A las 2 y 57 de la tarde del martes 29 de marzo del presente año varios representantes de los países que se sientan en el directorio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) recibieron un correo electrónico que inmediatamente llamó la atención de sus destinatarios. Quien envió la comunicación simplemente la firmó como “un amigo del BID”, pero el nombre de la cuenta de Gmail que utilizó no dejaba duda del tema: Stop Corruption (paren la corrupción).
La carta, escrita en inglés, exigía una “investigación formal” a cargo de la junta de directores ejecutivos de la entidad multilateral con respecto a la conducta del presidente de la institución, Mauricio Claver-Carone. El argumento central era la existencia de una relación “romántica e inapropiada” del funcionario con Jessica Bedoya, su jefe de gabinete.
Según la misiva, dicho nexo era no solo violatorio de los códigos de ética establecidos, sino que implicaba un riesgo reputacional significativo para el principal banco de desarrollo del hemisferio. Fundado en 1959 y con 48 naciones socias tanto de las Américas como de otros continentes, el conjunto de recursos entregados a la región en 2021 ascendió a 23.400 millones de dólares.
Cinco meses y medio después, el escándalo está a punto de llegar a su fin. Tras recibir el lunes un completo informe de la firma especializada Davis Polk & Wardwell, el consejo directivo recomendó por unanimidad la destitución del acusado, la cual muy seguramente será aceptada por los ministros de Hacienda –que son la autoridad máxima– y cuyo veredicto se conocerá el martes que viene.
Si bien nunca apareció la prueba reina que confirmara el alegato, los elementos recogidos fueron suficientes para sustentar la determinación. En la última línea de su escrito, la empresa de consultoría legal señaló que “en consistencia con la evidencia, se puede concluir razonablemente que el señor Claver-Carone violó ciertas políticas que le aplicaban como presidente del Banco”.
No es la primera vez que algo similar sucede. En mayo de 2007, el entonces cabeza del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, acabó dimitiendo tras comprobarse que había favorecido a su novia –también empleada de la organización– con aumentos de salario injustificados. Y en el mundo de los negocios la lista de capitanes empresariales que han tenido que dejar su cargo por involucrarse sentimentalmente con algún o alguna colega es larga, pues la mezcla de vida personal con la profesional se considera una falta insalvable.
Pero en este caso el tema viene con muchas más aristas que desbordan el manejo de un conglomerado. Lo ocurrido trae implicaciones geopolíticas y repercusiones importantes que tocan a Colombia, cuyo papel en la escogencia del ejecutivo hoy caído en desgracia resultó definitivo.
Sucesión de eventos
Nada de eso se encontraba en el radar de los observadores a comienzos de 2020. Dado que el colombiano Luis Alberto Moreno completaría su tercero y último periodo de cinco años al frente del BID en septiembre siguiente, la expectativa era que vendría un proceso normal en el cual varios aspirantes lanzan su sombrero al ruedo y la lista se va reduciendo en la medida en que unos consiguen más respaldos que otros.
Desde la creación del Banco en 1959, y por cuenta de un acuerdo tácito, el cargo recayó en un latinoamericano, comenzando con el chileno Felipe Herrera. Acto seguido vendrían el mexicano Antonio Ortiz Mena y el uruguayo Enrique Iglesias. En 2005 el turno fue para Moreno, cuya labor recibió aplausos, pues entre otros logros consiguió un importante aumento de capital que se tradujo en una creciente cartera de préstamos en favor de gobiernos, entes territoriales y sector privado.
Dado que Estados Unidos es el principal socio de la entidad, con 30 por ciento de las acciones, lo tradicional era que un nacional de dicho país ocupara la vicepresidencia ejecutiva. Una vez el Departamento del Tesoro en Washington identificaba quién podía asumir la posición, le informaba al presidente de turno quien proponía el nombramiento al directorio ejecutivo, si el nombre la parecía el adecuado.
Bien pagada y atractiva para alguien interesado en la región, la posición permite conocer lo que sucede al sur del río Grande y relacionarse al más alto nivel. Cada vez que cambia la orientación de la Casa Blanca, lo usual es que la persona en el cargo sea cercana al Partido Demócrata o al Republicano, según resulte el caso.
Tras la llegada de Donald Trump al poder en 2017, era previsible que la vicepresidenta de ese entonces, Julie Katzman, buscara otros rumbos ya que venía de la época de Barack Obama. Pasados unos meses anunció su retiro, ante lo cual David Mal –hoy presidente del Banco Mundial y por ese entonces subsecretario del Tesoro– le entregó a Moreno un nombre que le llamó la atención.
Se trataba de Mauricio Claver-Carone, un abogado de Miami, que era su asesor en el gobierno estadounidense. El exembajador de Colombia usó su bagaje diplomático a la hora de decir que prefería a alguien con más experiencia en asuntos financieros que políticos, pues el postulante ya se destacaba por ser exponente del ala dura del exilio cubano. En respuesta recibió la hoja de vida de Brian O’Neill, cuya designación se hizo efectiva en enero de 2019.
Sin embargo, la muerte repentina de este último el siguiente diciembre abrió de manera inesperada la vacante. Otra vez el Tesoro propuso a Claver-Carone, quien por entonces ya había sido designado asistente especial de Trump y funcionario del Consejo de Seguridad Nacional.
Descrito como un “halcón” en asuntos internacionales, el abogado impulsó la ofensiva en contra de Nicolás Maduro en Venezuela, lo cual lo acercó mucho al gobierno de Iván Duque. También se encargó de dirigir sus baterías en contra del BID al criticar la celebración de la asamblea anual del organismo en la ciudad china de Chengdu en marzo de 2019, que se acabaría cancelando a última hora.
A pesar de la presión, Moreno volvió a decir que no. Aparte de sus reservas sobre el candidato norteamericano expresó que la decisión debería corresponder a quien lo sucediera.
Lo que no llegó a imaginar es que la persona sería Claver-Carone, quien a mediados de junio hizo pública su aspiración. Previamente, y gracias a la cercanía con un hijo de Jair Bolsonaro, había logrado el respaldo de Brasil, al cual se sumó con entusiasmo Colombia.
Una llamada del secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, a Iván Duque galvanizó el apoyo ante lo cual los embajadores colombianos en la región recibieron la instrucción de movilizarse. Así la Casa de Nariño no solo recompensaba la ayuda de uno de sus grandes aliados en la capital estadounidense, sino que colocaba a un “amigo” al frente del principal banco de desarrollo regional.
La determinación de Bogotá le cayó muy mal a Moreno, quien no solo consideró un error el nombre del escogido, sino la pérdida de una posición tan importante para América Latina. Duque, por su parte, expresó que un estadounidense en el BID haría mucho más factible otro aumento de capital pues este lograría convencer al Congreso de su país, lo cual se traduciría en un fortalecimiento del Banco.
A mediados de septiembre tuvo lugar la elección y Claver-Carone ganó con holgura. Sin duda, la ausencia de un contrincante de peso hizo más fácil el resultado, pues solo Argentina trató de oponerse a lo que acabó siendo inevitable.
Hora de desencuentros
Tan pronto tuvo lugar el cambio de mando a comienzos de octubre de 2019, quedó claro que el viento soplaba en otra dirección. Más allá de promesas vagas como decir que “la meta central de mi presidencia será la creación de empleos en la región”, empezó un cuestionamiento de decisiones previas, junto con la llegada de personas distintas a posiciones claves.
Aparte del empeoramiento del clima interno, las relaciones con el directorio no demoraron en volverse difíciles. “El tipo es un patán”, sostiene alguien con quien tuvo trato frecuente. “Los que cuidaban su puesto vivían asustados y los que representaban a sus países comenzaron a chocar muy rápido con el estilo que impuso”, agrega.
Desde un comienzo quedó en claro que buena parte del poder descansaba en Jessica Bedoya, quien se describe como colombiana, ecuatoriana y americana, y fue designada como jefa de gabinete. Con una oficina que está a pocos pasos de la del presidente, en el piso 12 del edificio localizado en el 1300 de la avenida Nueva York en la capital estadounidense, la cercanía personal entre los dos era evidente.
Los chismes no demoraron en aparecer. Aparte de venir ambos del Consejo de Seguridad Nacional, surgieron rumores sobre los divorcios de cada uno. En cuestión de semanas llegaron los viajes, las exigencias de habitaciones conjuntas en los hoteles, los gastos de restaurantes o los privilegios, que alimentaron las conversaciones de pasillo.
Si bien no faltará quien diga que cualquiera es libre de enamorarse de quien desee, en el caso del BID hay un estricto código de ética y conducta profesional, una de cuyas secciones menciona potenciales conflictos de interés. Los empleados “no pueden participar en decisiones relacionadas con asuntos laborales que involucren a un familiar o un individuo con el que tengan una relación íntima, incluyendo asignación de funciones, evaluación de desempeño o recompensas de pago por méritos”, señala el documento que todos los funcionarios del BID suscriben.
A todas estas, el cálculo que hizo Colombia respecto a la importancia estratégica de Claver-Carone perdió sustento cuando Joe Biden resultó elegido presidente de Estados Unidos en noviembre de 2020 y los demócratas mantuvieron el control de la Cámara de Representantes. Sin siquiera cumplir cuatro meses de gestión, el abogado se convirtió en una figura incómoda al cual su propio gobierno dejó de prestarle atención.
Aun así, la Casa de Nariño se mantuvo firme. La Asamblea Anual de Barranquilla en marzo de 2021 se presentó como un éxito, a pesar de que el número de asistentes fue muy bajo debido a la pandemia. Pocos meses más tarde, ante la aparición de la variante ómicron, el BID canceló de manera unilateral la cita de 2022 que se había programado en Montevideo. “Nadie quería ir”, afirma un conocedor del asunto.
Días después de la que se convertiría en una asamblea virtual que tuvo mucho más de trámite que de sustancia, llegó el anónimo al directorio, el cual aceptó contratar a la misma firma que investigó los alegatos en contra del exgobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo. La respuesta de Claver-Carone fue pasar a la ofensiva, negando las acusaciones y presentándose como la víctima de una conspiración.
Sin embargo, el reporte es contundente. Lo primero que nota es la ausencia de cooperación por parte del encargado del BID, quien se negó a compartir el contenido del celular que le había entregado la institución, a pesar de que las normas lo exigen. También rehusó mostrar mensajes de texto de su número personal o los apartes relevantes de su cuenta de Gmail. Por su parte, Bedoya hizo lo propio, incluyendo rehuir una entrevista para hablar de las acusaciones.
Aunque los implicados rechazan la existencia de una relación personal, la evidencia circunstancial y documental es demoledora y abarca la fotografía de un “contrato” amoroso suscrito a mediados de 2019 en un individual de papel del restaurante Entre Maderos de Medellín. La prueba, aportada por el exmarido de Bedoya, no se pudo corroborar ante la negativa de las partes de proveer una muestra de su escritura para realizar un examen dactilográfico.
Adicionalmente están las acusaciones respecto a retaliaciones en contra de personas de la entidad o los aumentos de sueldo. En su contrato inicial, la jefa de gabinete devengaba la suma de 287.000 dólares al año. Menos de un año después el salario había subido a 420.000 dólares anuales.
Todo lo anterior hace previsible el desenlace en los próximos días. Si bien Claver-Carone continúa a la ofensiva, su suerte está echada. Tan pronto como sea posible, los gobernadores del BID tratarán de cerrar este capítulo oscuro y retomar la senda para que el organismo recupere el rumbo perdido.
La condición para que ello pase es que surjan buenos candidatos de la región. En tal sentido, el sonajero ya comenzó a agitarse, aunque faltan nombres en el partidor.
Al final, lo que importa es que la persona escogida no solo cuente con una hoja de vida impecable, sino con la visión indispensable para fortalecer a un banco que es una fuente de recursos insustituible para América Latina y el Caribe. Es de esperar que Colombia, que sin duda dio un paso en falso la vez pasada, enmiende la plana y ayude a encontrar la salida, poniendo en primer lugar la idoneidad y no los intereses de corto plazo o el amiguismo a la hora de hacer su escogencia.
RICARDO ÁVILA
Analista Sénior
Especial para EL TIEMPO