Cuando Thomas Lipton nació en Glasgow (Escocia, 1848), el té era un bien de lujo que solo bebían los aristócratas ingleses, y su valor era tal, que era de difícil y mucho era de contrabando.
Lipton creció con un gran espíritu aventurero. Sus padres vivían de una tienda de abarrotes. Pero él se alistó como grumete en un barco y por su trabajo en el mar pudo conocer el mundo. Unos pocos años en Estados Unidos le mostraron otra forma de manejar las tiendas.
Inspirado en el ejemplo de una supertienda, el gigante Stewart, que apostaba a las ventas por volumen, volvió a su hogar en Escocia decidido a hacer fortuna.
Pronto tendría su primera tienda, en 1871: Lipton Market (la tienda familiar le quedaba pequeña), con el formato que lo inspiró, según informa la página oficial de esta famosa marca que ahora hace parte del portafolio de la multinacional Unilever.
Pero en el siglo XIX, las tiendas de Lipton saltaron a la fama, gracias a un acto inaugral, casi teatral, relacionado con la compra del queso más grande del mundo, que en ese momento medía cuatro metros de circunferencia y un metro de grosor.
La llegada del queso fue la noticia que posicionó la marca, mucho más cuando se supo que en su interior había monedas ocultas a manera de tesoro. Se volvió tradición para Lipton repetir el ritual del queso cada año y repartirlo entre sus clientes, a medida que poblaba de tiendas Escocia, Londres y Estados Unidos.
De pronto, observando ejemplos de América, notó que había formas de llevar el té al consumo masivo. Y compró una plantación de té en Sri Lanka (antes Ceilán). Luego buscó una forma más innovadora de transportar las hojas de té. A su buena fortuna se sumó la baja de impuestos de la corona a este producto, lo que disminuyó costos.
Visionario como pocos, Lipton era un convencido de que no solo la nobleza podía disfrutar del té, y aplicó cada estrategia a la mano para lograrlo.
Un estadounidense, Thomas Sullivan, descubrió la utilidad de las bolsas de té al enviar algunas hojas en bolsas de seda a manera de muestra. Sus clientes, por error, creyeron que las bolsas iban al agua en la preparación. Dio buenos resultados y así se llegó al invento. Lipton tomó nota y empezó a vender el té en bolsa que conocemos hoy.
El magnate, que sería nombrado caballero en la época victoriana, tuvo otras iniciativas exitosas, pero su nombre quedó para siempre en la historia, asociada a la marca del té Lipton.
REDACCIÓN DE CULTURA
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