La dura carta en la que los mayores líderes del partido
Farc, antiguos del secretariado de la guerrilla del mismo nombre, reconocen el secuestro y su crueldad surgió tras escuchar el testimonio de Ingrid Betancourt, excandidata presidencial que estuvo más de seis años en poder de ese grupo, hasta el 2008.
Así lo reconoció este martes Rodrigo Londoño, presidente del partido Farc, en una entrevista con la W Radio en la que también dijo que en la guerrilla sí hubo reclutamiento de menores y abortos forzados, entre otros crímenes graves.
El sacerdote Francisco de Roux, presidente de la
Comisión de la Verdad y quien estuvo en la entrevista con Ingrid, explica por qué, desde su punto de vista, esta carta es importante en el camino hacia la reconciliación en el país. En conversación con EL TIEMPO dice que si bien es cierto que faltan más verdades, es necesario acoger estos reconocimientos con la misma grandeza que implica para los exguerrilleros aceptar que causaron dolores profundos a miles de colombianos.
Este no es el primer reconocimiento de las Farc sobre el secuestro, pero parece haber tocado fibras profundas, ¿por qué cree que sucede esto?
Primero, porque hasta donde yo conozco es la primera vez que la Farc reconoce "secuestros". Había aceptado retenciones, pero nunca había aceptado el secuestro. En segundo lugar, porque es la primera vez que lo hace con una crudeza hondísima, y crudeza porque este es un crimen muy cruel, y lo dicen con todas sus palabras: "Produjimos un infierno, arrebatamos la libertad y la dignidad de las personas, causamos inmenso dolor a las familias, produjimos sufrimientos indecibles". Al mismo tiempo dicen algo que es importantísimo: "Reconocemos que infringimos una herida que destruyó nuestra dignidad y destruyó nuestra legitimidad". Y, por otra parte, añaden: "Estamos dispuestos a someternos a la justicia por esto, a luchar para que nunca más nadie sea secuestrado en Colombia y a trabajar por la paz de los colombianos". Yo creo que este es un texto que tiene una hondura muy grande.
La otra cosa que quisiera decir es que, en mi sentir y el de quienes estábamos participando en la entrevista de Ingrid Betancourt, fue una entrevista muy bien llevada por ella, que muestra mucha profundidad espiritual en una mujer que elaboró mucho después del secuestro. Es otra Ingrid, no es la joven audaz de los tiempos que estaba en la política, sino la mujer madura que ha hecho una carrera de teología y que ha meditado muchísimo sobre la profundidad de las cosas. Ingrid generó una cosa que es importantísima: que estos hombres por primera vez miraran con amor a una mujer víctima que les estaba hablando; cuando se mira a la víctima con amor, las cosas cambian. Y miraron con amor a una mujer que les estaba diciendo que el secuestro es un asesinato: "Ustedes me asesinaron a mí, la persona que yo era; es un asesinato que nunca se acaba, es una muerte que se lleva siempre consigo", eso los tocó profundamente.
Rodrigo Londoño contaba que la carta surgió justamente de haber escuchado a Ingrid Betancourt este lunes y que los tocó profundamente. ¿Esperaban que algo así ocurriera con esa entrevista a ella?
El trabajo de la Comisión es siempre tratar de crear condiciones para que acontezcan cosas que son impredecibles. El reconocimiento es casi un milagro. Uno no puede forzar ni desarrollar una metodología para que esas cosas se produzcan, sino que es un acto de mucha libertad. Nosotros trabajamos por crear condiciones, pero no sabemos cuándo se pueden producir, depende mucho de todos los que participan o se dejan tocar por las cosas que ocurren.
¿Esto les da luces para abrir más espacios para víctimas de otros delitos y otros actores, por ejemplo, de reclutamiento y otros?
Sí, por supuesto. De hecho, en Medellín ya habíamos hecho un acto público de reconocimiento de reclutamiento de menores, a finales del año pasado. Cada vez aprendemos más que tenemos que hacerlo con extremo respeto a las víctimas y a todos los que se acercan para proteger siempre la libertad humana y el dolor de las víctimas, que son cosas tan delicadas y tan de orden espiritual. No pueden ser políticas, sino escenarios donde nos recuperemos como seres humanos.
Pero quiero decir algo. Por Twitter y por la radio veo la enorme dificultad de acoger el reconocimiento que están haciendo los del antiguo secretariado de las Farc que hicieron la paz. Un sector grande de la población, en lugar de acoger lo que eso significa, toman una actitud controversial, en lugar de comprender que reconocer es de una enorme grandeza humana y acoger el reconocimiento es también de una grandeza humana muy honda. Es muy importante, para poder abrir espacio hacia la construcción de la paz entre todos, que todos nos preguntemos: ¿cuándo se dirán las cosas que faltan por decir?, ¿cuándo vendrán los que faltan? Que también hablen y reconozcan delante de todo el país, con un escenario de 9 millones de víctimas que esperan reconocimiento.
¡Claro que los de las Farc tienen que reconocer muchas otras cosas!
Hay quienes celebran este reconocimiento del secuestro, de abusos, de abortos forzados, y al mismo tiempo queda la pregunta por lo que falta… ¿cómo equilibrar esa actitud de acoger y también seguirles exigiendo por lo demás?
Cuando uno reconoce tiene que respetar. Una de las preguntas que les hacían era ¿por qué vienen a reconocer ahora? No, a los hombres y a las mujeres, lo sabemos todos personalmente, nos toma tiempo madurar el momento en que uno se da cuenta de que cometió un crimen o un error gravísimo y que tiene que tener el coraje de reconocerlo ante los demás. Una vez que eso se hace, lo normal es que una persona que reconoce se abre a los otros reconocimientos, pero la gente merece respeto y merece tiempo.
Por supuesto, es de muy mala leche que cuando una persona está reconociendo no se le escuche. Los que hacen las preguntas no se preguntan también: ¿acaso la sociedad toda no tiene que reconocer? No quiero entrar en detalles, pero ¿quién va a reconocer por las masacres de los paramilitares? ¿Quién va a reconocer por los asesinatos fuera de combate? ¿Quién va a reconocer por las ejecuciones extrajudiciales, llamadas ‘falsos positivos’?
¡Claro que los de las Farc tienen que reconocer muchas otras cosas! Pero al que comienza a hablar, y comienza a hablar con sinceridad, se le cae encima para convertir su reconocimiento en una herida y cavar en ella, haciéndole sentir, en lugar de gratitud, adversidad y confrontación. Eso es lo peor que se puede hacer si uno quiere reconocer la actitud de grandeza de quien está hablando, en lugar de cuestionarse a sí mismo.
A veces parece que se esperara de las Farc un inventario de horrores, una especie de lista de agravios, pero ¿es ese el reconocimiento que se debe esperar en un proceso de transición como este?
Esperar eso es francamente negar la posibilidad de la paz y de la reconciliación, porque las profundidades de lo que ha pasado en el conflicto armado colombiano son de tales dimensiones, de todos los lados, que nunca podremos llegar a conocer en detalle todo lo acontecido, y si lo exigimos para poder reconciliarnos, nunca será posible.
Tenemos que tener la confianza de que quien se abre a decir la verdad lo pone en pruebas claras y no se niega cuando las víctimas preguntan en concreto, está mostrando lo que necesitamos: la disponibilidad de aceptar la gravedad de lo que se hizo y ponerlo en ejemplos concretos, pero no en todos los casos. Si vamos a hacer un minuto de atención a cada una de las 9 millones de víctimas, necesitaríamos 17 años de escucha. Pretender eso es negar la posibilidad de construir un país distinto y reconciliarnos. Se necesita generosidad para decir ‘basta ya, hemos oído suficiente, nos damos confianza, venga y construyamos juntos’.
Hay varios escenarios de reconocimiento, el judicial de la JEP, el extrajudicial del que la Comisión de la Verdad hace parte, pero también está la necesidad del reconocimiento público que se sale de esos escenarios… ¿Qué se debe esperar del reconocimiento público, asumiendo el respeto por la dignidad de las víctimas que no debe ponerse completamente en público?
Pues lo que podemos esperar, lo que realmente quisiéramos es que todos los responsables, de todos los lados, reconozcan ante el país con sinceridad lo que hicieron. Que comprendan que el reconocimiento, en lugar de dañar su reputación, la acrecienta. Por supuesto que hoy las Farc ganaron en reputación y ganaron en legitimidad, una legitimidad que no tenían, por haber reconocido.
Nosotros esperamos que todos los responsables reconozcan al país lo que sabemos por las víctimas que ellos han hecho, pero que las víctimas esperan que ellos lo digan en público. Ahora, tenemos varios escenarios, pero tenemos que ser muy respetuosos. Hay personas que quieren hablar, pero en privado; hay víctimas que no se quieren encontrar todavía, porque no están preparadas por el dolor sufrido, con sus propios victimarios. Este es un proceso de maduración entre todos para ir avanzando hacia allá, así como tampoco nos atrevemos, no se puede decirle a una víctima que perdone, hay que acogerla, comprenderla; el perdón será siempre un acto de inmensa libertad y quizás las víctimas perdonen un día cuando encuentren que se les habla con la verdad, ese es un acto espiritual extraordinario, pero no podemos forzar las cosas en este proceso.
JUAN DAVID LÓPEZ MORALES
REDACTOR DE JUSTICIA