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¿Qué hace san Agustín en un libro de filosofía?
Clave en la historia del cristianismo, el religioso llega a la colección Descubrir la Filosofía.
Sabemos lo que está preguntándose: si fue un santo o una figura de una doctrina basada en la fe y en la creencia como verdad absoluta (y que no ite la argumentación racional como la cristiano-católica) ¿qué hace San Agustín en una colección de historia y evolución de la filosofía?
Para ello, se valió de una estrecha relación con un potentado de su natal Tagaste (actual Souk Ahras, Argelia), Romaniano, quien financió los estudios del joven, primero en la gran Cartago.
Allí el nacido un 13 de noviembre de 354, y a la edad de diecisiete, sin la vigilancia paterna ni el fervor ultra puritano de una madre entregada a su fe, el joven conoció de primera mano “un hervidero de amores pecaminosos”, como refiere el propio san Agustín en sus Confesiones.
Anota que este fue de los hechos que exhortaron, en él, uno de los tres grandes objetivos de su enfoque cristiano-filosófico, como fue la búsqueda de la verdad en el origen de las malas acciones del hombre.
Pasiones no tan santas
Sí, hablamos del mismo santo y también le revelaremos ‘el milagro’ que le permitió tener su propio tomo, al ser considerado más que un jerarca de una de las más dogmáticas instituciones del catolicismo.
Pues bien, se trata de Aurelius Agustinus, hijo de un hogar modesto en el que el padre era un pagano con el único objetivo de garantizarle la mejor educación a su hijo pero quien, al carecer de un presupuesto holgado, dedicó sus esfuerzos a la consecución del mejor ‘mecenas educativo’ que Agustín podría tener.
San Agustín Foto:Archivo particular
El otro aporte intelectual de sus años en la ‘caliente’ Cartago –un prematuro antecedente de Las Vegas de nuestra época, con boda incluida, pues del desenfreno vivido allí por Agustín, resultó una esposa y hasta un hijo, de quienes poco o nada se sabe o al menos, se quiso revelar– fue su interés por buscar la sabiduría.
Este se le despertó, luego de la lectura de Hortensio, una obra perdida de Cicerón que “contiene una invitación a la filosofía" – según escribe san Agustín en Confesiones–.
“Debo confesar que su lectura cambió mis formas de sentir, las oraciones que te dirigía, Señor, y despertó en mi seno nuevos anhelos y nuevos deseos. De repente toda esperanza vana se me apareció vil ante mis ojos, y mi corazón empezó a desear con inaudito ardor la sabiduría inmortal”, cita E.A. Dal Maschio a san Agustín en su libro El Doctor de la Gracia contra el Mal, de la colección Descubrir la Filosofía.
Y este impulso de sabiduría lo encaminó en la lectura de las Sagradas Escrituras, por la fuerte influencia de la religiosidad materna.
Sin embargo, las contradicciones, fantasías y hasta maldades que encontró lo decepcionaron y por ello, se dio a la tarea de buscar una “iluminación” diferente para su lectura de las doctrinas pseudofilosóficas.
Esta la halló en una secta oriental de gran éxito entre los notables del imperio, los maniqueos (seguidores del profeta Mani, corriente que también lo desencantó en tanto el joven profesor de oratoria empezó a estudiar, por su cuenta, las teorías de grandes filósofos, las cuales ofrecían nociones sobre el mundo creado, con pruebas racionales y cálculos avalados por la sucesión de las estaciones y los fenómenos astronómicos.
Hoy es San Agustín, el filósofo que nos explicó que pagar impuestos no te hace mejor persona, ni haces el bien cuando los pagas, pues lo haces forzado:
Nemo invictus bene facit etiamsi bonum sit quod facit
Finalmente, su ‘salida del clóset’ ideológico se dio en Milán, a donde llegó movido por la búsqueda de argumentos filosóficos para el origen de la maldad, lejos de las fantasías y los absurdos maniqueos.
Allí reforzó su conocimiento sobre las teorías de Platón, que sirven de telón de fondo a la argumentación sobre la cabida del delegado obispo de Hipona en 395 y el más importante representante del catolicismo en la historia del conocimiento racional (definición llana y simple de la filosofía).
Al respecto del escape de san Agustín del maniqueísmo (sin tener que renunciar a la búsqueda de la respuesta a la pregunta que lo obsesionó tu vida: ¿cómo puede explicarse la existencia del mal en el mundo?), añade el autor de San Agustín.
El Doctor de la Gracia contra el Mal: “el platonismo le ofrecía una armazón con la que dotar de dignidad filosófica a la doctrina cristiana en la que había sido educado, y que hasta entonces le había parecido carente de la menor dignidad y solvencia intelectual, a la vez que le descubría la posibilidad de concebir una realidad inmaterial con la que superar las limitaciones que imponía el burdo materialismo de las doctrinas de Mani. Se abría así la puerta a la adopción libre de complejos de la fe cristiana, sin tener que avergonzarse más por eso”.
Curiosidades de un santo
1. Sus tres pilares. Como lo dijimos al comienzo de esta reseña, elpenamiento de san Agustín se sentó en tres pilares. Al más importante de ellos (la búsqueda del origen del mal) se suman la doctrina de la gracia que le mereció su apelativo de ‘el doctor de la gracia’ y la autoridad de la Iglesia, todos ellos a la luz de los enfoques filosóficos.
San Agustín, hijo de santa Mónica, fue un escritor, teólogo y filósofo cristiano. Fue un autor prolífico, dedicando gran parte de su vida a escribir sobre filosofía y teología, siendo Confesiones y La ciudad de Dios, sus obras más destacadas. pic.twitter.com/WEkCjW8vgr
2. ¿Mal hijo? ¿Ingrato? Sus motivos son desconocidos pero pese a los grandes esfuerzos de su padre por brindarle la mejor educación de la mano de su Romaniano, san Agustín nunca se refirió a él en sus escritos. Únicamente en el libro III de las Confesiones, mientras narraba la impresión que le causó la lectura del Hortensio de Cicerón, Agustín escribe que tenía entonces 18 años “y mi padre había muerto dos años antes”.
3. Madre radical. Luego de su primera etapa de estudio en Cartago (año 375), san Agustín regresó de paso al seno de casa, en su natal Tagaste; pero su madre le cerró las puertas, horrorizada por las atribuladas ideas maniqueas con las que llegó su hijo (los maniqueos fueron catalogados los ‘bolcheviques ‘ del siglo cuarto) y por su desliz ante la seducción de la carne.
San Agustín. El Doctor de la Gracia contra el Mal circulará esta semana con EL TIEMPO, con un precio de 26.900 pesos. Los interesados en adquirir la colección completa a un precio de 589.000 pesos para suscriptores y de 787.000 pesos para no suscriptores (este precio tendrá un descuento especial para los no suscriptores quienes, al comprar los treinta libros en una misma transacción, pagarán 719.000 pesos) podrán hacerlo a través de tienda.eltiempo.com/filosofia o llamando en Bogotá al 4 26 6000, opción 3, y en la línea nacional gratuita 01 8000 110 990.