Alimentar un planeta habitado por 7.700 millones de personas no es tarea fácil. Toda persona necesita, espera y tiene derecho a una dieta saludable. Todo agricultor necesita, espera y tiene derecho a una vida digna. Los aproximadamente diez millones de otras especies en el planeta necesitan un hábitat en el que puedan sobrevivir. Y cada negocio que produce, procesa y transporta alimentos necesita y espera obtener ganancias.
Pero varias cosas están fallando.
Más de 820 millones de personas sufren hambre crónica. Otros 2.000 millones padecen deficiencias de micronutrientes, como falta de vitaminas o proteínas. Alrededor de 650 millones de adultos son obesos, una
epidemia causada, en parte, por alimentos ultraprocesados que están rellenos de azúcar, grasas saturadas y otros aditivos químicos.
Y los problemas van mucho más allá del hambre y la dieta.
Las prácticas agroindustriales actuales son la causa principal de la deforestación, el agotamiento y la contaminación del agua y los suelos, y del colapso de la biodiversidad. Para colmo, el cambio climático inducido por el hombre está haciendo estragos en la producción de
cultivos. Y debido a que hacia el futuro habrá un mayor calentamiento y crecimiento demográfico, la crisis empeorará a menos que se realicen cambios decisivos.
La industria alimentaria es una fuerza motriz de la economía global, pero es claro que resolver las muchas crisis alimentarias que se entrecruzan será imposible a menos que la industria alimentaria cambie sus maneras de actuar.
Afortunadamente hay una importante luz de esperanza. Una cantidad creciente de empresas del sector comprenden el desafío y quieren forjar una nueva dirección que sea consistente con la salud humana y la supervivencia planetaria.
Algunos de estos líderes de la
industria, convocados por la Barilla Foundation, nos han pedido que ayudemos a identificar los pasos necesarios para alinear el sector alimentario con el desarrollo sostenible, y con dos acuerdos internacionales claves: los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo climático de París. Para hacerlo deben abordar cuatro preguntas esenciales. En primer lugar, ¿contribuyen sus productos y estrategias a dietas saludables y sostenibles?
Sabemos que la cultura de la comida rápida nos está matando. La industria tiene que cambiar urgentemente para promover dietas saludables.En segundo lugar, ¿son sostenibles las prácticas de producción? Demasiadas compañías se encuentran embarcadas en prácticas que causan
contaminación química,
producen grandes cantidades de residuos por sus envases o causan deforestación.En tercer lugar, ¿son sostenibles sus proveedores? Y, por último, ¿es la empresa un buen ciudadano corporativo? ¿O usa prácticas fiscales agresivas o trata de explotar vacíos legales o las debilidades en los entes de control para sacar ventaja?
Si bien muchas empresas pretenden apoyar la meta del desarrollo sostenible, muy pocas informan sobre cuán saludables son sus líneas de productos o cómo contribuyen a patrones dietéticos saludables y sostenibles.
Muy pocas reconocen que son parte de la crisis ambiental, ya sea directamente, debido a su propia producción, o como compradores de productos producidos en puntos críticos ambientales como el Amazonas o Indonesia. Y las empresas no informan en detalle sobre sus prácticas fiscales. En resumen, el compromiso de la industria alimentaria con la
sostenibilidad sigue siendo con demasiada frecuencia un sentimiento más lleno de buenas intenciones que de datos y monitoreo.
Pero no somos pesimistas. En todo el mundo, los jóvenes exigen una forma sostenible y segura de vivir y hacer negocios. Así que creemos que las empresas también cambiarán. Al fin y al cabo, las empresas necesitan clientes satisfechos, trabajadores motivados y el respeto de la sociedad como una tácita ‘licencia para hacer negocios’.
JEFFREY D. SACHS Y ANGELO RICCABONI*
© Project Syndicate.
* Jeffrey D. Sachs es director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la U. de Columbia. Angelo Riccaboni es presidente del Santa Chiara Lab, en la U. de Siena.