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Recostándose y vomitando: así celebraba sus festines la clase alta en la Antigua Roma
Los romanos tenían unos modales que distan de lo que actualmente se conoce como etiqueta.
En la Antigua Roma, los banquetes eran sinónimo de estatus social. Foto: iStock
Las costumbres que se llevaban a cabo en la Antigua Roma, eran bastante peculiares, especialmente en lo que de celebraciones se trata.
La organización de grandes banquetes y festines eran los que daban estatus en la sociedad romana, pero estos distan mucho de lo que en la actualidad se conoce como la etiqueta.
Sin embargo, esta era su forma de demostrar que eran de clase alta, pasando horas sirviendo diferentes platillos hasta atiborrarse de comida.
De acuerdo con el catedrático de filosofía antigua de la Universidad de Ferrara, Italia, Alberto Jori, “comer era el acto supremo de civilización y celebración de la vida” y eso era lo que precisamente hacían los romanos en sus celebraciones.
Entre las comidas más importantes que servían durante los festines estaba el garum, una salsa de pescado fermentada, salsa y a la vez picante que daba una sensación umami al plato; la lagane, una pasta corta de estilo rústico que solía servirse con garbanzos; carne de caza como venado, faisán, jabalí o conejo, así como también comida de mar los cuales eran los alimentos entre los más caros de la mesa.
Jori también afirma que los anfitriones de dichas fiestas solían servir platos exóticos como lirón relleno y lengua de loro, los cuales eran sacrificados para poder preparar el fricasé.
Por otra parte, en el libro ‘Dining with the Ancient Romans’, del autor Giorgio Franchetti, se recopila varias recetas romanas que se preparaban en estas celebraciones, además de los rituales que acompañaban dichos platillos.
“Tenían extraños hábitos culinarios que no encajan bien con la etiqueta moderna, como comer recostados y vomitar entre platillos”, señala Franchetti.
El vomitar era una práctica común, ya que les permitía seguir comiendo sin problema y estos solían utilizar una pluma con la que se molestaban la garganta para poder vaciar su estómago y seguir con la 'comilona'.
De igual forma, si alguno de los invitados tenía problemas de gases, podía soltarlos sin ser señalado, puesto que en esta época, se consideraba que el aguantar los gases podía llevar incluso hasta la muerte.
Según Jori el emperador Claudio, que reinó entre el 41 y el 54 d.C., promulgó un edicto para fomentar las flatulencias en la mesa, relato que se menciona en el libro "Vida de Claudio" del historiador romano Suetonio.
De igual forma, además de inducirse el vómito, los romanos también se recostaban sobre un cómodo mueble llamado chaise longue, en la cual podían descansar por momentos y de esta forma darle crédito a la creencia de que el recostarse facilitaba la digestión.
"Con la mano izquierda sostenían la cabeza y con la derecha recogían los bocados de la mesa y se los llevaban a la boca. Así comían con las manos y la comida tenía que estar ya cortada por los esclavos", reseña Jori.
Además, los restos de comida eran desechados en el suelo del salón y se acostumbraba a decorar el piso con imágenes de comida regada por este y en el momento del banquete, la comida real quedaba camuflada con el curioso mosaico.
Al final de la comilona, los romanos acudían al licor y solían hablar de la muerte para recordarse constantemente que la vida debían de disfrutarla y qué mejor que con estos inusuales festines.