
Oro y coltán, las pesadillas mineras que padece Guainía
Así es la vida y el impacto en las zonas donde hay presencia de minería ilegal en este departamento.


Oro y coltán, las pesadillas mineras que padece Guainía
Oro y coltán, las pesadillas mineras que padece Guainía
Por: TATIANA MORENO QUINTERO
Unidad de Datos EL TIEMPO
Y es que los jefes de la actividad minera infunden terror en el pueblo, pues Laura*, que hace parte de una asociación indígena que denuncia este trabajo, atestigua: “Acá todo el mundo tiene miedo de contar la realidad, incluso de mencionar el nombre, pero yo creo que vale la pena poder levantar la voz”.
Y es que los jefes de la actividad minera infunden terror en el pueblo, pues Laura*, que hace parte de una asociación indígena que denuncia este trabajo, atestigua: “Acá todo el mundo tiene miedo de contar la realidad, incluso de mencionar el nombre, pero yo creo que vale la pena poder levantar la voz”.
Ahora bien, en este departamento el 100 por ciento de las actividades de explotación de oro de Aluvión (Evoa) y coltán, en 2021, fue llevada a cabo de manera ilegal, según el informe ‘Colombia Explotación de Oro de Aluvión’ del Ministerio de Minas y Energía y la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc).
Además, se puede afirmar que el 100 por ciento de la producción de coltán en el mismo departamento es realizada de forma ilícita, ya que la ubicación de los yacimientos se encuentra en reservas naturales y étnicas protegidas por la Ley 2250 de 2022 en la que dictamina: “En ningún caso se podrá autorizar la realización de actividades y/o trabajos de exploración, explotación minera o cualquier actividad extractiva en áreas que integran el Sistema Nacional de Parques Nacionales Naturales, Parques Regionales Naturales, Zonas de Reserva Forestal Protectora, ecosistemas de páramo y los humedales Ramsar”.
No obstante, ni la ley o la carencia de licencias han logrado poner un alto a la minería ilegal lo que afectó en 2022 a 162 hectáreas en tierra de la zona, conforme asegura el Ministerio de Minas y Energía (MME).
Laura* y Carlos son parte de una comunidad de sangre indígena de una zona vecina al río Atabapo que, además de ser proveedor fundamental de agua, es el hogar de una gran diversidad de fauna y también guarda una numerosa cantidad de yacimientos de coltán y oro.
Sin embargo, el Atabapo no es el único que cuenta con estos recursos, pues los depósitos de estos minerales en Guainía se encuentran en Pana (88 hectáreas dentro de la Reserva Nacional Natural Puinawai que representa el 54% de la actividad ilícita en el departamento), Puerto Colombia (57 hectáreas), Inírida (16 hectáreas) y en los ríos Negro, Vaupés e Inírida, de acuerdo con el MME.
La fuerte actividad minera ilegal se produce pese a que son áreas protegidas y excluibles de la extracción de minerales debido a la presencia de reservas nacionales naturales. En la región, además, hay 151 hectáreas que son parte de resguardos indígenas y parques nacionales naturales protegidos por la misma convención Ramsar.


Minería que trae enfermedad
Laura, una mujer de cerca de veinte años, piel trigueña, ojos oscuros y cabello negro y lacio, lucha junto a un colectivo contra la actividad minera ilícita con la esperanza de que el sustento económico de su pueblo sea el turismo y que la salud del ecosistema y las comunidades sean restauradas.
La joven le relató a EL TIEMPO que la minería fluvial practicada en estas regiones es una fuente generadora de graves problemas para la salud, el medio ambiente y la sociedad.
“Como me crie allá, veíamos que las mujeres no padecían de ningún tipo de inconvenientes de ovario. Pero actualmente están sufriendo en alto índice enfermedades como cáncer, quistes y más afectaciones que tienen que ver con nuestro órgano reproductor. En cuanto a los hombres, se les presentan mucho los tumores en el cuerpo, en la cara, en la cabeza o en la barriga y los niños están teniendo un grado alto de dolencias estomacales, como diarreas
En el año 2022, en una población de 50.636 personas, la mayor causa de mortalidad en la zona, con una tasa de 86,89 por ciento, fue causada por enfermedades transmisibles, que incluyen infecciones intestinales y parasitarias. Además, la tasa de mortalidad vinculada a tumores es de 29.62 por ciento, de acuerdo con los indicadores básicos de salud proveídos por el Ministerio de Salud y Protección.
Por la misma razón, señala Laura, que ha aumentado el fallecimiento de seres en vía de extinción, como los delfines rosados, que aparecen sin vida en la estrella fluvial. Laura sostiene que la reciente muerte de tres animales de esta especie se atribuye a la extracción de materia orgánica en la zona.
Además, los inmensos tubos succionadores que recolectan estos minerales, y van montados a balsas hechas de madera y palma con formas muy similares a las de una maloca indígena, son la fuente de ingresos de un extenso grupo de residentes de la zona del que alguna vez hizo parte Carlos.
Cinco horas bajo el agua en busca de oro
FOTO: Archivo particular

Foto suministrada de una balsa para extraer oro en Guainía
A sus 16 años, Carlos decidió practicar la minería ilegal, no solo por la curiosidad de conocer ese mundo, sino de lograr buenos ingresos económicos. Cuando comenzó, su grupo de trabajo lo integraban personas provenientes de todo tipo de contextos como indígenas, padres de familia, extranjeros, migrantes, “paisanos” y niños que acompañaban a sus familiares. Afirma que si bien se observaban hombres desde los 13 a los 50 años, “la mayoría eran jóvenes”.
Carlos explica que el equipo consta de cuatro o cinco . Uno de ellos desempeña el papel de asistente, laborando en la balsa, mientras que los demás, conocidos como ‘buzos’, se sumergen en las profundidades de los ríos durante aproximadamente cinco horas, sosteniendo las mangueras mientras las maquinas succionan para recolectar los minerales.
La labor de Carlos se iniciaba a las seis de la mañana, cuando el sol apenas se asoma en el cielo. A esa hora debía salir de su casa para estar, a las siete en punto, en las balsas situadas en el río Atabapo o el río Inírida. Luego venía un turno de 24 horas seguidas, hasta las 7 de la mañana del otro día. “En las balsas había hamacas para que los ‘buzos’ puedieran descansar un rato y luego volver al trabajo”, cuenta el joven.
La ilegalidad de esta actividad no solo es de carácter ambiental o social. La alta presencia de niños y menores de edad que documentó Carlos es una clara violación a los derechos de los infantes. En Colombia, el Código de Infancia y Adolescencia, en su artículo 20, plantea que "los niños, niñas y adolescentes serán protegidos contra toda forma de explotación económica y social". Así mismo, existe la Ley 704 de 2001, por la cual se aprueba el “convenio 182 sobre la prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación”.
De la misma forma se presenta explotación laboral, pues según la Ley 6 de 1945, el máximo de horas que un sujeto puede desempeñar al día es de ocho y el personal en las balsas triplica el tiempo establecido por el Estado.
“Empecé como asistente, que es el que trabajaba arriba. Tenía que estar pendiente de los tiempos de los buzos, a qué hora entraban y salían, indicarles cuando prender y apagar las maquinas. Observaba también ‘la pinta del oro’, que consiste en ver si había material en el lugar (…) A mí también me tocaba sacar el agua de los botes. Eso sí era una tortura”, comenta el joven.
Además de esto, también debía estar al tanto de una radio por la cual todos los grupos de mineros se comunican; entre los mensajes a los que estaba atento era el aviso de la presencia de las “pirañas”, es decir el Ejército Nacional. Al ‘escuchar’ la advertencia (tres jalones a la manguera con la que extraen el material), los buzos debían subir y el grupo de personas que estaba trabajando desmantelaba la operación. De esta manera evitaban la captura de los materiales y del equipo.
De acuerdo con datos de la Fuerzas Armadas de Colombia, entre el primero de enero y el 16 noviembre de 2023, se incautaron 218 kilos de metales provenientes de la minería ilegal y 15 artefactos de maquinaria de extracción ilícita en yacimientos mineros del departamento.
Asimismo, en el año 2018, se llevaron a cabo cinco arrestos, involucrando a un total de 17 personas. En 2019, solo se registró la detención de una persona, al igual que al año siguiente. En el transcurso del 2021, el Ejército Nacional realizó dos capturas, cada una involucrando a un individuo. El año siguiente, esta cifra experimentó un aumento, al alcanzar cuatro detenciones y un total de seis personas aprehendidas.
Sin embargo, los datos revelan que en 2023 ha habido un fuerte crecimiento en cuanto a capturas. Durante este periodo se llevaron a cabo un total de siete operaciones, resultando en la detención de 13 personas.
No obstante, los campamentos de minería cuentan con personajes situados en puntos estratégicos para poder avisarles a los que realizan la mano de obra cuándo deben suspender las operaciones y conforme menciona Carlos, hoy de 18 años, los oficiales no han dado con la suerte de desmantelar estos campos, pues en los dos años que ejerció dentro de la actividad solo hubo una captura.
Al pasar del tiempo, Carlos se convirtió en ‘buzo’. Esto significó un aumento considerable en el pago, pero mayor exposición a riesgos muy altos. Según Laura, estos trabajadores no cuentan con los equipos adecuados para realizar esta actividad, su supervivencia depende una manguera de aire alimentada con un compresor. Por esta razón, muchos corren el riesgo latente de ahogarse. A esto Carlos le agrega que algunos de estos buzos han muerto por la caída de “montañas de tierra y piedras encima”.
Millones de la mano de la ilegalidad minera
FOTO: Archivo particular

Los desechos que deja la minería en los ríos de Guanía. Foto suministrada por la fuente.
La medida de pago en esta minería ilegal es el gramo, que se tasa en $200.000 pesos. Y dependiendo del rol que se desempeñe, la remuneración varía. En el caso de los asistentes, su salario es de un gramo por día; mientras que los buzos obtienen un gramo de pago por cada diez que recolecten en la jornada, explica Carlos y agrega que, si no se extrae nada, no hay ningún tipo de pago.
El joven sostiene que la cantidad mínima necesaria para obtener alguna compensación económica es de 15 gramos de oro. De lo contrario, no tendrán ganancia alguna.
Sin embargo, esta sigue siendo la fuente de sustento más fácil y remunerada de la zona, pues de acuerdo a lo narrado por los dos entrevistados, en un día se pueden estar ganando lo que en otros oficios obtendrían en un mes. También explican que las razones para entrar a este negocio son muchas, desde los que quieren estar en el mundo de la fiesta, lujos y otras diversiones hasta aquellos que deben poner el pan en la mesa para su familia.
Según la Fiscalía General de la Nación, el coltán tiene un valor de 500 o 600 euros por kilo en Colombia y un valor diez veces superior en Europa. Por otro lado, el oro en el mercado de contrabando tiene un de costo alrededor de 209 millones de pesos por kilo, conforme a la información proporcionada por el Ministerio de Minas y Energía.
Por esta razón se crea el “circulo vicioso”, como relata Carlos. “Uno se mete en la cabeza que va a trabajar una semana y en eso se hace $1.400.000; para uno siendo joven eso es mucha plata. Terminar con esta actividad está bien porque no es correcto, pero también hay que pensar un poquito en las personas, porque ellos trabajan muy duro porque no tienen otro sustento, no saben que más hacer y la minería es lo único que le ofrece ganar mucho dinero. En el pueblo pueden trabajar todo el día y ganarse apenas 50 mil. Por eso lo siguen haciendo”.
Los datos respaldan esta realidad puesto que, según el Dane, en 2022 la pobreza monetaria en Guainía fue del 65 por ciento, lo que significa que más de la mitad de los hogares del departamento tenían ingresos inferiores a $396.864 per cápita, por lo que no pudieron cubrir sus necesidades básicas.
FOTO: EL TIEMPO/archivo particular

Aunque han aumentado las capturas, aún hay muchas balsas extrayendo oro de forma ilegal en Guainía
De la misma forma, Laura describe el coltán como el oro negro, mineral “exquisito” que tiene un grandísimo valor. Además, este inorgánico le quita la tranquilidad a Carlos, ya que el joven atestigua: “Lo que me preocupa realmente es el problema que se viene grande”, pues asegura que en la minería ya están acabando con el oro y, a pesar de que actualmente trabajan con el coltán, todavía no conocen su verdadero potencial. En el momento que lo entiendan, va a aumentar la actividad de forma extraordinaria.
El dinero que se obtiene a raíz de la minería ilícita no solo proviene de la recolección y venta de los materiales, ya que el trabajo sexual ha aumentado a raíz de la actividad. Según Laura, cerca de las balsas posicionaron espacios donde la música, el alcohol y las mujeres jóvenes, en su gran mayoría “de pieles blancas”, es decir, provenientes de otras ciudades o incluso países, se encuentran creando un gran flujo de caja, pues una de ellas se puede estar ganando un millón de pesos en una hora.
Otros sujetos que se benefician económicamente de esta actividad son los líderes de las comunidades indígenas. Laura sostiene que, para que la minería ilegal pueda llevarse a cabo, es necesario pagarles "vacunas" y así obtener su permiso.
“¿Acaso mi vida vale un gramo de oro?”
Llegó el punto en el que Carlos se cansó de trabajar como buzo en las pequeñas casas en la superficie de los ríos. A su cabeza llegaban pensamientos como “uno está muy joven y yo creo que estoy para hacer cosas más grandes que estar toda la vida aquí”.
Sin embargo, la pregunta que retumbaba en su cabeza con mayor frecuencia era “¿Acaso mi vida vale un gramo de oro?”. Según él, por conseguir esos $200.000 diarios padecía de insomnio y carecía de tranquilidad. El entorno en los campos empezó a resultarle incómodo y no tenía la posibilidad de estudiar, pasar tiempo con su familia o explorar un mundo diferente. Además, sentía que se estaba desaprovechándose a sí mismo al dedicarse a esta labor.
Por otro lado, su conciencia le pesaba pues reconocía que le estaba haciendo un daño al medio ambiente. Por eso optó por abandonar ese entorno y comenzó sus estudios en la industria turística para, dice, “contribuir de manera positiva a la comunidad”.