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Charlie Otero y sus causas culinarias contra el cáncer
La comida también une a las personas alrededor de grandes causas, así lo dice el chef colombiano.
El chef cartagenero Charlie Otero ha asesorado diferentes restaurantes en Colombia. Foto: Claudia Rubio. Archivo. EL TIEMPO
Pulpo gallego con chimichurri de hierbas de azotea del Pacífico y arepas de maíz cariaco rosado de los Montes de María; polvo de achiote y pimentón. Natilla de marrón glassé de castañas con café colombiano. Estos bocados representaron la simbiosis entre España y Colombia sobre un mantel solidario que buscaba fondos para la lucha contra el cáncer. Y se sirvieron en Santiago de Compostela a finales de febrero.
Fueron preparaciones de los chefs Charlie Otero (de Colombia) y Kike Piñeiro (de España) en 10 Bocados Solidarios, una iniciativa impulsada por ellos, ambos supervivientes de cáncer. Diez cocineros, que también han tenido relación con la enfermedad, ofrecieron sus propios platos en el legendario parador de la capital gallega, Hostal dos Reis Católicos.
La conselleira do Mar, Rosa Quintana, resaltó que “cuando dos fuerzas se asocian, se multiplican”, en referencia a la complicidad entre Otero y Piñeira, de quienes destacó su “altruismo y generosidad”.
Arepa de maíz cariaco rosado de Montes de María, pulpo de Galicia, chimichurri de hierbas de azotea, achiote y pimentón. Foto:Charlie Otero
Ambos padecieron el mismo tipo de cáncer con una diferencia de veinte años. Otero todavía celebra su recuperación, a los pocos meses de haberle doblado el brazo a la enfermedad. Lo hace echándoles una mano a los demás. Ahora, desde Galicia.
Para llegar a compartir los diez bocados solidarios fue necesario recorrer un largo camino del que habla Otero.
En 2018, cuando la Federación de Empresarios de Pontevedra nos invitó a tres cocineros latinos a Galicia. Nos llevaron a conocer los pazos, los alambiques y bodegas del vino Albariño, a pasear por algunas ciudades. En Santiago de Compostela comimos en Horta do Obradoiro.
El chef era Kike Piñeira. Ahí lo conocí. Nos hicimos amigos y nos prometimos mutuas visitas con la esperanza de cocinar juntos. En 2019 estuve invitado en Zaragoza, pero no nos vimos.
En el 2020 no fue posible viajar por la pandemia, y el 3 de marzo de ese año, después de un largo periodo de dudas médicas, me diagnosticaron un cáncer en la médula ósea: un linfoma de Hodgkin. Seguí trabajando mientras recibía quimioterapia y anuncié en las redes que me quería volver una voz de lucha. Kike me ó y me contó que él también sufrió el mismo cáncer veinte años atrás y se había curado. Le dije que si lo superaba, haríamos algo juntos contra la enfermedad.
Y lo superó...
Mi última quimioterapia fue en septiembre, y en octubre viajé a España y Portugal a celebrar. No alcancé a ir a saludar a Kike, pero seguía con la idea de hacer algo juntos. En diciembre le propuse que cocináramos y que lo que se recaudara se donara a una fundación contra el cáncer en Galicia. Quería aportar algo a España porque en Colombia ya soy vocero de varias fundaciones y trabajo mucho contra la enfermedad. Él armó la logística y producción en Santiago y se sumaron varios cocineros.
¿Qué tal resultó el encuentro?
Absolutamente bonito. Éramos diez cocineros, dirigidos por Kike y yo, con diez bocados diferentes. Hubo varios patrocinadores: una pescadería importante de Santiago de Compostela (vale anotar que Galicia es famoso por tener el mejor pulpo del planeta), una escuela de cocina y el parador que opera el Hostal de los Reyes Católicos, una construcción anterior al descubrimiento de América. En esta crisis que atraviesa el mundo ahora, recalqué ahí la importancia de que cualquier oficio (en mi caso la cocina) sea una herramienta de solidaridad y un arma de paz. Creo que es nuestro deber dar algo al otro.
Charlie Otero en su intervención en el evento Diez Bocados Solidarios, en España. Foto:Camilo Forero
¿Cuánto recaudaron?
No lo sé aún, pero se llenó el aforo de 200 personas; cada una pagó 25 euros. También había un cubierto cero para la gente que no podía asistir pero quería donar. Y el beneficio íntegro es para la Liga Española contra el Cáncer capítulo Santiago. Fue increíble.
Desde que sufrió el cáncer se volcó en actividades para combatirlo.
Trabajo por diversas causas desde hace rato, pero como me tocó el cáncer siento que tengo una gran responsabilidad porque lo conocí de cerca y he visto la cantidad de personas y las familias (la familia también se enferma con esto) que sufren.
He trabajado con personas en reclusión, soy padrino para Colombia de Acción contra el Hambre (me parece vergonzoso colaborar con una fundación así porque no debería haber hambre en ninguna parte, y menos en un país tan bello y diverso como el nuestro). Todos tenemos la responsabilidad de hacer algo por los demás desde nuestros oficios.
Pero esto me tocó de frente y ahora tengo la vocería como de cinco fundaciones en Colombia y varias cruzadas personales. Una de ellas es para ayudarle a un cocinero de un lugar cercano a Bucaramanga y que tiene cáncer en la lengua. Piensan que tienen que mutilársela o someterlo a un tratamiento que podría matarlo. Pero supimos del famoso chef de Chicago Grant Achatz, que se recuperó de lo mismo. La cita virtual con la clínica que lo trató cuesta tres millones, más lo que sigue. Así que me voy a dedicar a eso porque es como si a un pintor le quitaran las manos.
Mientras usted se sometía a la quimioterapia murió su madre por covid. Fue una especie de descenso a los infiernos...
Sobreviví al cáncer y a la quimioterapia, pero la muerte de mi mamá en medio de esto es devastadora aún. Ella siempre estuvo dedicada a las causas sociales, luchó por la comunidad. Fue maestra toda su vida. De manera que no hago nada que no me hayan enseñado, estoy continuando con su legado. Soy un simple mortal –no soy un actor, un cantante, un político ni futbolista famoso–, pero tengo una voz, así sea pequeña, y la uso para decirles a los demás que pueden ayudar, sin importar a qué se dediquen.
A mi mamá le gustaba cocinar y era una cocinera fantástica, pero mi abuela paterna, Rafaela, me dio la pista. He pasado mi vida adulta tratando de recrear esos sabores que me conectan con mi familia. Me gusta esa nostalgia en un plato que te hace cerrar los ojos e irte a un momento especial de tu casa, que es el sitio más seguro del planeta.
¿Tiene más actividades planeadas?
Una cena a cuatro manos en Madrid, y en mayo voy a Turquía por el World Food Program. Allí voy a dar clases a cocineros para campos de refugiados. Y viajo bastante en Colombia. Soy de Cartagena y vivo en Bogotá, pero voy con frecuencia a Barranquilla porque soy el chef ejecutivo del restaurante La Cueva. Le creé la carta, le hago seguimiento y acudo a eventos especiales. Ese trabajo fue bellísimo, porque fue como construirle un skyline gastronómico a la ciudad. Tú vas a Cali, a Bogotá, a Cartagena y ya sabes que hay algunos productos que celebran la cultura, pero en Barranquilla no estaban tan marcados, no obstante su riqueza gastronómica única. Es una carta superlinda, inspirada en esas personas que llegaron y construyeron la ciudad: la colonia alemana, los chinos… finalmente es la Puerta de Oro de Colombia.
También estuvo en el restaurante Interno, de la cárcel de mujeres de Cartagena.
¿Cómo fue?
Fui uno de los asesores gastronómicos del proyecto, que era de la Fundación Acción Interna, que preside Johana Bahamón. Las mujeres eran libres en los momentos en que estaban allí. Les decía que eran las mujeres más libres que conocía porque cuando estás afuera das por sentado todo lo que tienes y no lo agradeces.
Para mí, el sentido de la verdadera libertad es apreciar lo que tienes: despertarse e ir a prepararse un café, estar con la gente que quieres... Ese proyecto me reconcilió con mi propia libertad y aprendí a apreciar la posibilidad de tomar mis decisiones, de trabajar en lo que me inspira, en lo que me ofrece estímulos que emocionalmente me mueven. En la cárcel aprendí mucho de esas mujeres maravillosas. Lloré con ellas, reí, cociné con ellas. Ese fue un regalo muy grande de la vida.