Ver la tele es desconectarse, poner el cerebro en la mesita de noche y entrar en modo relajado.
Y por eso la televisión educativa nos saca de quicio, ya que quiere que cuando estamos hibernando, aprendamos. Es enervante esa obsesión por educar. Tal vez los políticos, ilustrados y demás especies inteligentes piensan que somos unos “salvajes” que deben ser civilizados. Y sí, somos unos “descerebrados” cuando vemos la tele, pa’ eso la vemos.
Y esto es así porque (i) no se cree en los periodistas y medios, sabemos que mienten; (ii) no queremos ver más políticos; (iii) y porque si los vemos nos queda una sensación de impotencia y nos bajamos emocionalmente.
Diría que, además, porque su narrativa es muy boba y no dicen nada, y que su agenda no se conecta con lo que necesitamos. O sea, su “qué” no nos interesa, su “cómo” lo hacen es alarmantemente aburrido, y su “a mi qué” como televidente no me seduce, conecta, emociona. Por eso, los televidentes huimos de las noticias para ser felices.
Y para desconectarnos más bonito, vemos las mismas telenovelas de siempre, las repetimos al infinito ya sea en los canales nuestros o en las plataformas; vemos fútbol y más fútbol para no pensar en la realidad; ponemos de paisaje esos concursos de competencia como Desafío, MásterChef o Yo me llamo…; estamos en las redes para “pasar” el tiempo (los cultos dirían, “perder” el tiempo).
El fútbol es algo repetitivo y obvio que nos permite desconectarnos bien: “pensamos” que estamos haciendo algo y no hacemos nada, podemos dormir, mejor poner mute para evitar la molestia de narradores y comentaristas, sobre todo los mejicanos y colombianos, que son ignorantes gritones.
Para desconectarnos más bonito, vemos las mismas telenovelas de siempre, las repetimos al infinito ya sea en los canales nuestros o en las plataformas
Las telenovelas en repetición es el goce de un placer ya conocido. Nos las sabemos. Podemos conversar, comer, reír, revisar redes y hasta dormir. Así que ver telenovelas es fácil, gozoso y desconectante.
Los concursos que llaman realities se han convertido en los reyes de las noches televisivas de México con Exatlón, España y Argentina con Gran hermano, Colombia con Desafío y MásterChef. Dominan el rating con tranquilidad. Y en Argentina y España se toman la conversación cotidiana.
Estos realities se han convertido en el modo como la televisión abierta y popular está ganando audiencia. Y esto tal vez signifique que es la mejor manera de descerebrarse por horas: ver seres humanos jugando a ser los más seductores y poder criticarlos en modo de chisme y chiste.
Hay que aceptar que el formato más poderoso para desconectar, descerebrarse y relajarse son los realites. Ni modo, somos la sociedad de la política reality, donde no importa el talento sino el melodrama.
ÓMAR RINCÓN
Crítico de televisión
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