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¿Vivir en arriendo o ser propietario?
Unos ven la vivienda como una forma de materializar un patrimonio y otros prefieren el alquiler.
Fondos de empleados, cooperativas y empresas estatales manejan tasas de interés competitivas y ofrecen otros beneficios para las personas que deseen tener casa propia. Foto: iStock
Varios amigos y familiares me han preguntado qué es mejor, ¿vivir en alquiler o ser propietarios de una vivienda? Es una pregunta recurrente que tiene opiniones encontradas, pero válidas, pues todo depende de las necesidades de los interesados, la disponibilidad de recursos y, claro, el entorno económico.
Siempre diré que cada caso es particular y que, al margen de la elección, lo importante es que las familias tengan a la vivienda como la representación de un espacio para la unión y el refugio. Sobre las ventas, no es un secreto que pasan por una situación complicada porque hay inconvenientes con los subsidios para la oferta social y las tasas aún están en proceso de ajuste a la baja.
A pesar de estos escenarios, que también impactaron la inversión en los rangos medio y alto, me encuentro en el grupo conformado por quienes consideran que es mejor sumar un patrimonio representado en una vivienda propia, aunque muchas personas refuten esto: “Es mejor pagar un alquiler que comprar una propiedad, que implica gastos de mantenimiento e impuestos, entre otros que comienzan desde el mismo proceso de la compra”, advierten.
Insisto, cada caso es único y válido, pero me sumo a la generación de antaño que califica la adquisición de una casa o un apartamento como una forma de materializar un patrimonio. Sin embargo, en aras de reconocer la variedad de opciones que tiene el mercado inmobiliario –y eso es lo interesante de este sector– no podemos dejar de lado a las nuevas generaciones que no tienen la compra de una vivienda en su lista de prioridades.
La compra o mejora de vivienda es una de las causales que le permiten retirar estos recursos. Foto:iStock
Conozco algunos amigos y familiares nómadas (muchos de ellos millennials) que prefieren invertir en viajes y cambian de trabajo con frecuencia, y por eso consideran que atarse a una propiedad no es relevante, sobre todo al comienzo de su vida laboral, cuando todavía no hay ahorros y el camino apenas comienza.
Las dos caras
Un par de ellos, que por diversas razones dejaron ese trajín y se establecieron en sus ciudades de origen, hoy sugieren que “lo viajado no se los quita nadie”, pero reconocen que haber adquirido una vivienda hubiera sido una opción para alquilarla en su momento y venderla, tras ganar una valorización (moviendo, además, el negocio de la usada), o para habitarla, como desean ahora.
A ellos se suman otros que pudieron destinar una parte de los ingresos a la adquisición de una vivienda y la arrendaron, demostrando que estos dos mundos (la compra y el arriendo) se complementan para responder a los sueños que se construyen según cada necesidad y momento.
“Hoy, el 40,2 por ciento de los colombianos habitan en alquiler, dato que es mayor al 47 por ciento en las ciudades principales. Incluso, el mercado de arriendos supera los 27,12 billones de pesos anualmente”, reveló la Federación Colombiana de Lonjas de Propiedad Raíz (Fedelonjas).
Por su parte, según la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol), las ventas de vivienda nueva disminuyeron 44,9 por ciento el año pasado frente al 2022 y la inversión de los hogares se redujo en 20 billones, pero las acciones apuntan a revertir la tendencia. Por eso, en cualquiera de los dos mundos, arriendos o ventas, lo que importa es que las familias sigan reconociendo los beneficios que implica tener una vivienda.