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Travesía de un colombiano para volver al país en medio de la pandemia
Pasó por varias situaciones antes de lograr subirse a un vuelo humanitario. Esta es su historia.
Agustín (der.), junto a sus compañeras de travesía para volver al país. Foto: Archivo particular
En agosto del 2019, Agustín Echeverry Quintana, un bogotano, de 27 años, dejó a su familia, a su novia y sus amigos en Colombia y viajó a la ciudad de Washington DC, la capital de Estados Unidos.
La Universidad Georgetown esperaba por él y su sueño: estudiar un posgrado de Derecho en una de las mejores universidades del mundo.
Lo que nunca imaginó fue que una emergencia sanitaria mundial, causada por la pandemia del nuevo coronavirus, se interpondría en varios de sus planes y lo obligaría a vivir toda una odisea para poder regresar con los suyos.
Durante el segundo semestre del 2019, Agustín se divirtió, conoció y, claro, estudió mucho. Tras un fin de año muy positivo, el 2020 le generaba buenas sensaciones.
La noticia, hecha oficial en enero pasado, del brote del coronavirus en China no parecía perturbarlo, entre otras cosas por la actitud del presidente estadounidense, Donald Trump, quien decía, en ese momento, que todo estaba controlado.
“La vida, entre enero y febrero, estaba normal: salíamos a la calle sin problema y la gente seguía su cotidianidad sin necesidad de tapabocas ni nada de eso”, le dijo el joven a EL TIEMPO.
Todo cambió en marzo. La cancelación, un día antes y de la nada, de un viaje que tenía con su Universidad para el 5 lo desconcertó un poco.
Una semana después, el 11, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al coronavirus pandemia y, ese mismo día, las autoridades de Washington DC emitieron el estado de emergencia en la ciudad.
“Pidieron a la población que se quedara en casa, se cerraron algunos negocios y mi Universidad, como otras, ordenó que todas las clases fueran virtuales. Sin embargo, se podía salir a compartir con otras personas, a hacer deporte y el ambiente, dentro de todo, se sentía tranquilo”, afirmó.
La verdadera preocupación para Agustín empezó a generarse por las noticias que recibía de su familia en Colombia.
“Finalizando marzo nos enteramos de la cuarentena que decretó el presidente Iván Duque y que se cerrarían vuelos y fronteras. Decidí, entonces, regresar al país de inmediato”.
La vida, entre enero y febrero, estaba normal: salíamos a la calle sin problema y la gente seguía su cotidianidad sin necesidad de tapabocas ni nada de eso
Los problemas
Desde el momento en el que viajó a estudiar, tenía claro que regresaría a Colombia. En sus planes nunca estuvo quedarse un tiempo en el extranjero.
En un principio, tenía tiquete para el 27 de mayo pasado, pero la situación sanitaria lo motivó a adelantar la vuelta para antes del cierre de fronteras en suelo colombiano, que empezó el 23 de marzo.
“Como las clases las pusieron virtuales y los exámenes serían también así, podía volver. La plata, además, comenzaba a escasear: me fui a estudiar con una beca de Colfuturo, pero, con el dólar por las nubes, los gastos aumentaron”.
Compartía apartamento con Ana María Cortés, otra colombiana, y ella también decidió volver. Para hacerlo, tenían que entregar el lugar en donde vivían, vender muebles, cerrar una vida en pocos días y moverse de país, “lo que era un tema complejo”.
Por más que lo intentó y le puso ganas, no logró viajar.
“Tuvimos muchas trabas, entre ellas que la inmobiliaria con la que habíamos contratado la vivienda nos dijo que, si queríamos irnos, debíamos pagar un montón de plata de penalidad”, narró Agustín.
Así las cosas, le tocó llenarse de paciencia y esperar…
Agustín llegó a Washington DC en agosto del 2019. Allá estaba estudiando un posgrado de Derecho. Foto:Archivo particular
El encierro
Desde el 1 de abril, la capital estadounidense decreto, ya no como petición, sino como orden, que las personas se quedaran en sus hogares.
Durante todo el mes dividió su tiempo en estudio, ejercicio y labores domésticas, como cocinar, lavar su ropa y hacer aseo. No salió, “pues era riesgoso”, y limitó sus compras a domicilio.
“La gente enloqueció. Compraban gel antibacterial y papel higiénico por montones, tanto que a los supermercados les tocó controlar esas compras y solo permitir determinado número por persona”.
Compraban gel antibacterial y papel higiénico por montones, tanto que a los supermercados les tocó controlar esas compras y solo permitir determinado número por persona
Tuvo momentos de ansiedad, de estrés, de incertidumbre. Pensaba en la posibilidad de contagiarse o, peor aún, que algún familiar suyo se contagiara y que no pudiera estar cerca.
Pasó de compartir con Ana María un par de horas al día a hacerlo 24 horas siete días a la semana.
“Más allá de esos días en los que uno no se aguanta ni a uno mismo, tuvimos una buena convivencia, siempre apoyándonos y tratando de entendernos”, reconoció.
También intentó reservar dos vuelos, para el 1 y el 15 de mayo, pero ambos fueron cancelados. Entonces, se inscribió en la página web del consulado colombiano en Washington DC, para ver si lograba algo.
El 24 de abril, recibió una llamada de la cónsul Erika Salamanca, quien le comentó que tenía un par de cupos para un vuelo humanitario.
- “¿Están interesados?”, preguntó.
- “Sí, de una”, respondió Agustín, a nombre suyo y de su amiga.
El 1 de mayo, otra llamada, esta vez de Silvia Mendoza, funcionara del consulado.
- “Todo está listo. El vuelo humanitario sale el 8 de mayo. ¿Lo aceptan?”, interrogó.
- “Claro”, respondió él.
- “¡Perfecto! Entonces, tienen que llenar unos formatos, hacer llegar unos documentos y viajar a Nueva York, que es de donde sale el avión al mediodía del viernes 8”, le hizo saber…
“En ese momento, con Ana María, nos quedamos pensando en cómo íbamos a hacer para llegar hasta allá”, recordó Agustín.
Los estadounidenses asistían a lugares turísticos de Washington DC y no respetaban distancia. Les faltaba mucha responsabilidad
Con el aviso del 24, ya había alertado a la inmobiliaria para, ahora sí, entregar el apartamento, así que aceleró procesos y lo consiguió.
El día 2 de mayo, salió de la que había sido su casa en los últimos meses y se mudó a donde otra amiga colombiana, quien los recibiría, a él y a Ana María, hasta que se fueran a Nueva York.
“Solo dejamos a la mano un par de camisetas y un jean para usar en esos días que nos quedaban allá”.
Mientras todo esto pasaba, Agustín veía como los estadounidenses continuaban su vida ‘sin problemas’: “Asistían a lugares turísticos de la ciudad y no respetaban distancia. Les faltaba mucha responsabilidad”.
El sábado 2 de mayo, ya tenía claro que alquilaría un carro para llegar hasta Nueva York. En el vehículo iría con su amiga Ana María.
Ese mismo día, la cónsul Salamanca lo llamó y le pidió un favor grande. Había seis personas que no tenían como llegar hasta ‘la capital del mundo’ y necesitaban ayuda.
Eran: una madre con dos hijos (una niña de 8 años y un bebé de 5 meses), dos jóvenes que estaban haciendo pasantía en la Organización de Estados Americanos (OEA) y otra chica que estaba de turismo.
“Le respondí que claro, que no había problema, que alquilaríamos un carro más grande”.
El plan estaba claro: recogería el carro el jueves 7 de mayo en la noche, pasaría por cada una de las personas con quien viajaría y emprendería el viaje a eso de las 10:00 p.m. Arribaría a Nueva York en la madrugada del día 8, apenas para descansar un poco y estar listo para el vuelo. Sin embargo, las cosas se complicaron.
Así lucía el aeropuerto en Nueva York desde el que Agustín u otros colombianos regresaron al país. Foto:Archivo particular
Cuando fue por el vehículo al aeropuerto Ronald Reagan, de Washington DC, a las 7:00 p.m. del 7 de mayo, le dijeron que solo tenían uno de 7 sillas y no de 8, como lo necesitaba. Además, el baúl era pequeño para todas las maletas.
Pidió colaboración, pero “solo decían que era imposible y que, si quería, me devolvían el dinero”.
Después de dos horas, la solución que encontraron fue alquilar otro carro y que Ana María lo manejara. “No estaba tranquila, porque nunca había manejado allá, pero había que hacerlo. Yo le prometí que nos iríamos en caravana (uno detrás del otro)”.
A eso de las 10:30 p.m., finalizó los trámites. Ahora, quedaba comer algo y descansar un poco.
Dos horas más tarde, a las 12:30 a.m. del viernes 8 de mayo, emprendió el periplo. Recogió a las chicas de la OEA y a quien estaba de vacaciones. Lo siguiente fue pasar por la madre.
“Teníamos que armar las sillas para la niña y la bebé y ninguno sabía. Nos tocó ver videos en YouTube para lograrlo y, por fin, a las 2:30 cogimos camino”.
Tras 3 horas de viaje, Agustín recibió una llamada en su celular. Era Ana María, desde el otro carro. Se sentía cansada, necesitaba parar y descansar.
“Paramos, desayunamos, ella durmió como 20 minutos y a darle de nuevo”.
Todo estuvo tranquilo en la carretera y a las 8:00 a.m. llegaron al aeropuerto de Nueva York. Entregaron los carros, descargaron maletas e hicieron fila.
“Había un equipo de Migración Colombia coordinando todo: nos tomaron temperatura, nos preguntaron si habíamos tenidos tos o fiebre y nos entregaron unos implementos sanitarios”.
Cuatro horas después, a las 12:00 m., por fin pasaron a sala de abordaje.
“Todo fue muy organizado y en el avión estábamos con tapabocas y el equipo de la aerolínea parecía un médico en una sala de cirugías (…) Nos dieron comida dos veces y, en cada ocasión, las porciones estaban en bolsas separadas”.
A las 7:00 p.m. del 8 de mayo, Agustín, junto a otros cientos de colombianos, entre quienes estaban su amiga Ana María y sus 6 compañeras de viaje en carretera, arribaron, por fin, a Colombia.
En total, tuvo que invertir casi 600 dólares, que no contemplaba, para regresar. De ellos, 410 dólares fueron solo por el tiquete del vuelo humanitario (aproximadamente 1,5 millones de pesos).
Así luce Migración Colombia por estos días, para la llegada de los connacionales. Foto:Archivo particular
La llegada
“Fue impactante ver todas las tiendas del aeropuerto El Dorado cerradas”, aseveró, al tiempo que contó que los organizaron en filas y guardando la distancia necesaria, les tomaron la temperatura y llenaron formatos.
Al llegar a Migración, se encontraron con una sala llena de sillas, separadas cada dos metros. En ese espacio tuvieron charlas con personal de la Secretaria de Salud de Bogotá, que les dio recomendaciones sobre qué hacer, cómo lavar ropa, la necesidad de aislarse.
“Nos dijeron que, por haber llegado de otro país, teníamos que hacer cuarentena de 14 días y que, si no la cumplíamos, más allá de una multa económica, podríamos tener consecuencias penales”.
Les entregaron los pasaportes, con un sello que decía ’14 días de aislamiento obligatorio’, y los juntaron en diferentes grupos, dependiendo la localidad de la ciudad para donde iban.
Nos dijeron que, si no cumplíamos con la cuarentena de 14 días, más allá de una multa económica, podríamos tener consecuencias penales
A las 10:30 p.m., recogieron las maletas, se subieron a los buses y empezaron las rutas a los hogares, siempre escoltados por policías y siempre, todos, con tapabocas.
Una hora más tarde, fue dejado en la puerta de un edificio donde vive su novia. Ella le cedió un apartamento para que pasara la cuarentena.
“Me siento feliz de estar más cerca de mis seres queridos, más tranquilo. Me di cuenta que los vuelos humanitarios son muy complejos y que se necesita de una logística muy grande. Hay gente que necesita ayuda, pero, para mí, las autoridades estás trabajando mucho. Por ejemplo, la cónsul Erika Salamanca nos dio una mano muy grande. Mi mensaje es que hay que llenarse de paciencia y aguantar lo que más se pueda”.
En dos semanas, recibió tres llamadas de la Secretaria de Salud, para saber cómo llevaba el aislamiento. Durante esos días, “no salí ni al ascensor. Me habían dejado abastecido, así que cociné, me relajé y estuve en casa”.
El pasado 22 de mayo, terminó su cuarentena y pudo volver a abrazar a los suyos. Ahora, sigue, al pie de la letra, todas las recomendaciones sanitarias.
“En mi humilde opinión, creo que en Colombia se está manejando mucho mejor la emergencia, pero siento que a la población le falta más compromiso y responsabilidad. La gente quiere que el Gobierno solucione todo, pero es imposible tener un policía para cada uno. Hay que ser más conscientes y poner de parte de todos”.
La gente quiere que el Gobierno solucione todo, pero es imposible tener un policía para cada uno. Hay que ser más conscientes y poner de parte de todos
Según datos de la Cancillería, hasta el pasado martes 26 de mayo, más de 7.200 connacionales han regresado al país en más de 60 vuelos humanitarios.
Entre el 4 y el 15 de junio hay más vuelos programados desde países como Estados Unidos, México, Italia, Ecuador, Chile, entre otros.