Creo que si tuviera que escoger una cocina para el resto de mi vida elegiría la italiana. Creo. Aunque no termino de escribirlo, y ya siento nostalgia por los buenos tacos mexicanos, los arroces españoles, los ceviches peruanos, las empanadas argentinas… y por los miles de platos colombianos que me llegan al alma, como un buen cabrito santandereano o un sancocho valluno.
Pero se trata de un simple juego de la imaginación, como disculpa para reafirmar las bondades de una cocina que ha sido tan bien acogida en prácticamente todo el planeta.
Y al hablar de cocina italiana –no obstante su riqueza y su diversidad– me refiero en primerísimo lugar a la pasta, aunque tengo claro que en realidad la inventaron los chinos. Pero tal vez no se habría popularizado tanto sin la variedad de formas y las mil salsas que le dieron los italianos.
La clave está en que probablemente no exista un pueblo que se haya apasionado tanto por la cocina. Que respete de tal manera las tradiciones culinarias. Que haya convertido la mesa en el epicentro de la vida.
Por eso, porque suele hacerme muy feliz, celebro cuando se abre un nuevo restaurante italiano que le hace justicia al espíritu de este pueblo que ha convertido la comida en una celebración, en un ritual maravilloso.
Así, celebro la reciente apertura de Semolina en ese agradable punto bogotano de la calle 90 con carrera 11. Su amplísima carta –cuidada y exigente– da cuenta de algunas de las maravillas de la cocina italiana: las milanesas, las pizzas, las burratas, los carpaccios… ah, y la pasta, ¡por supuesto!
En Semolina es posible calmar el antojo de una sencilla y legendaria lasagna bolognesa o de una pasta corta al horno con pollo y champiñones –platos que las abuelas colombianas aprendieron a preparar tan bien como si los hubieran inventado en Boyacá o en Quindío– y también se pueden probar presentaciones menos comunes como los cappelletti de remolacha rellenos de queso de cabra –¡deliciosos!– o el orzo de langostinos… entre muchos otros.
Vale la pena explorar la carta de Semolina. Probé recientemente un ossobuco preparado con todas las de la ley y unas alcachofas gratinadas que me llevaron al cielo… a ese cielo italiano bajo el cual se come tan bien y se queda tan feliz.
Semolina
Calle 90 No. 11 – 13
Tel: 313-8130796
SANCHO
Crítico gastronómico
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