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Noticia
El premio Nobel y el discurso más emotivo de la vida de Mario Vargas Llosa
Hizo el recuento de toda una vida y convirtió una de las ceremonias más protocolarias del mundo en pura emoción.
A sus 74 años, Mario Vargas Llosa (i) recibió el premio Nobel de Literatura de manos del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia (d) el 10 de diciembre de 2010, tras más de cuatro décadas como escritor. Foto: Jonathan Nackstrand / AFP
En diciembre de 2010, tras ganar el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa leyó Elogio de la lectura y la ficción, el discurso más emotivo de su vida, en el cual comprimió obsesiones, deseos, opiniones y pesadillas.
El escritor comenzó diciendo que aprendió a leer a los cinco años y dijo que este fue el momento más importante de su vida. “Casi setenta años después, recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio (...)”.
En sus palabras agradeció a sus ‘maestros’, a aquellos escritores de los que aprendió “los secretos del oficio de contar”, y a sus seres queridos que lo apoyaron, permitiéndole dedicar buena parte de su tiempo a escribir, “a crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero”.
También reflexionó sobre la lectura como forma de protesta. “Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo. (...) Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida”.
Habló así mismo de la importancia de las letras para denunciar injusticias y protestó contra los totalitarismos: “(…) Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido. Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos”.
Y agradeció a España y Francia por el rol que tuvieron en su carrera, y también dio testimonio de su amor por su país natal: “Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocurre me afecta más, me conmueve y exaspera más que lo que sucede en otras partes”.
(la ficción) es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano
Mario Vargas LlosaEscritor
En sus palabras añadió que la literatura, si bien "es una representación falaz de la vida", ayuda a entenderla mejor, por lo cual defendió que la ficción es “una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños”.
Finalmente, el escritor concluyó: “(…) tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible”.
En ese momento, el Gran salón de la Academia sueca estalló en aplausos. El discurso fue el recuento de toda una vida y Vargas Llosa, en una de las ceremonias más protocolares y serias del planeta, fue pura emoción.
El Comercio (Perú) - GDA
(*) Y apartes del discurso de Vargas Llosa cuando recibió el premio Nobel.