La música y la comida conviven y llenan de sabor la vida. Tienen muchas cosas en común. Las dos producen placer, estimulan los sentidos, relajan, dan felicidad, son subjetivas y alimentan alma y cuerpo. Una de mis favoritas es que tienen el poder de evocar, de añorar recuerdos, lugares y personas. Como una máquina del tiempo que al primer acorde o bocado nos transporta a un momento vivido. Tal vez por eso muchas personas a la hora de pensar en cuál sería su última cena se inclinan por comida casera, o los platos de familia, o aquellas lentejas que hacía su mamá. Igual sucede con la música, que nutre la memoria y aleja el olvido.
Por si fuera poco, además tienen una gran habilidad de coquetearse y fundirse en una sola pieza. Existe un gran número de canciones en las que su letra tiene como plato principal la gastronomía. Los ingredientes, las recetas y las bebidas son convertidos en poemas y prosa musical que sirve para la seducción, la fiesta y el baile. Grandes y reconocidos cantantes y compositores de diversos géneros musicales han caído ante la musa inspiradora de la cocina. Como Rosario, El Gran Combo, Louis Armstrong, Celia Cruz, Joe Arroyo, Julio Iglesias, Lila Downs, Totó la Momposina, Joaquín Sabina, Soda Stereo, Julieta Venegas y ChocQuibTown, entre tantos. De la misma manera que muchos escritores repletan sus novelas de fragmentos culinarios, la comida enamora y fascina a los músicos. A la final todos comemos, algunos con más placer y gusto, pero es un hecho que hace parte de nuestra realidad, felicidad y cotidianidad.
Estas dos artes también comparten historia y pasado. No solo porque desde los grandes banquetes de la antigüedad era importante la presencia de músicos en vivo para amenizar las comilonas. Sino también porque la creación de algunos platos ha sido motivada por la música. Dos ejemplos: el famoso y clásico Peach Melba fue inventando en homenaje Helen Porter Mitchell, conocida como ‘madame’ Nellie Melba, una importante cantante de ópera australiana. El chef francés Auguste Escoffier, quien fue uno de sus más grandes iradores, creó para esta diva dicho postre. La historia con el tournedó Rossini es similar, inventado en honor a este célebre compositor italiano, conocido por sus grandes óperas, entre las que se encuentra ‘El barbero de Sevilla’, y de quien se dice fue un gran ‘gourmet’ y goloso comensal.
Pero sigamos, porque esta historia de amor continúa. Cocinar y comer oyendo música son una buena pareja y hacen el maridaje perfecto. En casa o en un restaurante siempre van juntos, se acompañan y complementan. Apuesto que muchos tienen listas de canciones creadas para poner a la hora de comer, o una emisora favorita o un cantante ideal para acompañar con cada cucharada. Si les antoja, he creado la mía en Spotify que se llama ‘Cocinar, comer y bailar’, y está repleta de sazón. Sin olvidar que no hay nada como una buena salsa tanto para bailar como para comer. Buen provecho.
De postre: el Negroni cumple 100 años. Coctel favorito. Va la receta: igual cantidad de Campari, ginebra y ‘vermouth’ rojo. Mezclar y servir en vaso corto con hielo. Decorar con naranja.
MARGARITA BERNAL
Para EL TIEMPO