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Camargo, de fracturarse el fémur a ganar la Vuelta a Colombia

Igualó la gesta de Rafael Niño y Oliverio Rincón. 

Diego Camargo, líder de la Vuelta a Colombia.

Diego Camargo, líder de la Vuelta a Colombia. Foto: Prensa Fedeciclismo

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Se disputaba un circuito de Ramiriquí, Boyacá, en el 2016. El lote iba compacto y la carrera promediaba su recorrido.
Un reductor de velocidad fue el culpable de una fuerte caída. Varios corredores se fueron al piso, luego de que la bicicleta del ciclista Diego Andrés Camargo Pineda se resbaló en ese momento.
Pasó el lote, los carros acompañantes frenaron en seco, esquivaron el accidente, reanudaron la marcha, pero a un lado de la carretera quedó tirado el cuerpo de Camargo.
La bicicleta estaba lejos del pedalista boyacense, que acaba de ganar la Vuelta a Colombia, tres semanas después de haber logrado la victoria en la clasificación general de la Vuelta de la Juventud.
Camargo no se pudo parar. El dolor en la pierna derecha era insoportable. La ambulancia de la competencia llegó y atendió al corredor, nacido el 3 de mayo de 1998 en el municipio de Tuta.
El hijo de Segundo Isidro y Blanca Nubia y hermano de Martha Lucía, María Adela, Linda Lucía, José Yesid y Jef-ferson fue trasladado de urgencia al hospital. Los médicos lo examinaron, y tras los exámenes respectivos los rayos X dictaminaron fractura de la cabeza del fémur.
“Me quedé ahí. No me di cuenta de ese reductor y la bicicleta se resbaló. No me pude parar. Me recogieron, fui al hospital”, le contó Camargo a EL TIEMPO.
Me quedé ahí. No me di cuenta de ese reductor y la bicicleta se resbaló. No me pude parar. Me recogieron, fui al hospital
Fue tan duro el accidente, y tan difícil la recuperación, que Diego pensó en no volver a montar en bicicleta. No quería saber más del deporte al que llegó de carambola.
“Duré seis meses tratando de volver a caminar bien. Tres fueron de recuperación y los otros, de puro descanso. Ese último tiempo lo que hice fue pensar si volvía al ciclismo o no. En algunas ocasiones dije ‘no más’, y tal vez esa fue mi decisión”, contó Camargo, quien se graduó de bachiller en la Institución Educativa El Cruce, a donde iba en bicicleta todos los días, un recorrido de 3 km de descenso y otros tres subiendo, de ahí el gusto por la bicicleta.
Ricardo Mesa fue clave. El DT fue el que le inculcó el ciclismo. En el 2015 lo vio en una competencia en Tuta y se dio cuenta de que tenía con qué sobresalir. Lo inscribió en el club Evolución Tutense, y desde ese instante comenzó por al camino ciclístico.
“Él me convenció para que regresara. No iba a ser capaz. Tal vez el estudio era la mejor solución o el mismo trabajo en el campo, pero Ricardo me lavó el cerebro y me devolvió al ciclismo”, recordó.
Mesa cuenta que no fue fácil recuperarlo para el deporte. Diego estaba influenciado por la familia, que no quería que siguiera en el ciclismo debido a los accidentes.
“Ya se había caído en San Gil con golpe en la cabeza. Era su segundo totazo, y la familia no quería. Su papá quiso devolver la bicicleta que le prestamos. Él lo dudó, pero hasta que sus padres no le dieron el aval no volvió”, recordó Mesa, a quien le tocó un duro trabajo de convencerlo de que no pusiera pie en tierra.
Su papá quiso devolver la bicicleta que le prestamos. Él lo dudó, pero hasta que sus padres no le dieron el aval no volvió.
Al final volvió. Camargo tomó la decisión de seguir, pero ahora el inconveniente era la pierna.
Le daban muchos calambres. Quedó con un problema en la espalda baja. Se quejaba de dolores, y lo llevaron a un quiropráctico que le descubrió el problema y lo sometió a un tratamiento.
Invirtió mucho dinero y a veces se le bajaba la moral, pero Mesa le decía que eso no eran un gasto, sino una inversión.

Al ciclismo, de rebote

De niño jugó fútbol, pero nunca quiso dedicarse a ese deporte. Llegaba a las 6:30 de la mañana al instituto, estudiaba, salía al mediodía y regresaba a su casa.
Sus padres nunca tuvieron que ir al colegio por las travesuras de Diego, porque él, a pesar de gustarle la recocha, nunca se metió en líos.
Vive con ellos y su hermano menor, Jefferson, lo hace en la finca San Isidro, de la vereda Alizal, a 15 km de Tuta. Allí, una vez dejaba la bicicleta pegada a la pared de la casa, ponía los cuadernos encima de la mesa de noche, pasaba al comedor y luego de almorzar se iba para el campo.
“Me tocaba ayudarle en el trabajo de mi papá. Me gustaba hacer de todo, más que todo en los cultivos, sembrar papa, cebolla, echar azadón, en esas me la pasaba, ese era el diario vivir por esas épocas”, comentó.
Diego Camargo en la fnca y con sus padres, Segundo Isidro y Blanca Nubia.

Diego Camargo en la fnca y con sus padres, Segundo Isidro y Blanca Nubia. Foto:Archivo particular

Claro, su padre le daba algún dinero, pero para Diego eso no eran tan importante, lo clave era ayudarle a su padre para que el trabajo no fuera tan duro.
Diego Camargo no entiende por qué el ciclismo es su profesión. Ni en la familia paterna ni en la materna los deportes eran algo principal. Nadie había cogido una bicicleta, nunca se inscribieron en un club; ni participó en una carrera, ni siquiera como aficionado, pero la vida es así, ella le tenía señalado el camino a Diego.
“Cuando les dije a mis papás que quería ser ciclista, por allá en el 2015, a ellos no les gustó mucho la idea. Por eso les propuse un trato: si me iba bien, pues seguía, pero si no era así, pues estudiaría ingeniería civil, la carrera. Seguí en el ciclismo. No les gustaba por eso de las caídas, de los peligros, pero me comenzó a rendir”, agregó Diego, quien mide 1,76 m de estatura y pesa 62 kilos.
Diego Camargo en la finca y con sus padres, Segundo Isidro y Blanca Nubia.

Diego Camargo en la finca y con sus padres, Segundo Isidro y Blanca Nubia. Foto:Archivo particular

Vivía en el suelo

Camargo se destacó en una carrera en Jenesano, Boyacá. Después corrió la Vuelta a Antioquia, la Vuelta de la Juventud. En esta última no tenía experiencia, pero fue sexto en el paso por el alto de Letras.
El tiempo pasó rápido. En el 2017 fue séptimo en la Vuelta de la Juventud, el año pasado fue décimo, ganó la contrarreloj y la general de la Vuelta a Boyacá. Ha estado en equipos como Coldeportes y ahora el Colombia Tierra de Atletas.
Carlos Mario Jaramillo lo llevó a dos clásicos RCN, en el 2018 le ayudó a ganar a Álex Cano la carrera y estuvo en la Vuelta a Colombia del 2019.
Cuando supo de Coldeportes pensó que había sido todo en el ciclismo, pero Luis Cely le abrió las puertas en el Colombia Tierra de Atletas.
“Lo había visto. Tenía algunos problemas. No bajaba bien, se caía mucho y se ubicaba mal en el lote. Me causó curiosidad que tras su victoria en la Vuelta a Boyacá no le dieron la confianza”, señaló Cely.
Lo había visto. Tenía algunos problemas. No bajaba bien, se caía mucho y se ubicaba mal en el lote.
Y agregó: “Una vez, en una carrera que terminó en La Vega, bajando el alto del Trigo, Camargo cerraba el grupo y, claro, se desprendió del grupo. Luego llegó, pero un corredor no debe estar atrás, siempre debe ir adelante. Lo llamé, le propuse que firmara con Tierra de Atletas”.
Era tal la idea de Cely que le ofreció a Mesa, el DT del club de Tuta, que si Camargo aceptaba la propuesta lo convertiría en su asistente, y así ocurrió.
Este año fue a Europa, un recorrido poco agradable, pues sufrió mucho. Aprendió, como él mismo dice, a correr más tranquilo, pues siempre se destacó por ser un corredor desesperado. Los resultados no se dieron. Llegó con mucha ilusión, pero regresó cabizbajo, achantado.
“Quería ir a ganar en Europa, pero llegué allá y no hice nada, eso me dio duro. Me achanté, queríamos hacer resultados, pero nos fue muy mal. Tuve muchos errores. Tal vez entrené demasiado, pero sabía que había que recuperarse y seguir”, dijo el irador de Alberto Contador y quien respeta a Nairo Quintana.
Quiere correr un Tour de Francia, estar en el podio. Sus dotes de escalador son eximias y va muy bien en el tramo contrarreloj.
Es devoto del Señor de la Misericordia. No conoció a Miguel Sanabria, el ciclista de Tuta que ganó la Vuelta a Colombia de 1996.
Diego Camargo no tiene novia, tampoco hijos, y a sus 22 años no ha caído en cuenta de la dimensión de los resultados que ha conseguido en este 2020, un año difícil por la pandemia, que ha cambiado la manera de pensar, de entrenar y de correr de los ciclistas.
Es callado, analítico, inteligente, noble. Siempre piensa en su familia. La casa en la que vive la ha mejorado. Era de barro, la empañetó, le metió piso. Le compró lavadora, nevera y un televisor a su mamá.
Algún día, Camargo se levantará, se pegará dos cachetadas en la cara y despertará de este sueño, el mismo que solo han tenido Rafael Antonio Niño (1970) y Oliverio Rincón (1989), de haber ganado en un mismo año la Vuelta a Colombia y la prueba juvenil más importante del país.
LISANDRO RENGIFO
Redactor de EL TIEMPO

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