Para hacer posible que un colombiano pueda ver desde un teatro local al tenor Jay Hunter Morris hacer su potente Sigfried wagneriano en simultánea con alguien que se sentó en las anheladas sillas rojas del Metropolitan Opera House, en Nueva York, y que eso sea rentable y sostenible, tiene que haber alguien que haga el ‘do de pecho’ istrativo desde los escritorios.
Ese personaje es Peter Gelb, el gerente general del Met Opera. El hombre de los negocios detrás de los escenarios giratorios, las figuras extravagantes que caminan por las nubes y las ya famosas letras serifadas que identifican al teatro con un legado cultural imposible de medir.
El nombre de Gelb fue noticia al final del año pasado, cuando se conoció el escándalo sexual que rodea al director musical James Levine, quien, para hacer un parangón, es para la ópera lo que George Lucas es para el cine. Fue Gelb quien convenció a la junta directiva de suspender toda relación con el poderoso personaje que le dio glorias a esa casa durante décadas. Se supo que gerentes anteriores sabían de acusaciones contra Levine y no hicieron nada.
El otrora gerente de Sony Classical es también quien ha llevado adelante, durante 12 años, la idea de las proyecciones digitales del Met, que comenzaron en Colombia en el 2007. De esta estrategia habló por teléfono con EL TIEMPO (días antes de que se conociera el escándalo de Levine).
¿Es rentable para el Met hacer estas transmisiones?
La ópera no es un negocio rentable para nadie. Es muy difícil como negocio para las compañías del mundo, por los costos que hay detrás. Es la forma de arte escénico más compleja, pues envuelve muchos elementos en los niveles más altos de calidad, empezando por la orquesta, los coros, un inmenso reparto de cantantes, bailarines, actores, efectos y artistas visuales.
Lo manejamos como el negocio de la moda, pero la renta es el resultado artístico. De hecho, el presupuesto que se maneja de costos anualmente es de 300 millones de dólares, y la mitad de ello lo cubrimos con las donaciones de amantes de la ópera que no solo compran boletas, sino que hacen contribuciones.
La parte de los teatros de cine no es solo para la forma del arte, por extender la ópera por el mundo; también es, por su cuenta, la única entrada rentable para esta casa. Considerando el alto costo extra de las cámaras, las transmisiones satelitales y los pagos extras a los artistas que aparecen, es más alto que lo que hace el Met vendiendo boletas. Con un incremento en los costos, las transmisiones son nuestra entrada. Por supuesto, antes no teníamos esto: porque hay ópera hacemos transmisiones, pero la ópera en sí no es negocio.
Las transmisiones siguen representando el futuro, son fundamentales. Es muy importante seguir usando nuevas tecnologías para hacer eso posible y que llegue a la mayor cantidad de gente
¿Tienen idea de su impacto cultural en otros países?
Sabemos de los licenciados con los que tenemos sociedad por ser responsables de promover estos contenidos e informarlos. Sabemos que a la gente le gusta, o si no, no lo haríamos.
Las audiencias colombianas han mostrado interés comprando las boletas, sabemos que tenemos un impacto. En otros países tenemos más impacto, claro, pero el estar en más de 2.000 teatros, en la mayoría en vivo, en múltiples zonas horarias, con subtítulos en varios idiomas, creo que el impacto cultural es parte de la razón por la que es positiva nuestra presencia. Hay un efecto social de esa unidad de países que comparten algo en vivo. En un mundo que se quiebra políticamente, esto es algo que unifica los pueblos.
Al crear las transmisiones, a alguien no debió de gustarle que la ópera dejara de pertenecerles a las élites...
Cuando llegué al Met dejé muy claro a la junta directiva que el futuro de la ópera depende de volverse menos de élite y más accesible a la mayor audiencia posible, o si no, se moría. Las transmisiones satelitales y por radio le devuelven una posición más popular, que fue su origen.
Una porción de su audiencia siempre ha sido la aristocracia, las élites, pero la otra era la gente de clase media y el hombre común. Cuando Verdi y Puccini escribían sus óperas, era la música pop de su momento. Era de las calles de Italia. No era su intención ser de élite, sino que era para todo el mundo. Con el tiempo se volvió de élites, y eso amenazó su existencia. Mi vida en el Met ha sido eso, es mi credo y mi propósito: conectar la mayor audiencia posible con la música clásica.
¿Cómo pinta el futuro?
Creo que las transmisiones siguen representando el futuro, son fundamentales. Es muy importante seguir usando nuevas tecnologías para hacer eso posible y que llegue a la mayor cantidad de gente. Queremos encontrar nuevas audiencias y talentos, mantener esta forma de arte en la agenda del entretenimiento y adaptarla al cambio del mundo.
Dónde y cuándo
13 de enero, 12 m. Salas de Cine Colombia de Cali, Bogotá, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena. Informes: cinecolombia.com. 25.000 pesos.
CARLOS SOLANO
Cultura y Entretenimiento