Dicen que es 32. Y desde ahí los mira Nacional, con absoluta autoridad, por encima del hombro. No solo porque es el único capaz de llegar al ‘número mágico’ sin despeinarse, con nómina titular, mixta, alterna, juvenil y hasta la de oficinistas, sino porque asume sin miedo la responsabilidad de ser el mejor equipo del país. Parece fácil, pero hay que buscar con lupa a quien tenga el carácter para imitarlo.
Pasen por Bogotá, por ejemplo. Santa Fe hace tiempo que debía estar clasificado a los cuadrangulares. Sin el lloriqueo de los viajes de las copas internacionales –a las que clasificó porque supo ganar cuando se puso serio–, Gustavo Costas lleva varios partidos tratando de saber con quién cuenta para decir presente. Y no encuentra. Unas veces por una nómina mal reforzada que no ofrece alternativas, otras por inventar posiciones o desconocer a los más fuertes en estas (caso Gordillo, por ejemplo) y otras más por el pobrísimo nivel de algunos jugadores que o no saben cómo ganar o no entienden que la camiseta roja gana títulos, no suma punticos.
Qué decir de Millonarios. Una y otra vez las inversiones se van al banquillo en vez de dirigirse a la materia prima, a los jugadores. Y los errores se suceden, de Lillo a Lunari, a Israel, a Cocca, da igual: jugadores improvisados donde ellos quieren y no donde son desequilibrantes; talentos sin confianza (Escobar, Estrada); hombres con más corazón que disciplina en puestos que no sienten –Robayo–, y así. Mucho al cerebro, poco al cuerpo. Qué decir de Junior, donde más que magia buscan utopía, privilegiando mañas y farra antes que disciplina, o de quienes ven pesos antes que deporte y salvan la inversión por encima de la dignidad –sí, Once Caldas–.
El número mágico se impone con seriedad, responsabilidad y certeza. Será 32 o incluso 30, pero solo estará al alcance de quien lo merezca. Se colará alguno y hasta será campeón. Pero hoy de magia el único que sabe es Nacional.
JENNY GÁMEZ
Editora de ADN