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La macabra historia de la secta en Medellín que hizo comer carne humana a niños
La madre de los pequeños aseguró que la carne humana sabia a cerdo.
El grupo satánico se llamaba La Misión y era conformado por jóvenes entre los 18 y los 25 años. Foto: iStock
En el 2005, en Medellín, Antioquia, se dio a conocer una historia que dejo impactados a los habitantes del barrio Villa del Socorro, un sector popular del nororiente de Medellín. Pues un habitante del sector conocido como *Juan Zuluaga le comentó a la Casa de Justicia de la localidad que sus hijos habían sido obligados a comer carne humana.
El señor Zuluaga en su relato, que fue publicado por EL TIEMPO en ese año, comentaba que esto había sido obra de un grupo satánico llamado La Misión, que era conformado por jóvenes entre los 18 y los 25 años, que se reunían en una pequeña finca a las afueras de la ciudad.
Esta quedaba en una propiedad rural y ahí Carlos García*, el líder del grupo, retuvo en contra de su voluntad a Elvia Durango* la pareja sentimental del señor Zuluaga y a sus tres hijos.
Eso fue lo que empezó contando Zuluaga el 23 de septiembre del 2003, cuando se presentó en la Casa de Justicia. Asimismo, le dio una descripción de García a la persona que lo atendió.
"Era un hombre alto, aparentaba unos 40 años, trigueño, cuerpo atlético, vestía bluyín y camisa, y dijo ser trabajador de la construcción", aseguró.
Además, reclamaba la custodia de dos niñas, de 5 y 12 años, y de un niño de 10.
"El hombre afirmó que su esposa, con la que llevaba 16 años de casado, no era apta para tener a los menores porque, desde hacía dos años, tenía una relación con otro hombre", añadió el funcionario.
Los ritos extraños que practicaba la secta
En este punto el relato del hombre empezó a preocupar a los funcionarios de la Casa de Justicia, pues afirmaba que: “El compañero de su mujer mantuvo a dos de los niños en una finca, donde realizaban ritos extraños con cadáveres recién enterrados y consumían carne humana".
Las personas del lugar no podían creer lo que el señor Zuluaga les estaba contando, por eso decidieron citar a la madre de los menores al día siguiente. El 24 de septiembre de 2003, la señora Elvia Durango, de 38 años, se presentó en el lugar.
En la finca a las fuera de Medellín, el grupo practicaba ritos satánicos. Foto:iStock
Los funcionarios manifestaron que la mujer lucia muy tranquila y que no padecía de ningún trastorno mental. Durango le comentó que hacía más de dos meses, cuando terminó un contrato de aseo en una unidad residencial, García, el compañero con el que compartió en los dos últimos años, la esperaba en un taxi con otros dos hombres y la obligaron a irse con ellos a una finca a las afueras de Medellín.
Una vez ahí, según ella, los hombres la raptaron y luego también aparecieron con dos de sus hijos. "La señora contó que los vigilaban día y noche. Solo salía de la finca a lugares cercanos, pero dejando a uno de los dos niños", le comentó un funcionario a EL TIEMPO.
Robaban los cuerpos del cementerio y los cocinaban
Asimismo, Durango relató el día en que los jóvenes del grupo fueron hasta un cementerio cercano y robaron un cadáver. Lo llevaron a la finca y en la noche hicieron oraciones y rezos alrededor del cuerpo. Además, aseguró que sus pequeños habían presenciado el rito.
Una semana después, uno de los jóvenes de La Misión le preguntó a ella y sus hijos como se sentían con la comida. Ellos, sin entender a qué se refería, le expresaron que les parecía buena.
En ese momento, el joven les comentó: “Ahora viene lo mejor” y les enseñó que en la olla en la que preparaban los alimentos estaba la cabeza del cadáver que habían robado del cementerio. Además, les dio a entender que era lo que habían comido toda la semana y que el plato fuerte iba a ser la cabeza.
"Nos hacían comer carne humana. Sabía a marrano", comentó la mujer.
Los jóvenes de La Misión fueron hasta un cementerio cercano y robaron un cadáver. Foto:iStock
En el 2005, EL TIEMPO le preguntó a un médico legista si esta historia podía ser verdadera, a lo que respondió que si es posible siempre y cuando no pase mucho tiempo después de la muerte, como sucede con cualquier animal, que se descompone si la carne no es refrigerada y tratada adecuadamente.
Luego de la confesión del joven de La Misión, Durango decidió llamar a una hermana de ella. "Las autoridades rastrearon la llamada y capturaron a los muchachos, pero el padrastro escapó", indicó el comisario.
Los jóvenes fueron detenidos e investigados por rapto y robo de cadáveres. Sin embargo, nunca se tuvo claridad si Durango y sus hijos efectivamente comieron carne humana. Ella y los niños recibieron un tratamiento psicológico, mientras las autoridades buscaban a su pareja, Carlos García.
Hasta el día de hoy se desconoce qué pasó con el caso o si la fiscalía descubrió la verdad de esta historia y el paradero del señor García.
*Todos los nombres fueron cambiados por seguridad.