Juan Pablo Vega, cantautor y productor colombiano, confirmó que será uno de los artistas que participará en la segunda edición del Festival Cordillera, organizado por Páramo y Ocesa. El evento tendrá lugar en el Parque Simón Bolívar entre el 23 y 24 de septiembre.
Además, el 12 de mayo Vega lanzó su último álbum ‘Despídeme de todxs’ en todas las plataformas musicales. El disco fue producido entre el estudio El Desierto, en México, y Fishaman Records, el estudio de Vega en Bogotá. Con 11 canciones, hace que sus oyentes viajen por un sinfín de ritmos: desde el R&B hasta el rock o los boleros.
El trabajo del artista es fiel a la temática y al estilo que ha caracterizado su música: la nostalgia y la añoranza. Además, el álbum combina la producción de Vega con la colaboración de amigos y compañeros que han acompañado su trayectoria artística a lo largo de 10 años de carrera. ‘Despídeme de todxs’ habla de los recuerdos de amores pasados, lugares y amistades perdidas.
Según el artista, este álbum representa “una añoranza continua del pasado disfrazada de manera moderna y fresca. Es una mirada hacia atrás que no es anticuada".
En conversación con EL TIEMPO, el artista profundizó en los ritmos e historias que giran alrededor de la composición de su nuevo álbum.
Cada vez desmitifico tanto este romanticismo alrededor de escribir canciones. Es una cuestión de actitud y de voluntad.
Hace dos meses lanzó el sencillo Tenemos que hablar, ¿qué significa esta canción para usted?
Me ha pasado algunas veces que las canciones tienen ese poder de volverse premoniciones. Esta canción la escribí en 2020 y no lo hice pensando en algo en particular. No la escribí pensando en que tenía que hablar con mi pareja de ese momento o porque estuviera pasando por una crisis.
De hecho, partió de la premisa tan sencilla de querer construir una canción que le gustara a mi mamá. El fraseo de la primera parte de la canción, que dice “cuando vamos a hablar mi amor”, es de una canción que le encanta a mi mamá: ‘Alone again’ de Gilbert O’ Sullivan. Partí de ahí y la empecé a componer. Ya después la canción se volvió una premonición porque esa conversación llegó después cuando tuve la fortuna de contar con Ximena Sariñana. Entonces, al principio la idea era hacer una canción que le gustara a mi mamá, pero después se convirtió en un dueto de una pareja hablándose.
¿Por qué colaborar con Sariñana?
Desde que ella comenzó, la escuchaba, adoraba y adoro su música. Después trascendimos en que yo produje parte de su álbum: ‘¿Dónde bailarán las niñas?’ y desde ahí, nos volvimos muy amigos. La quise llamar para esta canción porque me parecía que era la más apropiada para hacer un dueto. Hicimos un video en Bogotá en una panadería en Chapinero muy tradicional.
¿De dónde salió la idea de grabar la canción en esa locación?
Esa genialidad viene de Estefanía Piñeros, que fue la directora. Creo que queríamos encontrar lugares donde pudiéramos escapar de esas narrativas tan usuales en los vídeos que, a mi modo de ver, están absolutamente ‘agringadas’. Salir de los viajes en el desierto en el carro o de bajarse en la estación de gasolina. No quería entrar en esos lugares comunes, que ni siquiera son tan comunes para la población bogotana puntualmente. Entonces, quisimos visitar o revisitar esos lugares tan bogotanos como son las panaderías/fruterías y generar esa conversación entre Ximena y yo. ‘Tenemos que hablar’ es una combinación entre videoclip y una sesión en vivo. Todo lo que grabamos ahí fue lo que quedó y es una idea muy purista, ¿no? Es volver a ese viejo lugar que yo ya había experimentado antes de las sesiones en vivo y que mejor que hacerlo al exaltar esos lugares perdidos en el tiempo y preciosos de Bogotá.
A veces siento que estoy nadando en contra de la corriente con la música que hago.
¿Cómo salió de esos lugares comunes con el contenido del álbum?
A veces siento que estoy nadando en contra de la corriente con la música que hago. La construcción melódica y armónica de mis canciones está muy relacionada a la de los boleros y por eso hace muy poco decía que al final soy un cantante de boleros, que lo único que hace como productor, es revestir esos sonidos con otros ritmos del R&B o del soul. Esa construcción, que hace 70 años era típica, ahora se volvió muy atípica en relación con todos los contenidos que salen o que están encasillados como pop. Al final, yo soy un cantante entero de pop, pero elegí otro tipo de caminos porque me gusta.
¿Cómo fue el proceso creativo de ‘Despídeme de todxs’?
Fue un disco gestado entre Ciudad de México y Bogotá. Yo he tenido una relación muy profunda con México porque allí he grabado una gran parte de mis discos. Entonces ha sido una muy buena mixtura de dos culturas en el sentido de que muchas de las canciones del disco están coescritas con compositores de México. Pero el otro 50 por ciento está grabado en Bogotá y con músicos colombianos. Este disco da ese matrimonio entre México y Colombia.
¿Qué tiene en cuenta al momento de componer sus canciones?
Yo no le pongo muchas tildes. Es sentarse con una guitarra y con otra persona a intentar crear algo. Hay veces que resultan cosas buenas y hay veces que son cosas pésimas. Cada vez desmitifico tanto este romanticismo alrededor de escribir canciones. Es una cuestión de actitud y de voluntad. Sin embargo, hay lugares donde sí se me facilita mucho escribir las letras, que probablemente es lo que menos se me da. No me considero un buen letrista, pero las que hago, las hago con mucho cariño. Hay un lugar muy bonito donde he encontrado esa paz para escribirlas: los aviones o estando en carretera.
Estamos inmersos en una época bastante fructífera, de efervescencia cultural colombiana en la escena local. Me refiero a artistas de todo tipo.
¿Cuáles fueron los retos en el proceso creativo del álbum?
En este disco hay diferentes retos que me puse. La canción ‘Despídeme de todxs’ es una canción con la que tenía el lema de no caer en lugares comunes y así quedó. ‘Saca lo que está en tu corazón’ es una que había escrito hace muchos años y que también coquetea con una cuestión rockera, medio Beatles. Hay otra composición que se llama ‘Perderme’. No me había dado ese chance de hacer una canción más frontal al jazz y con esa lo hice. Creo que siempre hay cosas que me sacan de mi sitio de confort. Yo creo que en este disco le bajé en gran parte de la guitarra, que siempre ha sido parte del conducto regular para crear mis canciones y discos. Y, haberlo hecho, me pareció precioso. A medida que van pasando los discos, asumo nuevos retos, trato de incomodarme en una justa medida y hacer cosas nuevas.
¿Por qué centrarse en una línea temática que va de la mano con sentimientos como la nostalgia y la añoranza?
Esa siempre ha sido mi manera de sentir desde muy pequeño. Siempre estuve aislado en el pasado, en acordarme de cosas con mucho cariño. Desde el principio de mi carrera, la construcción de canciones está en ese ejercicio nostálgico. Siempre ha estado muy transversal la nostalgia y me alegra bastante que siga siendo y que siempre esté ahí. Esa es finalmente mi manera de sentir.
¿Qué recuerdos lo marcaron durante la composición del álbum?
Todas las canciones siempre me recuerdan algo. Todas traen encima historias, desde la grabación hasta la gestación. Creo que cada canción tiene inclusive nombres de personas, de las personas que estuvieron grabando ahí. Yo creo que, al ser un disco concebido como una construcción colectiva, siempre va a haber un nombre detrás, de personas que colaboraron.
¿Qué aspectos tuvo en cuenta para elegir las personas con las que trabaja?
Lo primero es que nos caigamos bien y lo segundo es que nos iremos, que nos guste lo que hacemos. Yo creo que una de las premisas de mi proyecto siempre ha sido llamar a músicos para que nos veamos, grabemos, estemos en el estudio y devolverle un poco lo performativo a la música, que hoy por hoy cada vez se apacigua más. Justamente me parece que el ‘performance’ es lo que nos diferencia un poco.
¿Cómo percibe el éxito?
Éxito para mí es vivir tranquilamente mi vida. En un determinado punto de mi carrera, sí estuve en este estado ansioso de querer más y de esa voracidad de ser el número uno. Con el tiempo he aprendido a apaciguar un poco ese combustible. Pero con el paso del tiempo y mediante mucho trabajo, he encontrado lo que llaman éxito. No me planteo el éxito desde la cantidad de personas que van a mis conciertos. Que mi música viaje a donde tenga que viajar.
¿Cuáles son los desafíos a los que se ha enfrentado no solo como solista, sino también como productor dentro de la industria musical colombiana?
Más que retos, he tenido la oportunidad de conocer artistas preciosos, hablando de Colombia puntualmente. Estamos inmersos en una época bastante fructífera, de efervescencia cultural colombiana en la escena local. Me refiero a artistas de todo tipo. Es el caso, por ejemplo, de Duplat, que hace parte de mi disco, pues grabó un saxofón. He tenido también el privilegio de trabajar con bandas como Oh’laville o Providencia. Pero también hay artistas con los que no he trabajado y que iro profundamente en un espectro de música local. Creo que si tuviera ese poder de apalancar a toda esta escena local, que viene y que se trae entre manos cosas súper interesantes y discursos distintísimos a los que digamos un artista como yo que siempre redundo en algunas cosas, me parecería fascinante. Además, se está hablando de otro tipo de cosas porque polemizan en cuestiones sociales, sociopolíticas y yo aplaudo eso. Me alegra poder sumar así sea un poco desde mi rol como productor.
ANGIE RODRÍGUEZ
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO.
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