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‘Conocí a un hombre que me engañó, me alejé y no sabe que tengo un hijo suyo’
En #MensajeDirecto, la historia de una mujer que después de 5 meses se enteró de que era la amante.
Después de 6 años, ella lo recuerda con amor. Foto: iStock
Regresó #MensajeDirecto, un formato con el que EL TIEMPO busca darle un espacio a sus lectores para contar aquellas historias de amor o vivencias personales que se consideran poco comunes. Aunque usted no lo crea, alguien se identificará con su relato. No olvide que, en medio de las diferencias, todos reímos y sufrimos en el mismo idioma. Conozca esta nueva historia.
Esta es una historia que se ha contado miles de veces, pero nunca pensé que llegaría a pasarme. El relato de un amor fallido por las mentiras de un hombre que me convirtieron en amante y en una enamorada empedernida, la cual luchó entre el deber y el querer.
Recuerdo que hace un tiempo mi vida estaba tomando un rumbo que no quería. Tenía un trabajo de esos que te mantienen vacío. Mis compañeros, por el contrario, irradiaban satisfacción, pero yo no podía entender por qué la monotonía se volvía cada vez más evidente en mi cotidianidad.
Así que en ese deseo incansable por salir de ahí, tal vez atraje con el pensamiento una oportunidad. Una mañana muy temprano, la llamada que llevaba meses esperando, al fin llegó.
“Debes estar aquí en dos días”, esas fueron las palabras que determinarían mi futuro. De hecho, sin saberlo, estaba tomando la decisión más importante de mi vida.
Organicé todo para salir de viaje mientras pensaba: 'Es el momento para comenzar de nuevo'.
Mi sueño se hacía realidad
'Solo pensaba que era el momento para comenzar de nuevo' Foto:iStock
Salí a la terminal de transportes y tuve cinco horas de un viaje bastante tranquilo. Mis expectativas estaban por lo alto, la felicidad no me cabía en el pecho y la sensación de que algo bueno estaba por pasar era latente.
Al llegar a ese pequeño pueblo busqué un hotel donde quedarme un tiempo mientras conocía el lugar. No lo podía creer, un día después, a las 7 a. m., estaba parada frente a mi nuevo sitio de trabajo.
Todo brillaba a mí alrededor, nada de zonas oscuras, o quizás era yo quien irradiaba esperanza.
Un episodio de caos inició con un encuentro inesperado
Después de tres excelentes días de inducción, ya era hora de buscar un lugar al que pudiera llamar hogar. Pues el hotel en el que me estaba quedando era insuficiente para mis planes de sentirme en casa.
Buscar donde vivir, esa iba a ser la ironía más grande de esta historia, pues un episodio de caos tocaba a mi puerta.
Mi compañera de oficina, Andrea, me ó con su hermano; me dejó en sus manos, convencida de que sería él, Camilo, quien resolvería mis problemas.
En su corazón escondía una lucha interna entre el querer y el deber
Camilo era una de esas personas a quien todos conocen y a quien todos quieren; era un alma libre, generosa, desapegada, pero que en su corazón escondía una lucha interna entre el querer y el deber.
¡Manos a la obra! En mi primer fin de semana libre comenzamos la búsqueda de mi nuevo hogar.
Nada se ajustaba a mis exigencias, así que tuvimos que pasar más tiempo juntos.
Luego de cinco días, encontramos un lindo apartamento. No obstante, sin darme cuenta me estaba enamorando de aquel hombre.
Hicimos la mudanza, no fue gran cosa, pues solo llevaba conmigo dos maletas, así que Camilo se ofreció a acompañarme para hacer las compras de mi nueva casa.
No sé cómo pasó tan rápido el tiempo, pero esa misma noche tenía mi apartamento habitable y funcional. No podía negarlo, todo eso era gracias a las mágicas manos de Camilo.
esa misma noche tenía mi apartamento habitable y funcional, todo eso era gracias a las mágicas manos de Camilo. Foto:iStock
Comimos, charlamos, reímos sin parar y nos aseguramos de intercambiar números telefónicos
Como agradecimiento, le ofrecí pagarle, pero él se negó. Eso me agradó, yo no entendía por qué me sentía feliz ante este gesto, pero así fue.
Tenía claro que debía agradecerle de alguna manera, así que el plan B sería cocinarle algo.
Fuimos juntos al supermercado más cercano, hice una pequeña compra y regresamos.
Mientras yo terminaba de cocinar, él ultimaba detalles para que el televisor funcionara de manera provisional.
En la mesa estaba todo listo, chocolate caliente, queso y pan en rodajas. Comimos, charlamos, reímos sin parar y nos aseguramos de intercambiar números telefónicos.
La lluvia, tres copas y una noche idílica
Pasaron tres semanas y durante ese tiempo no nos volvimos a comunicar. Sin embargo, el destino mueve sus cartas de manera extraña.
Era un viernes a las seis de la tarde y llovía sin parar; ya era momento de irme a casa y no encontraba como hacerlo. Tal parece que en ese pequeño pueblo, los taxis no eran muchos.
'Nos acercamos, nos rozamos las manos, nuestros ojos se cruzaron y el mundo se detuvo'. Foto:iStock
El señor de vigilancia me sugirió que llamara a alguien. Así que tomé el teléfono y con una sonrisa en mi rostro llamé a Camilo.
Contestó enseguida, sus palabras fueron “por fin se hizo realidad mi deseo de cumpleaños”. Quedé en silencio, no procesaba lo que acababa de escuchar.
Cuando pedí una explicación, me contó que había cumplido años el día anterior y, según su historia, estaba esperando que yo llamara, pues temía que si él lo hacía, no fuera de mi agrado.
Cruzamos un par de palabras hasta que tome el valor de decirle el motivo de mi llamada.
Recuerdo que le dije que estaba atrapada en la oficina por la lluvia. Yo no había acabado de darle explicaciones cuando él respondió: “En cinco estoy allá, espérame”.
De nuevo una sonrisa se apoderó de mi cara. Recuerdo que 12 minutos después estábamos juntos, en su carro, camino a mi apartamento.
Cuando llegamos tomó de la parte de atrás del carro dos bolsas y dijo “hoy cocino yo”. Siguió un incómodo silencio, pero yo sentía morir de felicidad y no quería pensar en nada más.
Cenamos, una hora después, un delicioso plato de pasta acompañado de pan fresco y una copa de vino.
Él nunca había preguntado por mi vida ni mi trabajo, yo nunca pregunté por el suyo, esto de desconocer nuestros pasados y nuestros presentes me encantaba
Comimos, charlamos y reímos sin parar. Él nunca había preguntado por mi vida ni mi trabajo; yo nunca pregunté por el suyo. Esto de desconocer nuestros pasados y nuestros presentes me encantaba.
Tres copas después, excusados en discutir por quien lavaba los platos, nos acercamos, nos rozamos las manos, nuestros ojos se cruzaron y el mundo se detuvo.
Nos besamos sin freno, hicimos el amor de esa manera en que los dos parecen uno solo. Tenía esa cómoda sensación de conocer su cuerpo, mi mente estaba clara, solo deseaba estar ahí.
La noche parecía detenida, ese era el inicio de un largo fin de semana, en el que no salimos de nuestro ensueño. Tres días de sexo y risas, cuando recordábamos comer, lo resolvíamos con domicilios, no podíamos quitarnos las manos de encima, era mutuo, de eso tengo certeza.
Pero la vida de nuevo te trae a la realidad, llegó el momento de regresar al trabajo, todo transcurrió sin novedad, no hablamos en todo el día, pero exactamente a las 6 p. m., estaba en su carro parqueado frente a mí.
Fuimos a mi apartamento y una vez la puerta estaba cerrada, nos besamos como si no hubiera un mañana. Así transcurrieron los siguientes cinco meses.
Una familia feliz fue mi desdicha
'Para ella solo fue una invitación, para mí fue lo más devastador de mi vida'. Foto:iStock
Un jueves a las tres de la tarde, mi compañera Andrea, hermana de Camilo, me invitó al cumpleaños de su cuñada, pensé que se trataba de la pareja de otro hermano.
Sin embargo, ella me dijo: “Tú ya conoces a mi hermano, su esposa está de cumpleaños hoy. No seas mala, no quiero estar ahí sola”.
Para ella solo fue una invitación, para mí fue lo más devastador de mi vida. Me negaba a aceptar lo que escuchaba, pensaba en mil opciones.
Llegamos a una linda casa de un piso que estaba adornada con plantas en cada rincón. Andrea me explicó que la esposa de Camilo era florista, por eso la peculiar decoración.
Lucía era una mujer hermosa de cabello perfecto, quien tenía un bebé de unos 9 meses en sus brazos y una hermosa niña de unos 3 años de edad.
Saludé, entré sin dejar de detallar cada espacio a mi alrededor. No entendía nada de lo que sucedía, solo veía personas que me sonreían y sus labios se movían, pero yo no era capaz de comprender una sola palabra.
Camilo no estaba o por lo menos no lo encontré. Una hora después me excusé, diciendo que tenía una fuerte migraña. Caminé a mi apartamento sin dejar de llorar. Fue una larga y dolorosa noche.
El último mensaje que dejó un final inconcluso
'No sé si hubo algún texto después de eso' Foto:iStock
No sé si hubo algún texto después de eso, mi teléfono terminó en el tanque del sanitario de mi hermana
El viernes a las 4 de la mañana estaba en la terminal de transporte con dos maletas, unas gafas oscuras que pretendían ocultar la marca de varias horas de llanto y un boleto que me llevaría a la casa de mi hermana, donde siempre había vivido.
Camilo escribió a las 6:15 de la tarde. “Estoy afuera, no te veo”, decía su mensaje.
“Yo si vi a tu esposa y a tus hijas ayer. Me fui”, le respondí.
No sé si hubo algún texto después de eso, mi teléfono terminó en el tanque del sanitario de mi hermana.
Una noticia inesperada y un amor insuperable
Luego de irme con el corazón en pedazos y renunciar a todo lo que había querido, descubrí que mis recuerdos no eran lo único que tendría de Camilo.
Después de varias semanas, una sensación de que algo no estaba igual se apoderaba de mi cuerpo y síntomas que nunca había tenido empezaron a anunciarme la llegada de un nuevo amor.
'Tuve un hijo de Camilo, el gran amor de mi vida' Foto:iStock
Hoy me atrevo a recordar a Camilo sin llorar, tengo una línea de teléfono nueva y un hijo hermoso que tiene sus mismos ojos
Así fue, tuve un hijo de Camilo, el gran amor de mi vida. Decidí criarlo sola. De hecho, somos mi bebé y yo contra el mundo.
Mi hijo ahora tiene 6 años, nunca ha visto a su padre y yo no he vuelto a hablar con él desde ese día.
Me han preguntado si lo he logrado superar. La respuesta es no. Cada año que pasa voy aceptando más el cruel final de este amor fallido. Sin embargo, continuamente me invaden pensamientos con escenarios de lo que ‘hubiera sido’.
No volví a enamorarme, pero hoy me atrevo a recordar a Camilo sin llorar, tengo una línea de teléfono nueva y un hijo hermoso que tiene sus mismos ojos.
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