Los primeros cinco minutos de El agente topo muestran el proceso de entrevistas a las que se somete un grupo de adultos mayores que busca trabajo en una agencia de detectives privados.
A medida que las preguntas van y vienen, se explica que la misión de quien resulte seleccionado será infiltrarse en un hogar de ancianos, hacerse pasar por un residente más y desde esta posición tomar nota respecto a las rutinas del recinto, para averiguar cómo se atiende a una persona que vive en ese lugar.
Mientras que el largometraje de Maite Alberdi avanza, lo que en un principio se presenta como el relato de un espía octogenario, se va convirtiendo en una historia que pone el foco en temas como la vejez y el abandono que viven muchos mayores.
El Agente topo no es una película de ficción, es un documental que intenta no parecer uno. Alberdi pensó que su trabajo permitiría hacer una gran denuncia sobre el maltrato que sufren adultos mayores en hogares para ancianos, pero terminó encontrando algo muy diferente, la soledad que experimentan los viejos, principalmente por el abandono de sus familias.
Sergio Chamy, el adulto mayor que es fichado por el detective privado Rómulo Aitken para infiltrarse en el hogar donde se cree que una de las huéspedes es víctima de maltratos, cumple su labor con celo, pero no encuentra indicios del delito que se supone fue a investigar. La historia, entonces, se convierte en el enternecedor, a veces hilarante y conmovedor, relato sobre la situación de los huéspedes del lugar.
La película para mí fue una aventura. Uno sabe que existen hogares de ancianos, pero no sabe cómo es la vida adentro.
Sergio acababa de enviudar y acepta el trabajo viéndolo como una oportunidad para cambiar de rutina. Para hacerlo tuvo que aprender a usar herramientas tecnológicas, como aplicaciones en un smartphone y una cámara oculta en un bolígrafo. Para cumplir su misión se esfuerza tomando notas de lo que ve y sigue con cuidado a la madre de su clienta, la supuesta víctima de maltrato.
Su estadía de tres meses en el hogar fue filmada, a su vez, bajo la forma de una misión secreta, ya que el equipo de Maite Alberdi le siguió los pasos al protagonista sin revelar los detalles de la situación a su entorno hasta el montaje del filme. A la hora de rodar, la realizadora echó mano de la estética del cine detectivesco, un recurso que despertó la fascinación y por momentos el desconcierto de la crítica.
Ella lo explica así: “Históricamente hemos consumido cine gringo, cuya tradición de documental ha sido un formato muy clásico, con archivos, entrevistas y voz en off. ¿Por qué el documental no puede tener un género, si en el fondo lo único distinto es la materia prima con la que se trabaja?”. Un rol clave en la construcción del relato fue el de Carolina Siragyan, una editora con experiencia en publicidad y en videoclips.
Su camino y el de la cineasta se cruzaron cuando, al tanto de sus conocimientos como montajista, Alberdi le pidió a Siragyan hacer el tráiler de Los niños (2016), un documental sobre adultos con síndrome de Down. Para la última película, Carolina Siragyan pasó dos meses catalogando el material repartido a lo largo de 60 días, cientos de horas de grabación y miles de escenas. Solo después de esa tarea vino el verdadero trabajo de montaje.
La recolección y el orden de las tomas reveló mucho más que la trama principal: paralelamente a la historia acerca de un espionaje, asomaron temas como el deterioro físico y mental, las dificultades para encontrar empleo y, sobre todo, la soledad en la que vive la tercera edad.
“Así como Sergio cambió la perspectiva de su investigación nosotras también vivimos el mismo proceso –reconoce Siragyan–. Luego de cinco meses de trabajo vimos que incluso su investigación empezó a perder algo de importancia. Una vez que él entró al hogar, todo era la realidad misma”. “Increíblemente real”, resume la directora del documental.
Maite Alberdi cuenta que hace unos días se enteró de un suceso trivial y a la vez poderoso: un espectador envió un ramo de flores a las excompañeras de asilo de Sergio Chamy. “Alguien se llegó a conmover a tal punto que se movilizó y compró un regalo para los personajes. Para mí, ahí está todo. Estos son los gestos políticos que estamos esperando con la película”, dice.
Esas implicaciones sociales fueron las que acercaron a la comunicadora audiovisual Daniela Sandoval a la filmografía de Maite Alberdi, con quien ya había coincidido al producir El salvavidas, que recoge la historia del vigilante de una playa con aversión al agua.
El agente topo “ha servido para tomar conciencia de que todos vamos a ser adultos mayores y que los tenemos que acompañar en ese proceso. Supe de gente que tiene familiares en hogares y que al ver la película está haciendo lo imposible por volverse más presentes en la vida de ellos”, dice Sandoval.
Aún no me cabe en la cabeza cómo puede haber familias que van a dejar a los abuelos en un hogar y los abandonan. Es una triste realidad. Es como dejar una mesa ahí, porque ya no te sirve.
Y Carolina Siragyan complementa: “El documental apareció en un momento superadecuado, porque la gente está con la conciencia abierta a un cambio. Hay cosas que no estaban funcionando. La crisis social y la pandemia nos hicieron darnos cuenta de lo que es la soledad. Mucha gente, no necesariamente vieja, estuvo sola y encerrada, y se abrió a estar mucho más sensible a esto. La vejez puede ser un tema superjodido, y es un inevitable que nos va a tocar a todos”.
Pese a esto último, todas están de acuerdo en que la cinta ofrece al mismo tiempo una visión gozosa y hasta cómica de la tercera edad. “El día a día en ese hogar está lleno de humor y de luz –dice Alberdi–. Esa es la gracia, esas son las complejidades de la vida que siento que los documentales tienen que rescatar. Yo puedo estar viviendo un duelo, pero puedo estar riéndome también. No tendrías que encasillarlo en drama o en comedia. La vida tiene de todo, a veces en un día o en una misma historia”.
Sobre la construcción de la cinta, las productoras han explicado que las personas del hogar geriátrico dieron su consentimiento de ser grabadas porque inicialmente les dijeron que su objetivo era mostrar las rutinas del lugar. Luego, cuando develaron de qué se trataba, algunas prefirieron que su imagen no se utilizara en la cinta.
El protagonista
Sergio Chamy no fue el único que leyó el aviso en El Mercurio que buscaba un jubilado. Se presentaron más de 100 personas, pero ninguno llamó la atención de Maite Alberdi tanto como él, que fue seleccionado luego de tres entrevistas.
“Cuando me fui, me dio una corazonada –cuenta Chamy, de 83 años– porque vi a los viejitos que llegaron y se veían más viejos que yo. No lo eran, pero parecían”.
No le dijo nada a su esposa porque estaba enferma y, si todo resultaba bien, quería que fuera una sorpresa. Pero ella nunca supo. Murió antes de que Chamy fuera seleccionado.
Para él fue una inesperada forma de sobrellevar su duelo. De hecho, dice que ni siquiera sabía quién era Alberdi, no había visto ninguna de sus películas y que antes de comenzar el rodaje vio Los niños.
“La película para mí fue una aventura. Uno sabe que existen hogares de ancianos, pero no sabe cómo es la vida adentro”.
Lo primero que hizo, recuerda, fue ir a conocer el hogar donde viviría por tres meses. Lo acampañó Dalal, su hija menor.
“Nos recibió Sarita (la directora de la casa). Me gustó el edificio, parecía un colegio grande, lindo jardín, una quinta, árboles. Luego fui con mi hijo, porque iba a quedarme por tres días de prueba, para ver si me acostumbraba. Pero ahí no me gustó. Porque Sarita conversó conmigo y me dijo, ‘mire, don Sergio, aquí usted va ser un anciano más y va a tener que regirse por las normas de convivencia que tiene el hogar: aquí se toma desayuno a las 8 de la mañana, se almuerza a las 12, se toma onces a las 4 de la tarde y a las 7 un vaso de leche o jugo y buenas noches pastores, a la cama’ ”. A él, según dice, no le gustó que le dijera anciano.
La producción ya estaba en marcha hacía tiempo y la renuncia de él implicaba partir todo desde cero. Sus hijos tuvieron que convencerlo de volver. Durante los tres meses en que permaneció en el hogar, Chamy se tomó en serio su tarea y habla de lo que descubrió.
Es la primera vez que una producción chilena logra una candidatura en el apartado de Mejor documental. Asimismo, Maite Alberdi es la única mujer chilena que ha sido nominada al Óscar.
“Aún no me cabe en la cabeza cómo puede haber familias que van a dejar a los abuelos en un hogar y los abandonan. Es una triste realidad. Es como dejar una mesa ahí, porque ya no te sirve. Conocí a Rubina, una dama, se veía una señora muy fina, culta en su conversación, pero estaba sola. Un día le pregunté a una de las porteras –señora María, ¿A Rubina no la vienen a ver?–. ‘No, al principio venían una vez a la semana; después, cada 15 días; después, una vez al mes, y luego nada de nada’ ”.
Su encuentro con ella es uno de los momentos más emocionantes de la película.
“Un día le conseguí fotos de su familia, porque a lo mejor le ayudaban a recordar. Las empezó a ver y estaba que se le caían las lágrimas de la emoción. Parece que era una familia acomodada, porque en las imágenes se veía que iban los fines de semana a la costa y que viajaban a varios países. Cómo no iban a tener chauchas (dinero) para venir a verla”.
También habla de la ‘Petita’, una residente que falleció mientras él estaba en el hogar. “La quise mucho, me sentaba al lado de ella, le tocaba sus manitos arrugadas, se las sostenía y pensaba: estas manos, cuántas cosas habrán hecho en su vida, tuvo marido, crió hijos, nietos, dio su vida por ellos y ahora ¿su familia qué da por ella? Cuando murió, nadie fue a su funeral. Solo estábamos los del hogar”, cuenta.
Chamy dice que luego de la película ha mantenido o telefónico permanente con varias residentes, entre ellas ‘Mirtita’, con la que más habla. Después de la muerte de su esposa se mudó con su hija menor, a donde regresó después de los tres meses en el hogar.
En la carrera por un Óscar
Con una nominación a los premios Óscar –que se entregan el 25 de abril– en la categoría Mejor documental, El agente topo marca tres hitos.
En primer lugar, es la primera vez que una producción chilena logra una candidatura en el apartado de Mejor documental. Asimismo, Maite Alberdi es la única mujer chilena que ha sido nominada al Óscar. Y, además, este largometraje es la única película latinoamericana que obtuvo una candidatura para la 93.ª edición de ese galardón.
Fuera de esto, la de Alberdi es apenas la cuarta producción chilena en la historia en competir por una estatuilla de los Óscar. Se suma a No (nominada) y a Una mujer fantástica e Historia de un oso (ganadoras). Ahora competirá contra la cinta rumana Colectiv y las estadounidenses Time (la favorita), Mi maestro, el pulpo y Campamento extraordinario.
El camino recorrido por El agente topo para llegar a los Óscar se inició en el Festival de Sundance a comienzos del 2020, donde se estrenó con aclamaciones del público. Posteriormente, la cinta formó parte de las selecciones oficiales del Festival Karlovy Vary, en República Checa, y el IDFA en Ámsterdam. En San Sebastián participó en la sección “Perlas” y fue galardonada por el público con el Premio a la Mejor película europea (por tener productores asociados de Alemania, España, Países Bajos, además de Estados Unidos).
También logró una nominación para los Goya en la categoría de Mejor película liberoamericana, pero fue superada por El olvido que seremos, de Fernando Trueba, y que se convirtió en el primer Goya para el cine colombiano.
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