Yolanda Ruiz duerme mal. Sufre de hiperosmia (sensibilidad extrema hacia los olores). Fue madre soltera durante los primeros años de vida de su única hija y es una mujer tan increíblemente calmada y paciente que muchos de sus colegas se preguntan cómo lo hace. También es optimista, de las que ven el vaso medio lleno. Y pacifista. Y está escribiendo una novela sobre su mamá.
Yolanda Ruiz (Pasto, 1964) fue una precoz jefa de redacción en la revista ‘Cromos’ (a los 26 años) y la primera mujer en ocupar el cargo de directora de servicios informativos de las dos grandes cadenas de radio del país:
Caracol y, actualmente, RCN. Palabras mayores. Una voz que desde las 5:45 de la mañana se pone al frente de una máquina de noticias que es puro vértigo. Con 34 años en el oficio, todavía se le asoma, de vez en cuando, una lágrima ante una información que la sacude. Pero a estas alturas, dice ella, “la sensibilidad es un activo”.
La mañana en la que hablamos hacía dos días del lanzamiento oficial de su primer libro. Un riguroso compendio de reflexiones, a partir de su experiencia, frente a este oficio noble y duro, injusto a veces, hasta cruel, si se quiere, pero indispensable más que nunca. ‘En el filo de la navaja. Historias, secretos y decisiones humanas detrás de las noticias’ reclama la autocrítica del gremio. Pide revisarnos desde adentro, repensarnos, mirar atrás y ver en qué nos equivocamos y hacia dónde vamos. Es, en sus propias palabras, “un llamado a recuperar la ética y la decencia”.
Acaba de terminar su programa de hoy y la actualidad informativa giró prácticamente solo en torno a la situación en Venezuela. ¿Cómo ve lo que está pasando allí?
Difícil. Yo diría que el pronóstico es un poco reservado. No sabemos. Uno siente que
Maduro se tendría que estar desgastando, pero en la medida en que lo de Guaidó tampoco acaba de provocar la salida de Maduro no sabe uno si también Guaidó se está desgastando.
Siendo una noticia que nos afecta tanto como país, y ya que su libro es precisamente una reflexión sobre el oficio, ¿qué tanta sensatez cabe en el tratamiento de esa información?
En esta noticia, como en todas, debe caber la sensatez. Lo que tiene que hacer el periodista es informar. Esta mañana, yo decía que nosotros tenemos una dificultad para entender un poco más lo que pasa en
Venezuela porque tristemente ese país ha dividido la opinión de los periodistas y muchos están haciendo periodismo militante. Telesur, por ejemplo. Y otros colegas desde las otras orillas que informan solamente la mirada de la oposición.
Cuando tú quieres hacer un periodismo equilibrado, que es mi obsesión permanente, pues quieres informar lo que está pasando. En el día de hoy, por ejemplo, hay que reportar lo que están diciendo Guaidó y López, pero también lo que dice Diosdado Cabello; el ministro de Defensa de Maduro, su vicepresidente. Es apenas el abecé del periodismo. Hoy fue un día de matoneo en redes por esa razón.
¿Qué le decían?
Que estaba justificando el régimen de Maduro. Mi trabajo como periodista es contar qué está pasando. Que había unos ciudadanos con
Juan Guaidó, pero que también Diosdado Cabello les estaba hablando a más ciudadanos en otro punto de Caracas. En este tema, y en cualquier otro, nuestra labor es informar. Ojalá tomar distancia de las propias pasiones, ideológicas, políticas o lo que sea. No quiere decir que se las puede despojar porque no es así, pero por lo menos mirar qué más está pasando, que los periodistas se asomen, que vayan, que miren.
¿Por qué cree que hemos llegado a este fenómeno cada vez más pronunciado del periodismo que toma partido y que solo se muestra de un lado?
Yo no sé de dónde viene el fanatismo. En el caso de Colombia, en particular, el proceso de paz nos dividió mucho como sociedad. Pero pasa en el mundo también. Yo diría –pero este es un análisis muy en borrador– que todo el universo digital facilita la proliferación de los fanatismos. Cuando tú tienes un pensamiento fanático de cualquier índole no requieres mucha argumentación, tú te matriculas.
Me parece que el debate en
redes sociales favorece el fanatismo en la medida en que no es un debate de argumentos, sino de epítetos, de frases breves, efectistas. Eso hace que quienes tienden a polarizar tengan más éxito que quienes tienden a dar razones. Porque los razonamientos no venden tanto. Pero es una explicación en borrador. Debe haber más cosas.
Y es ahí donde se refuerza la idea del periodismo como faro, luz, que ayude a la sociedad a discernir…
Ese es mi llamado. Eso es lo que digo permanentemente en el libro. Que hoy en día, cuando tenemos todo ese universo de información que está circulando, que es un universo de información en la incertidumbre, porque no sabemos qué es cierto y qué no, necesitamos que esa guía, esa luz, ese faro, sea el de los periodistas que hacen su trabajo bien hecho: confirmar, contrastar, dar contexto, –algo que a mí me parece que se ha perdido de manera inmensa en las redes sociales–. Yo sí creo que los periodistas tenemos que hacer nuestro trabajo y no sucumbir a esa dictadura del clic.
Pero hay una sensación de transición hacia no se sabe muy bien dónde. De confusión...
Yo digo que estamos confundidos, pero mi respuesta ante la confusión es
periodismo. Ante cualquier duda, periodismo. Claro, el periodismo siempre ha tenido presiones, pero hoy en día tenemos una adicional que es la audiencia, que está respirándote en la nuca todo el tiempo, todo el día. Y es una presión muchas veces insoportable. Lo que nos corresponde es pararnos como periodistas. Es que si nosotros nos dedicamos a darle gusto a la galería, perdemos.
De pronto usted desde su posición puede asumir esa bandera, pero la realidad es mucho más compleja. ¿Cómo salimos de ahí?
Yo pienso que es una decisión editorial que debe venir de arriba y llegar hasta la base, que son los reporteros y que para mí son la esencia de este oficio. Y hay que dar más debates y discusiones. Yo los tengo en RCN Radio porque aquí estamos cayendo en esa dictadura del clic. Tantos debates, que lo que ha decidido RCN Radio es que yo dirijo las noticias al aire, pero ya no tengo el manejo editorial de los proyectos digitales. ¿Por qué? Porque mi batalla es que no podemos publicar todo lo que simplemente nos traiga clics.
Con lo cual su batalla acaba siendo solitaria…
Mi batalla es solitaria. Pero bueno, tengo un equipo maravilloso de reporteros y estamos comprometidos. Algunos nos dicen ‘van a morir en la batalla’. Y yo digo, es posible, pero en la batalla con las botas puestas. Es decir, no plegándome a que esto es lo que está pidiendo el mercado. Yo sí creo que nos tenemos que transformar; es una terquedad no entender que el mundo ha cambiado. Y si tú me ves, pues mientras hago el noticiero informo en
Twitter, en Facebook, en Instagram…
Hoy en día, cuando tenemos todo ese universo de información circulando, (...) necesitamos que esa guía (...) sea la de los periodistas que hacen bien su trabajo: confirmar, contrastar, dar contexto
Paralelamente a todo el asunto de las redes usted menciona el tema de la credibilidad…
Así como hago una exaltación de la labor del periodista –y creo que el periodista y el periodismo como tal son una base fundamental de la democracia– también digo miremos para adentro. Es que este es un gremio muy arrogante que no se autocritica. ¿No tenemos a veces un poco de cercanía con las fuentes que nos hace perder el foco? ¿No les aceptamos sin chistar a las fuentes todo lo que dicen sin ni siquiera contrastar o preguntar?
Hay colegas con negocios personales por encima o por debajo de la mesa. Claro que hemos trasgredido unas líneas y claro que nos hemos equivocado. Hay colegas que denigran el oficio, que han hecho daño. Nosotros señalamos a todos los corruptos con el dedo, menos a los que tenemos por dentro. Y a mí sí me parece que tenemos que empezar a hacer eso. Ver cómo cubrimos el conflicto, por ejemplo, el proceso de paz, cómo estamos cubriendo Venezuela… No pasa nada si decimos ‘nos equivocamos’. Creo yo.
¿Hemos cubierto bien el conflicto? ¿El posconflicto?
Insisto en que a mí no me gustan las generalizaciones. No creo que todo el mundo lo haya hecho mal. Pero pienso que en su conjunto, como gremio, tuvimos un par de dificultades que cuento en el libro: uno es que cubrimos la guerra como un ‘show’ mediático. Cuando tú cubres la guerra como un show empiezas a tener problemas, porque entonces para ti las víctimas no son seres humanos que están sufriendo, sino insumos para poder meterle un poquito más de emocionalidad a la noticia. A mí eso me preocupa. Cuando la víctima se vuelve un insumo. Cuando la guerra se vuelve un insumo, en términos de rating, y no se ven los hechos en el contexto de lo que está ocurriendo.
Eso hace que, por ejemplo, pasen cosas como el no en el plebiscito...
Pero claro. En el cubrimiento del
proceso de paz hubo errores colectivos. Me parece que fue un error de parte de quienes estaban negociando en la mesa sentir que se encerraban a discutir y se les olvidó que aquí había un país al que había que persuadir de tragarnos el sapo de la justicia transicional, que es un sapo monumental, pero si escogemos ese camino, tenemos que contarle a la gente lo que vamos a hacer, y no se contó. Y llegamos al periodismo militante, que era mostrar solo las bondades o solo las perversidades del proceso. Y no es que debamos generalizar, pero sí como gremio habría que dar un debate más allá de los foros. En el día a día, y no solo los periodistas. Es un llamado a recuperar la ética y la decencia. No planteo nada más.
Otro debate permanente es si el periodista debe dejar clara su postura ideológica...
A mí no me preocupa que se le note o lo diga públicamente. Cuando comenzó el proceso de paz yo hice una pequeña nota editorial y de entrada dije ‘soy filosóficamente prosalida negociada a todo conflicto’. Es decir, yo soy pacifista, pero me reservo el derecho a criticar, a informar con total independencia sobre lo que pase en esa mesa y a decir lo que sea.
Usted dice en el libro que sufrió acoso sexual. ¿Quiere contar qué le pasó?
Sufrí acoso, pero en esa materia estoy con Claudia Morales (la periodista) y reclamo mi derecho al silencio. Lo sufrí en dos oportunidades, como estudiante de primer semestre en la universidad por parte de un profesor, y como periodista por parte de uno de mis jefes. En los dos casos me alcanzaron a manosear. Pero no he querido dar nombres ni detalles por el mismo temor que hay a la revictimización de las mujeres que salen a contar sus historias.
Es que aquí no termina de arrancar el #MeToo...
Nos falta mucho. Hay mujeres que todavía tienen temor. A que te estigmaticen, a que no te crean...
¿Es un gremio muy machista el del periodismo?
Hasta hace relativamente poco, yo decía que no porque en mi trabajo como reportera no sentí que hubiera machismo, de hecho, tuve cargos directivos siendo muy joven. Pero a lo largo de los años sí he visto gestos de machismo. Y claro que he sentido discriminación con el salario.
¿Le han pagado menos que a los hombres?
Me pagan menos que a los hombres.
TATIANA ESCÁRRAGA
Editora de Redacción Domingo