en varios procesos de paz en Colombia, El Salvador y Guatemala.

El político Jesús Antonio Bejarano (24 de diciembre de 1946, Ibagué-15 de septiembre de 1999, Bogotá) participó en varios procesos de paz en Colombia, El Salvador y Guatemala. Foto: Archivo El Tiempo

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Un frío 15 de septiembre de 1999, encapuchados –hasta hoy sin identificar– asesinaron en el pasillo del edificio de Contaduría de la Nacional a Jesús Antonio Bejarano.
Eran pasadas las seis de una noche oscura. Su gran amigo, el abogado tolimense Humberto Vergara Portela, a quien Bejarano llamaba Vergarita, estaba contento porque después de varias discusiones para que renunciara a dictar clase a esa hora, Bejarano le había prometido, esa tarde, que la de ese día sería la última jornada con estudiantes de pregrado de Economía, con quienes analizaba un texto complejo de ciencias políticas y no podía dejar de asistir. Pero que era mejor no dar papaya.
Convino con su paisano en que no era seguro para él moverse, sin ningún tipo de protección, por ese inmenso campus, en donde podía ser blanco fácil de un atentado, pues con solo saber disparar y conocer la universidad brindaba a los criminales las mejores perspectivas para no ser descubiertos. Como sucedió.
El grupo de cinco integrantes corrió un poco, botó los pasamontañas y salió sin problema alguno, como pudieron establecer investigaciones posteriores que, sin embargo, después de dos décadas, no han arrojado ninguna captura de autores materiales ni intelectuales.
Se espera, eso sí, que en los juicios que se adelantan en la JEP se conozca la verdad sobre la autoría, al menos, intelectual del asesinato. “Algunos comandantes, dice Vergara Portela, han dicho que fue un grupo perteneciente a su organización, pero que se trató de una fatal equivocación”.
Un tiro certero acabó con la vida de quien fue reconocido por la opinión pública como negociador de varios procesos de paz y era respetado entre los economistas como uno de los profesionales que amplió su campo de conocimiento y se hizo politólogo y experto en resolución de conflictos, gracias a su disciplina y estudio permanentes y, aseguran muchos de sus colegas, a que no había militado ni simpatizado con ningún partido o grupo, lo que le daba independencia total a la hora de hacer radiografías sobre los actores del añejo conflicto interno.
Se ufanaba de ese descreimiento en medio de las politizadas opciones que se ofrecían en ese ambiente universitario que le tocó vivir. Repetía que su generación no bien había dejado la adolescencia cuando había tenido que tomar una decisión fundamental: por los libros o por las armas, con las fuertes críticas que recibieron quienes optaron por el estudio, como había sido su caso.
El profesor Bejarano fue velado en el Auditorio León de Greiff y enterrado en Ibagué, donde había nacido (en El Salado, un barrio de la capital del Tolima) en 1947, un 24 de diciembre, y por eso sus padres decidieron bautizarlo como Jesús. Su tumba quedó en medio del político liberal Darío Echandía y del político conservador Jaime Pava Camelo, para que descansara como había vivido: en la mitad de los opuestos.
Algunos comandantes, dice Vergara Portela, han dicho que fue un grupo perteneciente a su organización, pero que se trató de una fatal equivocación

Mayoría de edad

En la Universidad Nacional de Colombia muy pronto se dio cuenta de que serían los libros y su capacidad verbal las credenciales con las que podría distinguirse. Llegó en 1967 y se graduó de economista, pero se doctoró, con notas muy altas, como polemista agudo, sarcástico, irónico y frentero, que le espetaba a la cara, con voz siempre firme, a iguales, superiores o inferiores lo que muchos repetían en susurros. Por esas cualidades se le conoció, también, como duro negociador de paz, sobre todo en Caracas, en épocas en que muy pocos “funcionarios del Gobierno” discutían de tú a tú con esos fieros e históricos jefes guerrilleros.
El líder fue asesinado en septiembre de 1999.

El líder fue asesinado en septiembre de 1999. Foto:Archivo El Tiempo

En algunas de esas reuniones ‘Alfonso Cano’ (q. e. p. d.), con quien se conocía porque entraron en la misma época a estudiar en la Nacional, o ‘Iván Márquez’, para citar tan solo a dos guerrilleros, le decían en álgidos momentos de la discusión: “Oiga, doctor Bejarano, por qué será que a usted le dicen el ‘divino rostro’ ”, intentando sacarlo de casillas o hacerlo reír. No conseguían ni lo uno ni lo otro.
No era muy agraciado, eso lo supo Bejarano desde muy niño, por lo que aprendió a reírse de su físico. Uno de sus colegas lo describió así, citado por Jorge Iván González: “Inteligente y feo, era una especie de Kalmanovitz cimarrón, mucho menos clasificable por su desesperante independencia de grupos y sectas. Sus vecinos de generación no le perdonamos (es un decir, se entiende) no haber sido nunca mamerto en alguno de sus matices”.
Pasó a la historia como inteligente y hábil estratega que parecía sabérselas todas, que firmó la paz con los integrantes del Ejército Popular de Liberación (Epl), con los del Partido Revolucionario de los Trabajadores y con los del Movimiento Armado Indígena Quintín Lame, durante el gobierno de Virgilio Barco. Luego ocupó una silla privilegiada en las distintas comisiones de paz en el país. Fue, también, integrante del equipo de expertos que contribuyeron a los procesos de paz en El Salvador y Guatemala, países en los que fue embajador, por períodos cortos.
Inteligente y feo, era una especie de Kalmanovitz cimarrón, mucho menos clasificable por su desesperante independencia de grupos y sectas
Por otro lado, dejó huella como profesor irreverente que aconsejaba a sus estudiantes que abandonaran el salón de clase cuando tuvieran maestros mediocres, porque aprenderían más en el debate de la cafetería que oyendo bobadas.
A sus amigos, como Homero Cuevas, César González, Luis Bernardo Flórez (los tres ya fallecidos) o Carlos Eduardo Jaramillo, Beethoven Herrera, Antonio Hernández Gamarra, Jorge Iván González, a quien llamaba el Científico, y Vergarita, los invitaba a que “echaran teoría”, cada vez que se encontraban, porque le encantaba analizar y desmenuzar la situación, para poder teorizar sobre todas las materias.
“Era el mejor amigo de sus amigos. Siempre nos convidó a trabajar con él en los distintos cargos que ocupó. Fue el más solidario y generoso colega. Como era tan creativo, después de una sentada de echar teoría, siempre nos dejaba pensando por alguna fórmula teórica o práctica que construía con esa agudeza mental que exhibía, sin alarde”, dice quien ha sido vicerrector y secretario General de la Nacional, Humberto Vergara.
Fue, también, salsero irredento que durante un par de años no falló ni viernes ni sábado a El Goce Pagano de la calle 23 con carrera 13 de Bogotá. Allá conoció a la que sería su compañera de vida, Consuelo Páez, sus últimos 16 años. Bailando la Milonga para una niña, de Andy Montañez, y todos los boleros, pero sobre todo Total, de Ricardo Perdomo, en la voz de Celio González o de Bienvenido Granda.
“Así me enamoró”, dice Consuelo.
Cuando se volvió público dejó de ser uno de los clientes fieles de Gustavo Bustamante, con quien sostenía intensos debates, que de seguro se han reanudado en los últimos meses.

Biografía en un discurso

Su amigo y colega de años, el economista Jorge Iván González, describió de manera precisa a Jesús Antonio Bejarano en un escrito contundente que presentó en la Academia Colombiana de Economistas el pasado mes de junio, al posesionarse como miembro de número de esa institución, bajo el título de El institucionalismo analítico de Bejarano.
En esas páginas, con lenguaje claro y profundidad de ideas, describe al economista, al negociador y al maestro de varias generaciones. No se trata de un panegírico, aunque es un texto bastante irativo de quien, entre diversidad de temas, siempre fue un optimista moderado acerca de la necesidad de que gobernantes y alzados en armas, después de más de medio siglo de confrontación, fueran capaces de dejar de lado esas posiciones extremas que impedían acuerdos mínimos para vivir sin guerra.
En un primer párrafo de ese texto, Jorge Iván González escribe que “combinaba con maestría la percepción, el sentido común y el análisis lógico. Bejarano percibe, contextualiza y ordena. La intuición le permite captar las dimensiones de la realidad que considera pertinentes para entender el problema específico. Contextualiza recurriendo a la historia y a una visión amplia de mundo. Y su ordenamiento lógico que, siempre invita a la polémica, busca explicar y proponer”.
No podía haber escogido González rasgos más certeros para introducir su descripción de la personalidad de Bejarano. Luego de leer documentos, ponencias y discursos de Chucho, el ‘Sabio’ González, como lo nombran sus relacionados, rescató frases claves, algunas de las cuales vale la pena publicar.
“(…) Si bien los acuerdos alcanzados con las organizaciones guerrilleras fueron limitados, y si bien la consolidación política de la Alianza Democrática (el partido político después del acuerdo con el M-19) mostró las bondades del proceso de paz, los desarrollos posteriores mostraron también la relativa inflexibilidad del sistema político para permitir concesiones significativas a los alzados en armas, así como la lentitud del Estado para responder a sus compromisos en términos de reinserción y reincorporación a la vida civil, limitaciones que en cualquier caso sirvieron de referencia para las negociaciones con la Coordinadora Guerrillera y que solo parcialmente pudieron superarse en los dos primeros años de la istración de Gaviria (1990-1992)”.
Mostraron la relativa inflexibilidad del sistema político para permitir concesiones significativas a los alzados en armas, así como la lentitud del Estado para responder a sus compromisos
“El poco interés de los habitantes de las zonas urbanas en el conflicto es una de las razones del débil apoyo de la sociedad civil al proceso de construcción de la paz”.
“(…) No deja de ser sorprendente la escasa preocupación de los economistas por identificar con mayor precisión los efectos de la violencia sobre la producción, la asignación de recursos o las transformaciones en el sistema productivo agropecuario y antes bien lo que la mayoría de los economistas adoptan son, por lo general, hipótesis derivadas del sentido común, sobre los efectos adversos que cabría esperar de situaciones de violencia en la economía”.

Legado

Consuelo Páez, su viuda, consideró que una manera de conservar el nombre de Jesús Antonio Bejarano, que aborrecía la mediocridad y la falta de incentivos para la investigación, era crear un premio para estudiantes de pregrado, que ella auspicia, desde el 2001, entregando todos los años a la tesorería de la Federación de Estudiantes de Economía –que agrupa a todas las facultades del país– el valor de un mes de la pensión de Bejarano para que se premien trabajos, de acuerdo con un reglamento que los jóvenes idearon. Los jurados son delegados del Banco de la República y de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas.
Este premio, más la reedición, en siete tomos, de sus escritos y el recuerdo permanente en boca de colegas y pupilos de sus teorías han impedido lo que buscaban sus victimarios, sacarlo de la escena política y económica del país. Al contrario, su herencia intelectual y política cada día se profundiza y se expande.
MYRIAM BAUTISTA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO

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