Una hazaña sin precedentes fue lograda por la navegante brasileña Tamara Klink, quien se convirtió en la primera mujer en pasar un invierno completamente sola en el Ártico.
Durante su solitaria travesía, Klink se alimentó de comida enlatada, se bañó con agua de hielo derretido y, en una ocasión, cayó en las gélidas aguas árticas. La determinación y el instinto de supervivencia fueron cruciales en esta aventura que, para ella, era una extensión natural de su linaje familiar.
A los 26 años, Tamara Klink emprendió un viaje épico desde Francia hasta Groenlandia, navegando durante 20 días antes de encontrar un fiordo adecuado donde anclar su barco, el cual se convirtió en su hogar durante los meses más duros del invierno ártico. Este domingo 7 de julio, compartió los detalles de su increíble odisea en una entrevista para Fantástico.
“Estuve atrapada en el hielo durante seis meses. Llegué a Groenlandia hace un año y pasé ocho meses aislada, anclada en este fiordo, esperando a que el mar se congelara y luego se deshiciera”, relató Tamara.
Preparación y desafíos diarios
Hija del reconocido navegante brasileño Amyr Klink, quien fue el primero en cruzar el Atlántico Sur en un bote de remos y ha realizado múltiples expediciones a la Antártida, Tamara heredó una pasión por la navegación y la exploración. Ella ya había cruzado el Atlántico en solitario antes de decidirse a enfrentar el implacable invierno ártico.
“Cuando era niña, escuchaba las historias que contaba mi padre. Mi padre también pasó el invierno solo en la Antártida, en 1989”, comentó Tamara.
Para prepararse para esta desafiante empresa, Tamara tuvo que adquirir habilidades de supervivencia extremas. “Tuve que aprender a coser mi propia piel, en caso de que tuviera un corte y necesitara volver a coserla. También tuve que hacer entrenamiento de tiro, parte de la preparación obligatoria para ir a un lugar donde podría haber osos polares”, explicó.
En su relato, Tamara describió las dificultades diarias que enfrentó. "Mi baño era un cubo de plástico, que tenía que sacar del barco, cerca de las rocas. Porque si lo dejaba cerca del barco, aparecía en las fotos del dron. Así que tenía que mantenerlo alejado. Y para bañarme, no me lavaba completamente, sino que lavaba partes del cuerpo por separado. Un día, al ver nevar, recogí un montón de nieve en un balde y la derretí para elegir qué parte del cuerpo lavar ese día", compartió.
Un momento de desesperación
Uno de los mayores temores de Tamara durante su estancia en el Ártico era caer en las heladas aguas. “El mayor peligro, lo supe desde el principio, sería caer al mar. Y sabía que caer al mar helado me daría pocas posibilidades de sobrevivir”, confesó.
Durante uno de sus paseos, Tamara experimentó una situación crítica cuando los bordes de las capas de hielo comenzaron a ablandarse. En un intento por encontrar un pasaje seguro, uno de los pedazos de hielo cedió bajo sus pies, y Tamara cayó al agua.
"Cuando pisé una de esas piezas, se abrió y caí al agua. No tenía miedo, no tenía dolor, no tenía frío. Simplemente tenía absoluta concentración en encontrar una manera de salir del agua lo antes posible. Comencé a arrastrarme, a tirarme, a crear agujeros en el hielo podrido para tener lugares donde sujetarme y poco a poco logré arrastrarme", recordó.
En medio de la desesperación, Tamara utilizó un teléfono satelital, destinado únicamente para emergencias, para ar a su padre. “Llamé a mi padre y cuando contestó me dijo: 'Lo siento, Tamara, ahora no puedo hablar, me subo al avión'. Y yo: 'Papá, estoy viva. Te lo juro, me caí al agua, pero estoy viva'. Él dijo: 'Sí, estás viva'. Y el avión va a despegar. Adiós”, rememoró.
A raíz de este incidente, Tamara pasó un tiempo considerable dentro de su barco, evitando salir a menos que fuera absolutamente necesario. "Durante mucho tiempo no quise salir del barco. Me quedé dentro el mayor tiempo posible. Y sólo salí cuando realmente necesitaba vaciar el cubo y no quería ir muy lejos. Entonces llegué a la conclusión de que si me quedaba estancada para siempre, lo que estaba viviendo no tendría ningún sentido”, explicó.
En cuanto a las lecciones aprendidas, Tamara reflexionó sobre el significado de su experiencia. “Una cosa que siento es el significado de estar viva. El significado de vivir”, concluyó.
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de O Globo, y contó con la revisión de un periodista y un editor.