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De fútbol, machismo y otras guerras ganadas por ellas
Seis futbolistas hablan del sesgo que han ido destruyendo en razón de su género.
Isabella Echeverry jugará en el Sevilla de España. Foto: Leonardo Muñoz / EFE
Difícil imaginar un escenario más machista que el fútbol. Cuesta creer que, no obstante tantos avances, aún sea una barrera para muchas mujeres talentosas que no piden nada distinto a un trato igualitario, justo, profesional. Increíble pero cierto.
Lo prueban las propias futbolistas, quienes reconocen en el género un obstáculo más que una condición.
“Me han hecho preguntas supermachistas, del corte de ‘¿vos no estás con la idea de que las mujeres deberían estar en su casa y no en un deporte duro como el fútbol? O ‘¿ustedes se dan muy duro? ¿Y no les duele mucho?’, recuerda Isabella Echeverry, hoy jugadora del Sevilla de España.
Para Catalina Usme, actual campeona de la Liga con América de Cali, la duda es recurrente y la ignorancia, tristemente, también. “Muchas veces he tenido entrevistas con sesgos machistas, recuerdo una vez que me preguntan: ‘¿Y qué hace practicando un deporte de hombres?’”. Historia repetida en el caso de Nicole Regnier, exjugadora de Junior y Atlético de Madrid: “Empezando mi carrera me preguntaban por mi profesión, y decía que era futbolista y se sentía de inmediato ese machismo. Pero fui creciendo, y era todo más normal”, dice ahora.
Carolina Pineda, otra campeona nacional con América, va al fondo del problema: “Esto ha venido cambiando, la sociedad acepta y reconoce, y a veces nos identifican algunas mujeres, porque ha sido una forma de mostrarle a la gente que hemos ganado espacio. En mi época, siempre nos veían como marimachos, era un estigma”, dice. Su manera de solucionarlo es alucinante: “Tuve una personalidad tan arrolladora que no permití que nadie me opacara. A mi mamá la criticaban mucho, pero con logros deportivos esos comentarios fueron desapareciendo”.
Catalina Usme Foto:EFE
Señales de evolución
La buena noticia es que, como dice Nicole, el crecimiento del fútbol femenino ha ido matando la duda imprudente.
“En los comentarios, las noticias, se ve el fútbol desde una perspectiva masculina y no desde la equidad, pero poco a poco debemos cambiarlo, nosotras mismas tenemos que cambiar ese ámbito”, asegura Yoreli Rincón, por años capitana y referente de la Selección Colombia, además de ser campeona de Liga y Copa Libertadores con Atlético Huila.
Catalina cree que el cortocircuito está entre quienes creen que ellas piden demasiado y quienes las escuchan y entienden sus demandas antes de juzgarlas: “Hay mucho por avanzar en la perspectiva de la gente, siguen viendo el fútbol muy masculino; la prueba es lo que pasa hoy con la Liga Femenina. Y no estoy hablando de ganar los mismos salarios, porque sabemos que no estamos en ese punto, que estamos apenas comenzando. Pero sí se trata de igualdad de oportunidades: tenemos el mismo derecho de vivir del fútbol y ser felices a través de él”.
En ese mismo sentido se pronuncia Isabella, una de las promotoras de la protesta que al inicio del 2019 acabó en modificaciones favorables en las selecciones Colombia femeninas y en la realización de la actual Liga profesional: “El fútbol se ve desde una perspectiva totalmente machista, lleva muchos años manejado por el género masculino en todos los ámbitos: en visibilidad, en quien lo gobierna, quién lo juega. Abrirnos un espacio es como una amenaza a lo que se ha venido haciendo. Pero la mujer no necesita igualdad en el fútbol, sí equidad, garantías en el deporte, y es por lo que luchamos todos los días, para que no se quede en una cuestión de género”, asegura.
Manuela Vanegas, la defensora estrella de la final de la última Liga con Independiente Medellín, apoya esa teoría: “Hemos evolucionado, la situación ha mejorado muchísimo, pero aún falta para llegar a una totalidad, que es lo que queremos. Cuando ya no se hable del femenino o el masculino, sino simplemente de fútbol, en ese momento desaparecerá el machismo”.
El ánimo de las futbolistas, desde el momento de iniciar las discusiones, es siempre constructivo, propositivo. Y así mismo hablan a sus interlocutores, les cuentan con sinceridad cómo es para ellas una entrevista soñada.
“Me gustaría que se enfocaran en lo deportivo; a veces hablan de la belleza de las mujeres, y en todas las entrevistas yo quisiera que mejor me preguntaran sobre el trabajo que hago, que se queden con lo deportivo”, pidió Nicole.
“Las entrevistas no deberían empezar siempre con ‘¿por qué practicas esto?’, ‘¿cómo empezaste?’ A mí, por ejemplo, nunca me han preguntado qué me motivó a hacer lo que hago, por qué me empeñé en el fútbol a pesar de tantos obstáculos, cómo logré superar tantas cosas en la niñez para llegar a donde estoy, cómo empoderar y liderar a las generaciones posteriores no solo para practicar fútbol, sino en todos los ámbitos que se consideran para hombres. Cuando las mujeres nos proponemos algo, trabajamos duro y lo conseguimos. Se trata de vernos como profesionales, así, sin tanto misterio”, agrega.
Con la agudeza de siempre, el mensaje de Isabella es igual de claro: “Me pasa muchísimo que los periodistas me piden la entrevista y me dicen: ‘¿Cuántos años tienes?, ¿dónde has jugado?, ¿qué fue la denuncia que hiciste?’. Y es una falta de información que para mí se traduce en irrespeto, deberían llegar informados sobre quién soy, porque me parece un irrespeto, como profesional y como mujer, que no tengan claro con quién están hablando. Si me buscan, por algo es”. Así, tal cual, como pide Yoreli: “La manera adecuada de abordarnos es como lo harían con un hombre, nunca ves una entrevista en la que les pregunten: ‘¿Qué te decían cuando eras niño por jugar fútbol?’. Si ellos hacen tres goles, los felicitan, pero a nosotras por esos mismos tres goles nos preguntan por qué nos dedicamos a esto, por qué es tan difícil ser mujeres en esta profesión y así... todo lo extra sale y no lo importante, que es el fútbol, la Liga, las jugadoras, la Selección, el talento, los mismos tres goles que hicimos en la cancha”.
El fútbol es para todas ellas un sueño y un calvario a la vez, una pequeña batalla cada día, a veces en la cancha y a veces en reuniones interminables con hombres que, a regañadientes, han ido abriendo los espacios que ellas, a fuerza de terquedad y resultados, se han ganado. Y aun así, parece que no les basta con ser buenas, jugar en equipos europeos, ser campeonas continentales o nacionales.
Pero ya lo advirtieron: tienen paciencia, persistencia y talento suficientes para dar peleas de largo aliento. Más que acostumbrarse, habrá que entender que llegaron al fútbol para quedarse, pensar antes de preguntar y hablar cada vez más de fútbol y menos de su género, su vida privada o cualquier otro asunto sin importancia. El curso que empieza ahora es para aprender a estar a su altura.