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Desconectados, relajados y felices / columna El otro lado

Ni modo, somos la sociedad de la política 'reality', donde no importa el talento sino el melodrama.

Ómar Rincón, Crítico de televisión.

Ómar Rincón, Crítico de televisión. Foto: César Sánchez Carreño

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Ver la tele es desconectarse, poner el cerebro en la mesita de noche y entrar en modo relajado.
Y por eso la televisión educativa nos saca de quicio, ya que quiere que cuando estamos hibernando, aprendamos. Es enervante esa obsesión por educar. Tal vez los políticos, ilustrados y demás especies inteligentes piensan que somos unos “salvajes” que deben ser civilizados. Y sí, somos unos “descerebrados” cuando vemos la tele, pa’ eso la vemos.
Y por eso la televisión informativa “solemne”, donde una gente se pone muy seria, posa gesto realidad y habla de políticos y con expertos, nos aburre y expulsa. El 70 por ciento de la gente del mundo ya no quiere ver “esos” noticieros según dice el informe Reuters 2022.
Y esto es así porque (i) no se cree en los periodistas y medios, sabemos que mienten; (ii) no queremos ver más políticos; (iii) y porque si los vemos nos queda una sensación de impotencia y nos bajamos emocionalmente.
Diría que, además, porque su narrativa es muy boba y no dicen nada, y que su agenda no se conecta con lo que necesitamos. O sea, su “qué” no nos interesa, su “cómo” lo hacen es alarmantemente aburrido, y su “a mi qué” como televidente no me seduce, conecta, emociona. Por eso, los televidentes huimos de las noticias para ser felices.
Y para desconectarnos más bonito, vemos las mismas telenovelas de siempre, las repetimos al infinito ya sea en los canales nuestros o en las plataformas; vemos fútbol y más fútbol para no pensar en la realidad; ponemos de paisaje esos concursos de competencia como Desafío, MásterChef o Yo me llamo…; estamos en las redes para “pasar” el tiempo (los cultos dirían, “perder” el tiempo).
El fútbol es algo repetitivo y obvio que nos permite desconectarnos bien: “pensamos” que estamos haciendo algo y no hacemos nada, podemos dormir, mejor poner mute para evitar la molestia de narradores y comentaristas, sobre todo los mejicanos y colombianos, que son ignorantes gritones.
Para desconectarnos más bonito, vemos las mismas telenovelas de siempre, las repetimos al infinito ya sea en los canales nuestros o en las plataformas
Las telenovelas en repetición es el goce de un placer ya conocido. Nos las sabemos. Podemos conversar, comer, reír, revisar redes y hasta dormir. Así que ver telenovelas es fácil, gozoso y desconectante.
Los concursos que llaman realities se han convertido en los reyes de las noches televisivas de México con Exatlón, España y Argentina con Gran hermano, Colombia con Desafío y MásterChef. Dominan el rating con tranquilidad. Y en Argentina y España se toman la conversación cotidiana.
Estos realities se han convertido en el modo como la televisión abierta y popular está ganando audiencia. Y esto tal vez signifique que es la mejor manera de descerebrarse por horas: ver seres humanos jugando a ser los más seductores y poder criticarlos en modo de chisme y chiste.
Hay que aceptar que el formato más poderoso para desconectar, descerebrarse y relajarse son los realites. Ni modo, somos la sociedad de la política reality, donde no importa el talento sino el melodrama.
ÓMAR RINCÓN
Crítico de televisión

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