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'Bailando en silencio', la película que transformó a Shakira en un carnero
Junto a esa referencia jocosa, en realidad es el drama de una mujer tratando de reinventarse.
Houria camina entre un tumulto de gente. Lleva un buzo con capucha y algo de dinero en una noche en la que todos gritan y muestran sus billetes mientras siguen las peleas de Shakira, Putin, Lady Gaga y Obama. Todos son carneros con cuernos afilados que se enfrentan en peleas callejeras clandestinas a las que Houria apuesta para darle una sorpresa a su madre. “¡Shakira!, ¡Shakira!”, gritan con frenesí los apostadores. Houria sonríe al final de la batalla: esta vez ganó su apuesta.
En las mañanas trabaja como mucama en un hotel de Argelia, escucha las ilusiones de su mejor amiga, que busca irse a España para escapar de la rutina y la falta de oportunidades. Houria (cuyo nombre en árabe significa ‘libertad’) también tiene sus sueños: lleva años practicando la danza clásica y trabaja duro para convertirse en la mejor de las mejores.
Ese es el panorama batallador que muestra la película Bailando en silencio, un impresionante retrato de la reinvención de una joven que parece encontrar en la danza una válvula de escape a un ambiente machista, marcado por un pasado sociopolítico que aún duele y se asoma todo el tiempo. Houria da un grito de esperanza que toma forma en la impresionante actriz Lyna Khoudri, quien se mete en cuerpo y alma en su papel.
Pero no es Flashdance, ni siquiera una parte de Fame, cintas en las que la terquedad y el esfuerzo físico terminan dándoles la razón a los que quieren bailar y triunfar. Houria busca lo mismo, pero tendrá que pasar por un crudo episodio que estancará su sueño.
En una de sus visitas al barrio de mala muerte, donde apuesta por ovinos que se matan con los nombres de presidentes o cantantes pintados en la piel que cubre su costillar, la joven es brutalmente atacada. Su cuerpo se lastima, tras el trauma pierde su voz y el baile se apaga, bueno... eso parece. Ahí comienza el nuevo viaje de la chica en Bailando en el silencio, que se encuentra en este momento en las salas de cine.
La intérprete de 30 años lleva a un personaje que sufre una transformación emocional muy fuerte, la cámara sigue su rostro de desespero ante el panorama que le propone la vida. Su agresor está libre, las terapias para su recuperación son dolorosas y no puede gritar, no puede decir nada.
Bailando en el silencio Foto:Cineplex
Ahora el baile es para recuperar su vida y encontrarle un sentido. Lejos de un escenario, encuentra una salida con un grupo de mujeres que, como ella, se han fracturado emocionalmente de muchas maneras.
La directora Mounia Meddour configura un camino de sanación y la reinvención de una protagonista que encara traumas del pasado y el dolor de quienes ahora la rodean (y que ella debe convertir en otra cosa); sumado a la sombra de su agresor y la caricatura indolente de unas autoridades que no sirven para nada.
Meddour, argelina que vive en Francia, recalca con Bailando en silencio y su anterior largometraje, Papicha (también con Lyna Khoudri), el poder de la juventud en una sociedad obtusa, conservadora y violenta. La directora habló con EL TIEMPO de su nueva aventura cinematográfica y hasta de la referencia jocosa de una Shakira con cachos de carnero.
Es interesante cómo logra conectar la danza para impulsar una necesidad de transformación más profunda. También lo hizo con la moda en Papicha, ¿Fue una casualidad o es una marca como realizadora?
Sí, me gusta mucho contar historias de personajes que, tras hechos duros o traumáticos, encuentran en su interior los recursos necesarios para reinventarse. Personajes que recuperan el control de sus vidas, porque la vida es como la guerra y los únicos ganadores son los que sobreviven. Me gustan los personajes femeninos valientes y decididos, que se enfrentan a las convulsiones de la historia. Son heroínas inspiradoras cuyas aventuras queremos seguir.
Por eso es impactante la manera como se acerca al universo femenino... con planos precisos, cercanos y muy orgánicos...
Creo que eso lo obtuve de mi padre, Azzedine Meddour, que había realizado en plena guerra civil en Argelia, en 1997, la película La montagne de Baya, una cinta onírica que se desarrolla a principios del siglo XX en un pueblo en Kabila que debe huir de la opresión sa y refugiarse en una montaña árida. También creo que proviene de mi experiencia como realizadora de documentales: siempre he estado cerca de las personas y de sus inquietudes. Me gusta filmar de cerca, tengo la impresión de estar en confianza y estoy totalmente de acuerdo con Robert Capa cuando dice: “Si tus imágenes no son lo suficientemente buenas, es que no estás lo suficientemente cerca”.
Bailando en silencio va de la alegría al dolor, la rabia y la amistad, ¿cuál es su visión del vínculo femenino y juventud en ese viaje de danza, traumas y esperanza?
Conozco muy bien la sociedad argelina, que es una sociedad que ha sufrido mucho; primero, por el colonialismo francés; luego, por el terrorismo, y finalmente, por la pandemia. Es demasiado sufrimiento para un solo país. Las personas están traumatizadas y afectadas por las guerras. Pero afortunadamente existe una fuerza en la juventud, que está llena de vida, energía, ganas y esperanza, que encuentran salidas, como el arte o la danza para salir adelante.
No puedo dejar de preguntarle por el carnero llamado Shakira... junto a Obama, Bin Laden o Putin, ¿seleccionarla fue algo al azar o es parte de su crítica a estos personajes que representan algún tipo de poder?
Por supuesto que Obama, Bin Laden o Putin son personas de poder. Poderosos o tiranos que quieren establecer su poder por la fuerza. Los carneros que llevan estos nombres están asociados a eso y a que pueden transmitir miedo. Pero Shakira fue un guiño a la mayor artista latina de todos los tiempos por su éxito e influencia.
En su película resuenan conceptos como la libertad, la transformación y la revolución...
Sí, son valores que me gustan especialmente: la libertad (imprescindible para ser feliz y prosperar en la vida), la transformación es necesaria para afrontar las dificultades y adaptarse a la vida, y le añadiría la ayuda mutua, la sororidad, la resiliencia y la importancia de lo colectivo para crecer.
Lyna Khoudri vuelve a trabajar con usted con un papel impactante. ¿Qué la hace tan poderosa frente a la pantalla?
Lyna es muy intensa y su rostro transmite multitud de emociones; tiene una mezcla explosiva de fuerza y fragilidad y un juego muy expresivo. Me encanta hacerla gritar, aullar y darle fuerza poética y política.
Bailando en el silencio Foto:Cineplex
¿Hablando de política, hubo alguna reacción en Argelia con Bailando en silencio, han podido las nuevas (y las mayores) generaciones ver la película?
La película no tiene un estreno previsto en Argelia. Papicha tampoco se proyectó nunca en el país, aunque esa película le dio la vuelta al mundo. Es muy triste e injusto para el público argelino y frustrante para nosotros los autores, directores y actores. Espero que algún día el ese público argelino pueda reclamar estas imágenes, que les pertenecen.