Han pasado 24 años desde que una esquina cercana de Corferias se convirtió en el lugar para recordar a Jaime Humberto Garzón Forero, más conocido como Jaime Garzón, un ícono del humor político en Colombia, cuyo legado no se limitó a la mordaz crítica de la actualidad nacional, sino que también realizó importantes gestiones en pro de la paz.
Aquel 13 de agosto de 1999, le cambió la vida al país de madrugada. Porque a las 5:45 a.m., cuando estaba a cuatro cuadras de llegar a la sede de Radionet, la emisora en la que estaba prestando su voz cada mañana, un par de sicarios motorizados aprovecharon que la camioneta en la que Garzón viajaba esperaba el cambio de semáforo para dispararle.
En ese momento, Garzón tenía 38 años. Había pasado de ser profesor de colegio -que había empezado muchas carreras universitarias, sin graduarse de ninguna (aunque para ser abogado solo le faltaba el grado)- a ser una figura reconocida en todo el país. Primero había sido alcalde menor de la localidad Sumapaz (1988), cargo del que fue retirado por una falsa información, cuya naturaleza pudo demostrar mediante una demanda.
Garzón pasó por la casa de Nariño, por varios medios y finalmente a la televisión, donde se hizo célebre a partir del programa de televisión Zoociedad, en el que su crítica a la sociedad, al gobierno y a la violenta situación del país no dejó de causar ampolla.
Después de este espacio, siguió Quac, el ‘Noticero’ en el que, acompañado de María Leona Santodomingo (interpretada por el actor Diego León Hoyos), presentaba los hechos a través de diferentes personajes. Ahí le dio vida a Dioselina Tibaná, la indiscreta empleada de la Casa de Nariño; Néstor Elí, un vigilante de un edificio llamado Colombia cuyas contradicciones se parecían demasiado a las que ocurrían en el país.
Pero, cuando ocurrió el atentado, Quac había dejado de emitirse hacia dos años. Garzón había pasado a interpretar a su popular embolador Heriberto de la Calle, que al tiempo que lustraba los zapatos de personalidades del país y, entre risas y una dósis de exceso de confianza, los iba interrogando a veces hasta incomodarlos.
El humor de Garzón siempre tuvo un propósito, tal vez el de crear conciencia. Hasta teatro hizo y también dio charlas en las que era visible su preocupación por Colombia.
Había recibido amenazas de muerte, él mismo había ido a denunciarlas, también había hecho bromas sobre eso, invitando a sus compañeros de labor a sus exequias.. E incluso se dijo que busco al mismo Carlos Castaño -a quien el país señaló al haberse hecho realidad su asesinato- para enfrentarlo.
Después de los disparos, en el semáforo de la carrera 42B con calle 22F, en Bogotá -según la crónica publicada por EL TIEMPO, al día siguiente del atentado- “la camioneta, sin control alguno, rodó una cuadra más hasta estrellarse con un poste del alumbrado público, ubicado sobre el andén de una panadería del sector”.
La crónica da cuenta de las lágrimas que Yamid Amat, director del noticiero y amigo suyo, no pudo contener.
“El periodista (Garzón), según la confesión espontánea de sus colegas, tenía previsto un encuentro para este fin de semana con Castaño. Garzón quería que le explicara personalmente por qué quería matarlo. No obstante, el jefe paramilitar desmintió que él fuera el autor intelectual del crimen”, decía la crónica.
Según EL TIEMPO, del 14 de agosto de 1999, en ese momento se barajaron tres hipótesis: paramilitares, un sector de la Fuerza Pública inconforme con los acercamientos de Garzón con las Farc y el Eln y, la tercera apuntaba a un grupo de las Farc que intentaba torpedear el proceso de paz, según la información del día siguiente.
El poste donde la camioneta de Garzón se estrelló se llenaría pronto de mensajes que le rendían homenaje, lo mismo pasó en el restaurante que tantas veces frecuentó en La Macarena, El Patio. Después, en esa esquina donde dejó este mundo se erigió una estatua y a lo largo de los años, se le han hecho homenajes de todo tipo, entre estos libros, murales, exposicones y hasta una serie de televisión que noveló su vida. 24 años después, la voz de Garzón sigue en los corazones de los colombianos.
REDACCION EL TIEMPO
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