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'No soy una víctima, sino una gran sobreviviente': Daniella Álvarez
La ex Señorita Colombia habló con BOCAS de sus pasiones y sus nuevas metas.
Daniella Álvarez, ex Señorita Colombia Foto: Hernán Puentes
Cuando era Señorita Colombia, visitó diferentes batallones del Ejército nacional y tuvo o directo con soldados mutilados. Iba a saludarlos en compañía del ministro de Defensa de la época, Juan Carlos Pinzón, y algunas veces a animar las novenas de Navidad. Su tarea –que no era otra que levantar la moral de la tropa con su carisma y alegría–, la hacía con absoluta convicción.
Esos viajes, en los que se preocupó particularmente por aquellos que habían perdido extremidades, la marcaron profundamente. Acudió a decenas de batallones, en diferentes ciudades del país, a lo largo y ancho del 2012. Daniella Álvarez estaba cumpliendo el sueño que se había propuesto a los once años cuando, parada frente a los cuadros de las candidatas al Reinado Nacional de la Belleza, en el Hotel Hilton de Cartagena, decretó que sería reina nacional.
De joven deportista y reconocida bailarina en su natal Barranquilla pasó a ser Señorita Colombia 2011 y, luego, a ser una destacada presentadora de televisión en Estilo RCN y anfitriona del reality show de aventura Desafío Súper Regiones.
Sin embargo, en junio del 2020, a sus 32 años, tuvo que tomar la decisión de seguir su vida sin la mitad de su pierna izquierda. Difícilmente habría imaginado que, casi diez años después de haber visitado excombatientes lisiados, dos de esos soldados estarían explicándole en un programa de televisión nacional cómo sería su adaptación a una prótesis en su pierna izquierda.
Ese giro inesperado la llevó a aceptar grandes cambios y a convertirse en una nspiración para miles de personas que iran la entereza con la que ha enfrentado su nueva realidad. En marzo del 2020, su médico le dijo que había una pequeña masa en
su abdomen absolutamente operable. Luego vino una cirugía, después una isquemia que la dejó sin flujo sanguíneo en la parte inferior del cuerpo y que afectó gravemente sus pies, vino otra cirugía y luego la amputación. “Tomé fuerzas de donde no tenía, me senté en una silla y dije ‘eso se lo tengo que contar a mi gente porque yo no quiero que
ellos me vean amputada sin que yo antes no les hubiera contado’”.
El 12 de junio, Daniella compartió un video con sus tres millones de seguidores en Instagram anunciando que le cortarían el pie izquierdo al día siguiente. “Mientras hacía ese video pensaba que mi pie se iba a salvar. Yo decía, ‘sí, ya los doctores me dijeron que lo iban a amputar’... pero uno en el fondo cree que un milagro va a ocurrir al final”.
Dos días después, el 14 de junio, mostró en Instagram su “nueva versión” –como dice ella– con un muñón en su pierna izquierda, y el 25 subió un video dando sus primeros pasos usando un caminador en la clínica. Lo que siguió ha sido un conmovedor testimonio visual de pequeñas victorias: los primeros bailes de champeta y merengue usando una funda en el muñón, las caídas en muletas, el primer paseo en biquini junto a su familia, las primeras patadas en el mar, el día en el que volvió a montar bicicleta. Volvió todo el ritmo de su vida.
Hoy, quiere compartir su experiencia de “sobreviviente” –como se autodefine– con otras personas. Ya le tiene nombre a su charla motivacional: ‘El milagro es mi vida’. También se prepara arduamente con su fisioterapista para recibir la prótesis que la
acompañará en adelante y con la que aspira a convertirse en la primera presentadora de televisión colombiana bajo esa condición que presente el Desafío Súper Regiones, el próximo año.
Cinco meses después de la amputación de su pierna, una valiente mujer habla de sus viejas y nuevas victorias.
Daniella Álvarez, ex Señorita Colombia y presentadora de televisión. Foto:Hernán Puentes
¿Cómo es eso que, a los once años, usted le dijo a su familia que sería Señorita Colombia?
En mi casa veíamos muchos reinados y mi mamá soñaba con que sus dos hijas fueran reinas. En el año en que ganó Vanessa Mendoza, mi hermana llegó al Hotel Hilton a participar como Señorita Bolívar. Recuerdo que entré al lobby del hotel, miré los cuadros de la revista Cromos que estaban colgados a la entrada del hotel, y me dije a mí misma:
“Un día yo voy a ser Señorita Colombia”. Dios me premió con darme las aptitudes físicas para poder participar y también las aptitudes de inteligencia, porque una reina siempre debe tener las dos. Antes de llegar al reinado yo estaba tan segura de que iba a ganar que terminé mi carrera como comunicadora social y me especialicé, porque yo decía que cuando ganara Señorita Colombia no tendría tiempo de devolverme a la universidad y
era porque, precisamente, iba a salir del reinado directo para un canal de televisión. Y todos mis sueños se cumplieron. Yo lo tenía superclaro, nunca me desenfoqué.
En el colegio, yo era la que presentaba los actos cívicos, la que siempre estaba en la primera fila. A pesar de que era una de las más altas del curso, siempre hacía que me pusieran de primera en la fila para guiar a mis compañeras. Y era líder porque era buena en todo lo que me proponía. Era superdestacada en los deportes, en natación, en voleibol, en atletismo, salto alto, salto largo, saltaba vallas...
Para mí era tan importante el baile que solo me enamoraba de mis novios si bailaban bien; si no bailaban bien, no eran ningún prospecto para mí
No [risas], pero mi colegio, el alemán de Barranquilla, siempre fue muy enfocado en la parte deportiva y yo era una chica alta, flaca y muy atlética. Además, tenía un hermano menor que yo, por un año, y por eso había mucha competitividad. Me acuerdo que mi niñez fue mucho con mi hermano y sus amiguitos de la cuadra, y yo era, mejor dicho, una crack en los deportes porque salía con hombres a montar patines, montaba bicicleta con hombres, todo lo que hacía lo hacía con hombres.
En esa época usted ya era una excelente bailarina. ¿Cuál ha sido su conexión con el baile?
Para mí, era tan importante el baile que solo me enamoraba de mis novios si bailaban bien; si no bailaban bien, no eran ningún prospecto para mí. Tuve un noviecito en el colegio que bailaba superbién, después de él tuve otro novio que era el requecontraquete bailador y me acuerdo que me conquistó a punta de postres y de ser el mejor parejo, porque físicamente no era el hombre de mis sueños. Pa’ que veas cómo cambia la vida, ahora tengo un novio superbonito y no tiene ni idea de bailar.
Su mamá cuenta que usted primero estuvo en clases de ballet clásico, pero que terminó enamorada del ballet folclórico. ¿Por qué?
No me gustó el ballet porque había que estirar demasiado y yo sentía que no era tan flexible como mis compañeras. En cambio, cuando llegaban las clases que eran de folclor, de tap, las clases de rumba salón, que son todas estas sambas, salsas, chachachá, merengue, todas esas sí las hacía superbién. Desde muy chiquita, mi mamá me metió en academias de baile. Me acuerdo que iba a Judy Rincón de Manotas en Barranquilla y en las vacacionales iba a Gloria P., que eran las mejores dos academias de Barranquilla, y que bailé con reinas del carnaval como Daniella Donado. De hecho, ella y yo nos conocemos desde chiquiticas, que juntas bailábamos. Siempre tuve claro que, a pesar de que me gustaba mucho bailar y que era mi pasión, lo que yo quería era ser reina.
Mientras fue Señorita Colombia viajó por muchas regiones del país. ¿Se reencontró con algún baile en esos viajes?
¡Claro! Cuando ya iba a entregar la corona me tocó viajar a Arauca porque allí se hizo el desfile de traje de baño del 2012, y yo abría el show de la noche con un baile de joropo. Cuando era chiquita bailaba joropo y sanjuanero en las academias y me fascinaban. Me reencontré con el joropo y la pasé genial.
¿Cómo empezó a trabajar con el exministro de Defensa Juan Carlos Pinzón?
Conocí a Juan Carlos Pinzón cuando él era ministro de Defensa y yo era la Señorita Colombia. Cada vez que con el reinado viajábamos a diferentes departamentos era muy normal que tuviéramos que llegar primero a los batallones, y durante todo mi año de reina vi muchos soldados heridos en combate. Hacía novenas con los soldados heridos en combate en navidades y también los visitaba en Cartagena y en el Hospital Militar en Bogotá. Ahí fue donde empecé a tener una relación bastante estrecha con Juan Carlos Pinzón porque vio el talento que tenía para la presentación. Después de eso su equipo de trabajo me llamó y yo apoyé las campañas que se hacían en el Ejército Nacional. Me acuerdo que presentaba tarimas, bailaba con los amputados y siempre fui muy cercana a nuestras Fuerzas Militares. Después de eso, un día cualquiera Juan Carlos Pinzón, ya yo siendo presentadora de televisión, me llama y me dice: “Dani, qué tal si te vienes a trabajar con mi equipo para lanzarme a la Presidencia”. Y yo le dije que claro, y desde entonces lo ayudé por seis meses a hacer todo este trabajo, que también fue muy chévere, de mucho aprendizaje.
Daniella Álvarez, ex Señorita Colombia y presentadora de televisión. Foto:Hernán Puentes
Siento que Dios me preparó para eso. Cuando veía a una persona amputada decía: ‘¡Guau!, ¡qué tenacidad! Y hoy que estoy en los mismos zapatos que ellos digo: ‘Seguramente la gente pensará eso de mí'
¿Ha sentido que ese acercamiento con los militares le dejó algún tipo de señal para lo que tendría que enfrentar después?
Totalmente. Ahora que rebobino, siento que Dios me preparó para eso. Cuando yo veía a una persona amputada decía: “¡Guau!, ¡qué orgullo!, ¡qué tenacidad!, ¡qué fortaleza!”. Y hoy, que estoy en los mismos zapatos que ellos digo “seguramente también la gente pensará eso de mí”, como el respeto que le tienen a uno, como ese ‘bravo’ para decirle a uno que de verdad es fuerte, que de verdad es un guerrero. Siento que no soy una víctima, sino una gran sobreviviente de un suceso que no fue mi culpa y que era algo que simplemente tenía que suceder.
Varias veces ha contado que lee libros de superación personal desde que era una niña. ¿Recuerda cómo descubrió ese tipo de literatura?
El primer libro que me leí era de Walter Riso y se llamaba Amar o depender. Cuando leí ese libro me pareció espectacular porque hablaba mucho del autoamor y de la autoconfianza. Luego pasé por Paulo Coelho, Daniel Goleman, y me di cuenta de que esto era lo mío. Me gustaban esos libros donde el ánimo y las emociones estaban presentes, y desde chiquitica dije que quería poder transmitirles a los demás eso, pero pensaba que tenía que ser una persona que adquiere mucha experiencia después de leer muchos libros y de estudiar a muchos psicólogos. Luego tuve una experiencia que viví en carne viva, que es esta del 2020, y eso me hace tener toda la experiencia para poder decirle al mundo que a mí me pasó algo muy fuerte y que yo lo pude superar.
Estilo RCN fue su primera experiencia en la televisión, ¿cómo la recuerda?
Estilo RCN fue mi entrada a la televisión y un programa al que le tenía mucho cariño porque la pasaba delicioso, tenía un horario que me permitía hacer mi maestría y al mismo tiempo trabajar, y unas compañeras sensacionales. Fueron mi primera experiencia y fue importante para mí: aprendí a leer el teleprónter, aprendí a manejarme mejor con las cámaras, a vocalizar mejor. De verdad que fue mi gran escuela.
Tanto que después presentó el programa Desafío.
Desafío para mí ha sido uno de los programas más difíciles porque había mucha tensión. Cuando yo trabajaba en Estilo el programa era pregrabado, había tiempo, pero las exigencias de un reality son muy diferentes. La grabación se hace en una sola toma porque estás jugando con las emociones de los participantes, entonces hay que cogerlos con la emoción real. En el Desafío sentí que era mucho más yo. A mí me gusta ser superbarranquillera, espontánea, chévere, alegre, bullosa, y eso era perfecto para mí en el Desafío porque yo llegaba y los animaba, y me sentía superidentificada con el programa. Fue una superexperiencia.
Usted parece ser una persona muy religiosa.
Cuando una persona tiene fe, tiene esperanza. Cuando me hicieron por primera vez la radiografía, el radiólogo puso al final que lo que yo tenía podría ser un linfoma. Un linfoma es un cáncer muy terrible, sobre todo cuando pasa en gente joven. Me mandaron a hacer una biopsia. Yo me acuerdo que faltaban quince días para que me dieran el resultado; ese día llegué a mi casa, a mi cuarto de Barranquilla, y casualmente había una Virgencita en mi mesita de noche que nunca había visto. Me senté al frente de ella, me arrodillé, comencé a orarle y me di cuenta de que era la Virgen de la salud, casualmente. Y yo le decía a la Virgen, “Virgencita, yo te pido, que sea lo que esto sea, te pido, te pido e imploro que sea lo menos difícil”. Y a los 15 días dijeron que no era un cáncer.
¿Y cómo recibió la noticia?
Me acuerdo de que llamaron a mi mamá, y ella gritaba de emoción: “¡Hija, no es un linfoma! ¡No es, no es! Es un tumor de baja densidad, que es operable. Solamente es abrir, sacar y cerrar”. Para mí eso fue como que Dios y la Virgen me habían escuchado. Y a pesar de todo, yo sigo creyendo que esto fue lo mejor que me pudo haber pasado. Que ya estoy sana, saludable. Y bueno: también Dios da enseñanzas, ¿no? La vida no es solo ganar y ganar. Yo me he ganado todo en la vida. Todo lo que me he propuesto, desde chiquitica, pero tal vez ya llega el momento en el que la vida también te enseña que puede ser dura.
¿Ahora cómo son sus conversaciones con Dios?
Llenas de gratitud, de amor y gozo. Yo le doy muchas gracias a Dios porque veo a mi familia feliz. Solamente con verlos a ellos felices y tranquilos de saber que tienen
mocha, pero que la tienen, me siento feliz. Es muy satisfactorio sentir el amor de mi sobrino, tomarme un Milo frío, comerme un dedito con bocadillo, una pizza... Yo creo que hay que vivir en la gratitud y no vivir en lo que nos hace falta.
Daniella Álvarez, ex reina de belleza y presentadora colombiana. Foto:Hernán Díaz
Cuando el médico le dijo que tenían que amputar, ¿fue consciente de lo que iba a pasar? ¿De que esto era real?
Lo que pasa es que todo lo que sucede te va llevando a ese momento. Yo me acuerdo de que mi pie cada día era más feo, que mi pierna no cicatrizaba y que se volvía también un poco necrótica. Todos los días me abrían el pie para curármelo y me lo volvían a cerrar, y cada día era peor. Cuando el ortopedista nos dijo que lo mejor iba a ser quitarlo, mi mamá se molestó y dijo: “Esto es una falta de respeto, este doctor se volvió loco, cómo llega aquí a decirle a mi hija eso”. Pero lo cierto es que siempre estuvo ahí la posibilidad...
¿Y qué pensó?
Yo siempre decía: “Eso no va a suceder”. Juraba que el médico iba a tener la solución, que me iba a arreglar este problema como fuera. Y luego mi propio médico vascular fue el que me dijo: “Tenemos que amputar. Si yo fuera tu papá, te diría que es lo mejor. Si tú fueras mi hija, es lo que yo recomendaría”. Y eso sí fue como un baldado de agua fría. Yo decía: “No, ¡esto no me lo pueden estar diciendo a mí! O sea, con el pie con el que yo he bailado mi vida entera, con el que yo he corrido, saltado, con el que patino, con el que monto bicicleta… ¡y ahora me están diciendo que me lo van a quitar!”. Lloré las primeras tres horas con una psicóloga de la clínica, y luego ya dije “Ay, bueno, ya. O sigo llorando, o sea, tratando de hacerme ver que no es, que esto no es una realidad, o pongo aquí los pies en la tierra, y digo bueno, ya. Pierdo un pedazo de la pierna, pero no la voy a perder completa”. Y así fue.
Da la impresión de que su evolución ha sido muy rápida...
La verdad es que pensaría que sí. Había que darle un tiempo primero al muñón para que sanara. Al mismo tiempo, mientras el muñón se sanaba, yo me ponía en terapias para fortalecer mi cuerpo porque con toda la desnutrición por la que tuve que pasar cuando estaba en la clínica, pues quedé en los huesos y tenía que volver a coger musculatura para poder obtener la prótesis y, luego, hacer el proceso para estar perfecta y poder recibirla. Ya empezamos.
¿Fue difícil escoger la prótesis?
No, para nada. Según la necesidad del paciente hay una prótesis que sería la más sugerida. En mi caso, que todavía tengo una lesión en mi otro pie y no tiene sensibilidad ni movilidad, me tenían que dar una pierna que fuera bastante segura y estable.
¿Y cómo sobrellevó el dolor del proceso, que en varias ocasiones ha dicho que era insoportable?
El dolor era tan insoportable que a veces ni siquiera servía la Oxicodona, que era el medicamento que me ponían a mí, una especie de morfina. Nada servía. Y, pues, la verdad los dolores eran terribles, pasaban los días y no se mejoraban. Cuando hicieron la amputación llegaron otros dolores. Hoy sufro de un dolor que es el más extraño del mundo: se llama el efecto fantasma.
Cuando hicieron la amputación llegaron otros dolores. Hoy sufro de un dolor que es el más extraño del mundo: se llama el efecto fantasma
¿Cómo es?
Bueno, es que en realidad son dos cosas. Primero, lo que yo más he tenido son corrientazos. Por mi isquemia, a mí me dio del ombligo hasta los pies, y eso me ha causado muchos desórdenes en la conducción de mis nervios. Luego está que los amputados sentimos esos corrientazos en un pie o en un pedazo de pierna que ya no tenemos. Y a veces sentimos que nos rasca y uno quiere que se le quite esa piquiña, pero no sabe por dónde, ¿cómo te vas a rascar si no tienes dónde? Pero, bueno, todo se controla con los medicamentos, a los que también a veces les tengo mucha rabia. A veces me dan ganas de no tomarme las pastillas, las quiero ir dejando, pero cuando lo hago me doy cuenta de que la estoy embarrando. Creo que soy lo suficientemente fuerte para aguantar, pero a veces es difícil. El problema de estas pastillas es que te sacan de tu estado emocional y te pueden hacer sentir deprimida o simplemente que regresen los corrientazos, entonces tienes que volver a tomarlas. Es una lucha.
¿Incluye pastillas antidepresivas?
Cuando las personas son amputadas, en la clínica, sin preguntarte, te dan unas drogas. Varias de ellas te ayudan a estar más relajada. Son antidepresivos. Ya en casa, ahora, tengo que tomarme las pastillas que quitan los corrientazos, otras para el dolor, para toda la parte isquémica. Hoy me da dolor en los glúteos cuando me siento; normalmente siempre tengo que pedir cojines para poder sentarme porque todavía me duele, no puedo soportar más de una hora.
Hace poco la confirmaron como presentadora del Desafío Súper Regiones para el próximo año. ¿Cómo imagina esa nueva faceta de presentación?
La verdad, no lo podía creer cuando me lo dijeron. De hecho, ahora es una de mis más grandes motivaciones. Yo que he sido una mujer que he vivido de mi imagen y de tener un cuerpo muy bien cuidado, que me dijeran que iba a volver a presentar no lo podía creer porque ahora ya estoy amputada y tengo una cicatriz que me atraviesa todo el abdomen. Recuerdo que el jefe, Sebastián, me dijo que ese programa era precisamente para personas como yo, que somos superhumanas, que hemos sabido sobrellevar las pruebas que nos pone la vida.
Podría ser la primera presentadora con prótesis en la televisión colombiana...
¡Realmente no veo la hora de que ocurra eso y de sentirme superempoderada con mi prótesis! Ya llevo cinco meses sin caminar, cinco meses de mi vida ayudada de unas muletas o de la silla de ruedas, y recibir una prótesis que me vuelva a poner de pie es un reto y, al mismo tiempo, una oportunidad para demostrarme a mí y al mundo que no hay nada imposible. Soy una luchadora de vida y voy a volver a caminar y a bailar, así sea con una pierna electrónica y una real.
Sobre el tiempo, ¿qué ha aprendido?
Las personas que hemos estado a punto de morirnos ya no estamos pensando tanto en el mañana, sino en el ahora. Vivimos con más conciencia, con más ganas, más pasión, más aventura. Este tiempo me ha enseñado a saber esperar. He vivido cosas muy duras, pero también cosas muy hermosas como recibir el amor de mi familia y el amor de millones de personas. A veces uno dice que hay tanto odio en el mundo y tanto rencor, pero hoy puedo decir que lo que veo en el mundo es tanto amor y gente con corazón lindo y generoso, que no se logran imaginar lo que me ayudan con sus comentarios y mensajes.
¿Tiene algo que la ayude a pensar en lo que viene?
Cuando estaba en la UCI, todas las noches escuchaba una canción antes de irme a dormir, se llama Está cayendo, de José Luis Reyes. Hoy en día, me identifico con una que se llama Mujer de las mil batallas. Es una canción superbonita porque dice: “Un pasito más que sí se puede. Uno y otro más, mujer valiente”. Cuando la escucho me da fuerza y digo “Sí, juemáchica, un pasito a la vez”. Y ahora que estoy en terapia con la prótesis, pienso lo mismo: “Un pasito, un pasito”, y ahí voy.