Después de tres años y dos meses al frente de la cartera de Defensa,
el ministro Luis Carlos Villegas está convencido de que la paz con las Farc es el mayor triunfo de la Fuerza Pública, pues “
sin el apoyo de todas las fuerzas a este proceso o nos hubiéramos demorado más o tal vez no se hubiera llegado a buen puerto”.
Llega el fin del gobierno y el momento de irse. ¿Cuál es su balance?
Yo no tengo ninguna duda en afirmar que esta Colombia de hoy es una Colombia bastante mejor a la que nos entregaron hace ocho años. En mi caso, bastante mejor que la que nos entregaron hace tres años. Tenemos una mejora en los indicadores sociales, tenemos los homicidios a la baja, crecimiento económico, inversión extranjera y una sociedad que acude masivamente a las urnas, sin ningún tipo de presiones y con seguridad.
¿Los dos gobiernos de Juan Manuel Santos cuidaron los ‘huevitos’ que dejaron los 8 años de Álvaro Uribe?
Esos ‘huevitos’, como dice el presidente Santos, hoy son gallos de pelea. La seguridad sin duda mejoró mucho más con respecto a lo que había hace ocho años, a lo que había hace 16. Es una seguridad mejor. La inversión ha alcanzado los niveles más altos frente al PIB, está en el 28 %; es la prueba de la confianza en la inversión extranjera.
Ministro, usted que estuvo en La Habana negociando con las Farc, a conciencia, ¿les haría cambios a los acuerdos, como la ha anunciado el presidente Iván Duque?
La verdad, me dedicaría a implementar todo lo que tiene que ver con los acuerdos de paz y me dedicaría a hacerlo mejor que nosotros, si es que eso se puede. Que hagan esa implementación mejor, pero yo no creo que haya alguien en Colombia, y menos un gobierno elegido democráticamente, que pueda pensar que Colombia es mejor volviendo a la guerra con las Farc.
¿No faltó previsión frente a la amenaza de las disidencias?
En el 2012, yo fui a La Habana, estaba en la Andi, y los más optimistas decían que el 50 % de la guerrilla se iba a quedar por fuera de la negociación. Se firmó el acuerdo y hoy las disidencia están sobre un 9 o 10 por ciento: eso es un resultado sumamente bueno en cualquier parte del mundo.
Se firmó el acuerdo y hoy las disidencia están sobre un 9 o 10 por ciento: eso es un resultado sumamente bueno en cualquier parte del mundo
Son delincuentes organizados que están dedicados a las rentas ilícitas del narcotráfico, la extorsión, secuestro y minería ilegal, y deben ser combatidos por el Estado como grupos armados organizados. No es sorpresa que haya disidencias, pero es necesario que el nuevo gobierno envíe un mensaje claro a los desmovilizados, para los que hicieron parte del secretariado, del estado mayor de las Farc: que el gobierno que viene los prefiere desarmados y haciendo política.
Y, finalmente, no se llegó a nada con el Eln...
El Eln tiene una posición ideológica arrogante, dogmática, que no han podido revisar colectivamente sus mandos. No han podido o no quieren, por soberbia, revisar si en el mundo latinoamericano y en la realidad colombiana la lucha armada tiene algún futuro.
A mí me parece que se ha perdido una gran oportunidad para que el Eln pasara de ser una máquina de muerte a ser una máquina de ideas políticas. Si se dicen tan inteligentes, tan modernos, tan preocupados por la realidad, pues ideas deberían venir de allá y no simplemente amenazas y violencia. Yo le deseo al próximo gobierno perseverancia con el Eln, sin permitir que la negociación suspenda o debilite las operaciones militares y policiales.
¿Qué tan cierto es que hay tolerancia o complicidad de Venezuela con los jefes de esa guerrilla?
Es una lástima que esa, que era una hipótesis que se manejó durante muchos años, sea hoy una realidad incontrovertible. Al término del cese del fuego bilateral en enero vimos cómo desde Venezuela se planeaban y se ejecutaban acciones terroristas contra las estructuras en Colombia, eso es ya de una gravedad internacional muy grande. Inclusive muchos de los que participaron en esas acciones terroristas en Norte de Santander murieron en la manipulación de los explosivos y ahí se pudo establecer su identidad, su origen: claramente venían de campamentos en Venezuela.
Cuando la comunicación con el ministro (Vladimir) Padrino existía, varias veces se lo dije. Después que esa comunicación se debilitó se lo volví a decir públicamente, que Venezuela tiene que hacer su papel en contra del terrorismo y del crimen organizado del lado de allá de la frontera.
Y eso no tuvo mayor consecuencia. No veo voluntad política del lado de allá para hacer un acto de colaboración con Colombia, para que sea una frontera segura. Una cosa sería el Catatumbo sin esa frontera porosa y sin esa retaguardia alimentándose permanentemente en Venezuela.
Pero yo no creo que haya alguien en Colombia, y menos un gobierno elegido democráticamente, que pueda pensar que Colombia es mejor volviendo a la guerra con las Farc
¿Venezuela no colabora en este instante en nada con la seguridad en la frontera?
Yo diría que la colaboración es prácticamente cero.
¿Qué tanto favorece ese hecho el narcotráfico?
Pero por supuesto. Hay, por ejemplo, nuevas líneas de investigación sobre la masacre en El Tarra. Aparentemente, y es una hipótesis nueva, hay personas de los asesinados involucrados en el manejo de las pistas clandestinas en Venezuela.
¿Qué pasó con la coca y su crecimiento desbordado, que tanto ha criticado Estados Unidos?
Yo he dicho: si Colombia se ha equivocado en la lucha contra el narcotráfico, se equivocó de la mano de los Estados Unidos. Es decir, aquí hemos hecho todos nuestros planes, unos más exitosos que otros, de la mano de los más expertos de los Estados Unidos, de sus departamentos de Estado, de Defensa, de Justicia. Por eso, yo digo que lo que tenemos que hacer es seguir trabajando juntos. ¿A quién le conviene que esa cooperación se dañe? Les conviene a las mafias, a los carteles mexicanos. Le conviene a ‘Guacho’.
¿Por qué se dispararon los cultivos ilícitos?
Me hubiera gustado recibir una política de erradicación de la coca más dinámica de parte mi antecesor (Juan Carlos Pinzón). Ese salto que dieron las hectáreas en Colombia entre 2013 y 2015, al pasar de 50.000 a 100.000 hectáreas, es lo que hoy estamos tratando de revertir. Entonces, al recibir semejante tragedia, pues diseñar nuevas cosas con nuevos instrumentos tomó los años 2015 y 2016, y solo desde finales del 2016 hemos podido aplicar cosas muchísimo más sólidas y no ese vacío que se vivió. A mí sí me parece que hubo una completa inacción por muchas razones, pero inacción hubo.
¿Cómo ve a su sucesor, Guillermo Botero?
Es una persona que va a tener todo el éxito frente a este ministerio porque es capaz, conoce el país. Fue un empalme sin ninguna tensión. Para mí fue muy grato entregarle las Fuerzas Armadas más poderosas de la historia de Colombia. Y se lo pude sustentar con argumentos y resultados operacionales.
¿Qué le encargó o recomendó a Botero?
No puede perder de vista que hay 2. 500 integrantes de la Fuerza Pública acogidos a la justicia especial para la paz (JEP). Desde los generales más distinguidos hasta policías y militares rasos. Y eso es para ellos un activo que no están dispuestos a entregar. Ese es un activo que da tranquilidad a la Fuerza Pública porque es seguridad jurídica, y no estar dentro de 30 años, como ha sucedido con el Palacio de Justicia, todavía en avatares judiciales.
¿Cómo ve el gobierno Duque?
Yo lo veo con muy buenas intenciones. Yo creo que le va a tomar de todas maneras un tiempo descubrir verdaderamente cuáles son las dimensiones de los problemas y cuáles son sobre todo las soluciones que están en curso.
¿Cree que, como dicen muchos, el nuevo presidente estará a la sombra de Álvaro Uribe?
Pues ese será un gran reto para el presidente Duque. Si él tiene, como parece, esa autonomía de vuelo, el país se lo agradecerá inmensamente.
¿Qué va a hacer después del 7 de agosto?
Cuando a uno se le acaba el trabajo se jubila, y eso es lo que voy a hacer. Mi esposa está muy contenta y lo que tenemos planeado es irnos a Pereira. Mi idea es el 8 de agosto levantarme a las nueve, el 9 de agosto levantarme a las 10 y así sucesivamente, porque en mi caso han sido por lo menos seis años realmente sin parar, 24 horas, siete días a la semana, y eso empieza ya uno a sentirlo en los hombros.
JUSTICIA