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La desinformación como problema periodístico / El otro lado

Las 'fake news' o engañosas son creadas para desinformar premeditadamente a los ciudadanos.

Ómar Rincón, Crítico de televisión.

Ómar Rincón, Crítico de televisión. Foto: César Sánchez Carreño

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El tema de moda es eso que se llama “la desinformación”, las “fake news” y la posverdad. O sea, que en nuestras realidades políticas triunfa la mentira o el metaverso. Y ¿de quién es la culpa?
La desinformación alude a la información deliberadamente distorsionada presentada como si fuera real y verdadera que se diseña para manipular creencias, emociones y opiniones de la gente.
Las fake news o engañosas son creadas para desinformar premeditadamente a los ciudadanos. Y la posverdad es la producción de una “realidad alternativa” a los datos científicos y comprobables basada en las creencias y emociones de quien las enuncia.
La idea de estas fábricas de la desinformación es producir miedo y movilizar desde los odios para hacer daño a alguien.
A eso, también, se le llama disputa de narrativas y batalla cultural por el relato entre, por ejemplo, el petrismo y el uribismo. Esta práctica es promovida por políticos de derecha e izquierda, por gobiernos y por abogadillos fanáticos.
Carolina Arteta, de la Flip, nos cuenta que los sabios del mundo se preguntan “¿quién debería asumir la mayor parte de la culpa de la crisis de desinformación que enfrenta el mundo?”. Y ofrecen las siguientes opciones: a) los creadores de noticias falsas y bodegas en redes sociales; b) las fuerzas políticas que financian operaciones de noticias falsas; c) los gobiernos encargados de formular políticas de regulación de internet; d) las plataformas tecnológicas dueñas de las redes sociales; e) los medios de comunicación tradicionales; y, finalmente, f) el público en general.
Ninguno de los mencionados son “los culpables”, ya que están felices haciéndolo. Los creadores gozan haciéndolo, tienen empleo, les pagan bien y les da lo mismo quién sea el que les compre el producto; los políticos cínicamente viven de eso de las noticias falsas; los gobiernos, ya lo hizo Uribe y lo hace Petro, “enuncien solo su verdad”; las plataformas tecnológicas hacen el gran negocio con la desinformación; los medios de comunicación juegan a su amo; y a la gente le tiene sin cuidado.
(Tal vez quiera leer: El país de la publicidad)
Entonces, ¿no hay culpables? Pues tal vez no porque a ninguno de los actores de la democracia le interesa eso de la transparencia, ni la diversidad de ideas, ni la pluralidad de informaciones. O tal vez sí hay unos culpables que son los periodistas que tuitean y publican sin cumplir los dos mínimos del oficio: evaluar la veracidad con base en reportería de fuentes, documentos, datos y ofrecer contextos. Esto quiere decir que cada vez que se desinforma en los medios es porque un periodista dejó de hacer su oficio.
Y es que la desinformación es la plaga que habita el internet, pero se vuelve “news” (noticia) cuando los medios la publican sin hacerle el control de verdad.
Por eso Trump, Uribe, Petro, Bukele tuitean para los periodistas, para que ellos publiquen sin verificar verdad
ÓMAR RINCÓN
Crítico de televisión

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