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Opinión

Reconciliación con el buñuelo / El Condimentario

Venía huyéndole a este seductor que quería reconquistarme, pero decidí darle otra oportunidad.

Margarita Bernal / El condimentario

Margarita Bernal Foto: Cortesía

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Mi resumen gastronómico del año, al estilo Spotify, tiene un recorrido sabroso: viajé a 7 países y 5 ciudades de Colombia, tomé 92 Negronis y 412 tazas de café. Fui 22 veces a la plaza de mercado y comí en un promedio de 300 restaurantes. Mi mesa estuvo servida con 82 platos de comida casera, preparados por Anita, y mi favorito indiscutido fue el caldo de costilla. Entre tanto viaje y comida, adopté a Melcocha, una gata que, como diría Jairo Aníbal Niño, es una gota de tigre.
También lloré, bailé, canté, grabé un programa de televisión y me enamoré. Venía huyéndole a un seductor que quería reconquistarme, pero decidí darle otra oportunidad: me reencontré con el buñuelo.
Esta joya de la cocina colombiana, tiene una historia que data de la antigua Grecia y del Imperio Romano. El que comemos hoy es el resultado del mestizaje culinario. Y aunque lo asociemos con las festividades navideñas, el buñuelo no entiende de temporadas: en muchas casas colombianas, siempre está presente, pero en diciembre, brilla con más fuerza.
Hacerlo bien no es tarea fácil. El buñuelo perfecto debe ser redondo como el sol, sin chichones, con un exterior crujiente y por dentro suave y aireado como una nube dorada. La magia sucede cuando se sumerge en el aceite caliente: debe girar como si estuviera danzando. Ese baile es producto de la temperatura perfecta del aceite y la expansión de la masa. Preparar buñuelos es un arte.
En mi proceso de reconciliación, entendí que, al igual que las personas, no todos los buñuelos son iguales. Cuando está frío, lo pruebas y, aunque no está mal, algo le falta. No tiene la calidez ni la textura que esperabas, y entre bocados forzados, te preguntas si realmente vale la pena seguir dándole oportunidades. Pero luego, en un giro inesperado, aparece un buñuelo recién salido de la fritura que te transforma la forma de pensar. Su aroma te invita a probarlo, y al dar el primer mordisco, te enamoras.
Descubrí que el encanto está en dar segundas oportunidades. No se trata de juzgar rápido, sino de esperar el momento adecuado y de disfrutar el proceso. A veces, como el buñuelo, lo mejor llega cuando lo dejas "calentar" y te permites redescubrirlo.
Y aquí estoy, cerrando este ciclo gastronómico con optimismo y con una sonrisa. El próximo año me espera un nuevo menú de experiencias y sabores. No sé qué traerá, pero lo que sí sé es que estaré más dispuesta a saborearlo todo, con la mente abierta y el corazón lleno de ganas de aprender. Este 2024 me enseñó que la vida es como un buen buñuelo: no siempre es perfecta al principio, pero con tiempo, generosidad, y una buena disposición, se convierte en algo extraordinario.
Así que, con ese espíritu, espero que el 2025 traiga aún más momentos deliciosos, más oportunidades para disfrutar, y sobre todo, más lecciones que me sigan abriendo la mente, el gusto y el corazón. La vida es muy corta para no disfrutar cada bocado y aprovechar cada oportunidad. Deseo que les lleguen muchos buñuelos y amores a su vida. Feliz año nuevo y buen provecho.
MARGARITA BERNAL
Para EL TIEMPO
X: @MargaritaBernal

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