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La restricción del parrillero en las motos / Análisis

¿Sirve realmente la restricción del parrillero? Motociclistas anunciaron protestas. 

La caravana de moteros arrancó en la biblioteca Virgilio Barco.

La caravana de moteros arrancó en la biblioteca Virgilio Barco. Foto: César Melgarejo / EL TIEMPO

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A fuerza de evidencia –la misma que se suma cada día, a cualquier hora, en todas las zonas de la ciudad–, la istración de Bogotá ha optado por imponer restricciones al parrillero en moto para tratar de ponerle freno al delito desbordado que acecha a los habitantes de la ciudad.
No se trata de una medida popular y, además, va en contravía con lo que pensaba la alcaldesa Claudia López al comienzo de su mandato, cuando dijo que eran mucho mayores los perjuicios para los ciudadanos de bien que usan la moto como único medio de transporte que el impacto de la restricción en la mejoría de la seguridad.
Y sin embargo, en Bogotá y en las demás capitales –pasa lo mismo en varios pueblos– hay un alto número de delitos graves, desde el homicidio hasta el atraco violento, en los que el ‘modus operandi’ es el mismo: el uso de motos, casi siempre con un acompañante hombre, y el de armas de fuego. En todo el país pocos negarían que ante la súbita aparición de una moto con parrillero suelen disparase tanto el miedo como la adrenalina.
Es una cuestión de lógica: las motos son el método más efectivo de movilidad en cualquier centro urbano, mucho más en ciudades tan congestionadas como las nuestras. Por eso, de hecho, las policías de todo el mundo las utilizan.
Ahora, ¿sirve realmente la restricción del parrillero? Bogotá la estableció tres días a la semana, entre la noche y la madrugada. Expertos aseguran que la medida tiene un impacto inicial que se va desvaneciendo rápidamente, el tiempo que toma mientras los delincuentes ajustan sus métodos a las nuevas realidades. Pero en cualquier caso, es un hecho que impedir el parrillero suma una dificultad adicional a la comisión del delito, pues supone más logística (eventualmente, como se ha visto, dos o más motos) y coordinaciones en la comunicación que aumentan el riesgo tanto de que el plan falle como de captura.
Sin un esfuerzo de inteligencia policial que se vea además reflejado en capturas y procesos judiciales que terminen en condenas, no habrá medida, por draconiana que sea, que sirva contra el crimen. Condenas, además, que realmente se cumplan y que incluyan el delito de concierto para delinquir, que se echa de menos en muchos de los procesos contra las bandas dedicadas al hurto. Ante la mayor dificultad para probar esta conducta, los operadores judiciales suelen apostarles a los delitos más evidentes. Demostrar la asociación criminal sirve para lograr sentencias más largas y medidas de aseguramiento más tempranas.
Para esta semana se anuncian protestas de los motociclistas, que amenazan con bloquear la ciudad si no se cae la restricción. La coyuntura de una medida sin duda impopular, pero que puede servir contra el delito, vale también para que todos los colombianos, especialmente los que usan moto, reflexionemos sobre varias preguntas: De cara al bien general, ¿no es posible aplicar alguna medida de restricción temporal para las motos? Y, yendo más allá, ¿por qué no pueden tener, como el resto de vehículos, pico y placa? ¿Y por qué no pagan al menos una fracción de peajes por el uso de carreteras, al menos para cubrir parte de su muy alta accidentalidad?
La respuesta no puede estar condicionada, como ha estado siempre, por la amenaza de los bloqueos.
JHON TORRES
Editor de EL TIEMPO
En Twitter: @JhonTorresET

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