Ante el alto aumento de los precios de la energía, la semana pasada se llegó a un acuerdo para que desde la facturación de noviembre los s comiencen a ver alivios, coyuntura que mientras se resolvió dejó en segundo plano el costo de los alimentos como principal razón para que la inflación haya llegado a niveles de 10,84 por ciento anual en agosto.
Una situación en la que el propio Gobierno no ve en el corto plazo una reducción significativa, ya que mientras que las expectativas de inflación para fin de año se acercan al 10 por ciento, el Ministerio de Hacienda ya proyecta una inflación del 10,5 por ciento para todo el 2022, nivel estimado en las cuentas de gastos de funcionamiento para el 2023, según el monto del Presupuesto General de la Nación (PGN), aprobado la semana pasada.
Y si bien los precios de alimentos como la papa o la zanahoria han cedido, en agosto, según las cifras del Dane, de los 188 artículos y servicios que conforman la canasta familiar, los primeros 14 con los mayores aumentos anuales fueron la yuca, cebolla, plátanos y arracacha, entre otros.
De hecho, las cifras de la autoridad estadística mostraron que, de la variación de 10,84 por ciento anual, los alimentos pusieron 3,61 puntos porcentuales, lo que indica que su peso en la variación de la inflación fue de la tercera parte (33,3 por ciento), y si se le agregan todas las comidas fuera del hogar, tanto el almuerzo corriente como la hamburguesa, la pizza o la arepa, el aporte a la variación fue del 5,07 por ciento, casi la mitad de toda la inflación anualizada hasta agosto (46,7 por ciento).
Y al comparar la situación con el efecto de los precios de la energía, estos aportaron apenas 0,76 puntos a la inflación anual de agosto, lo que indica que los alimentos básicos pesaron casi cinco veces más (4,75 veces) que lo que incidió la factura de la luz en la inflación.
Soluciones son lentas
Analistas consultados por EL TIEMPO explican que, en el corto plazo, el panorama de los precios de los alimentos no es tan alentador, sobre todo teniendo en cuenta que se aproxima una temporada de invierno que afectará de nuevo, de manera importante, sus precios, según explica Anwar Rodríguez, vicepresidente del centro de estudios económicos Anif.
Por ello, ahora que la tasa de intervención del Banco de la República, principal instrumento para enfrentar la inflación, ya está en el 9 por ciento, el economista explica que es el turno del Gobierno de dar las discusiones de una reforma fiscal que suba el recaudo y que por el frente del gasto mantenga una senda consistente con los ingresos que se tienen.
“Un escenario de coordinación de política fiscal y monetaria es clave en un exceso de demanda como el actual, que ha llevado a un aumento importante en el nivel de precios”, indicó Rodríguez.
Al respecto, Luis Fernando Mejía, director ejecutivo del centro de estudios económicos Fedesarrollo, señala que, si bien es posible que el Emisor suba un poco más su tasa, en la reducción del déficit fiscal el ajuste ha sido muy lento, con niveles todavía del 6 por ciento del PIB, situación que estimula el crecimiento de la demanda agregada (el consumo de los hogares creció a doble dígito en el primer semestre) y le pone presión a la inflación.
Es decir, al hacer un ajuste fiscal más fuerte se bajaría la presión de la demanda (consumidores) y sobre la balanza en cuenta corriente, subiendo el ahorro público y generando a su vez menos presión sobre el dólar, para que este tienda a la baja y se generen menos sobrecostos por importaciones.
Para el exministro de Hacienda José Manuel Restrepo, otras acciones para tomar en medio de un margen estrecho vinculado casi que a la subida de tasas del Emisor son, por ejemplo, continuar motivando la producción nacional, disminuir los costos logísticos o de insumos y bajar la tasa de cambio, un factor que motiva más producción para bajar un poco más los costos.
De hecho, en el frente logístico la situación comienza a ser alentadora, toda vez que el valor de mover un contenedor, que el 10 de marzo estaba en 9.180 dólares, según la firma Drewry, asesora de cadenas de suministro, disminuyó un 8 por ciento semanal para el 15 de septiembre, a 4.941,91 dólares por contenedor de 40 pies.
Sin embargo, todavía falta más tiempo para que la situación se estabilice, ya que a comienzos del 2020, antes de la pandemia, el costo de movilización de un contenedor estaba en unos 1.500 dólares.
En cuanto a acciones complementarias, Luis Fernando Mejía, de Fedesarrollo, cree que en los fenómenos relacionados con oferta se han tomado medidas en las que seguramente habría que examinarse su pertinencia de mantenerlas en el tiempo, como la reducción transitoria, adoptada por el gobierno anterior, de los aranceles de algunos insumos utilizados en los procesos de producción de alimentos.
Y agregó que también hay que entender cuál va a ser la solución de política pública al problema de la empresa Monómeros, que provee fertilizantes al país y las señales de mediano y largo plazo en este frente pueden ser útiles para abaratar aún más los precios de estos fertilizantes.
Por su parte, María Claudia Lacouture, presidenta de la Cámara de Comercio Colombo Americana (AmCham Colombia), recalca que sin olvidar que la inflación se ha acelerado en los mercados desarrollados y emergentes durante el último año, porque la demanda se recuperó de la pandemia antes que la oferta, las acciones de política deben buscar mecanismos que no induzcan una recesión para controlar los precios.
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